Capítulo 6

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Cogí del brazo al muchacho y le obligué a esconderse tras el sofá y así ocultarse de lo que se pudiera ver desde fuera a través de las ventanas. Había alguien fuera que sabía que estábamos allí dentro desde antes que nosotros supiéramos que ellos estaban ahí fuera. Cogimos lo que teníamos a mano para protegernos, creo recordar que alguna pinza de la chimenea o un jarrón decorativo. Decidimos entonces salir cada uno por distintas puertas, yo fui por la que daba al patio y Damien por la de entrada. Cualquier ciervo o mariposa que pasase, nos daba un susto de muerte, teníamos que llegar al pueblo y rápido. Suponíamos que se trataba de Cuco y Arena, y aunque debíamos encontrarlos para obtener respuestas, antes debíamos ir a la biblioteca y conseguir recopilar la suficiente información necesaria como para formular siquiera dichas preguntas. Teníamos que llegar al pueblo lo antes posible.

Cuando ya había rodeado toda la parte trasera de la cabaña sin haber visto nada sospechoso, me dirigí a la delantera para comprobar que todo iba bien. Damien no había visto nada tampoco, y empezamos a pensar que el ruido que habíamos oído hace apenas unos minutos, habría sido fruta de nuestra imaginación. Hablamos sobre cual debía ser el próximo paso en nuestra investigación, y decidimos que debía seguir estando en secreto, por lo cual debía inventarme una buena excusa con la cual convencer a Ivy de que todo iba bien y que no me traía nada entre manos. Como ya he mencionado anteriormente, todo el mundo está un tanto obligado a encontrar su función en el pueblo para contribuir a los demás y así no romper el equilibrio de paz. En cuanto a mi talento, no lo tenía muy claro, me veía simplemente como la ayudante de mi abuela en su puesto de jardinería; yo solía ir a hacer los recados y traerle lo que necesitara, mientras que ella se dedicaba a cuidar de sus plantas y a mantener impecable y hermosa su honesta casa. Me han preguntado siempre si me gusta cantar, pintar, las matemáticas, cocinar... Pero nunca me sentí identificada con ninguna afición definida. Tal vez si conseguía encontrar un don que requiriese salir comúnmente y estar en pleno contacto con la naturaleza, podría justificar mi frecuente ausencia por la zona urbanística.

Diría entonces que había encontrado algo por lo que moriría y para lo que viviría: la flora y la fauna del bosque. Estaría continuamente haciendo escapadas a la zona del bosque para investigar sobre los animales y las plantas, y para después recopilarlo todo en libros, aprovechando así mi pequeña habilidad para la escritura y el dibujo de simples pero atractivas ilustraciones. Tenía que sacar provecho de dicho talento, o no le serviría para nada a los habitantes de Belasburgo. Es entonces cuando me di cuenta de que debería compaginar entonces la investigación sobre el tiempo en la que estaba inmersa junto a Damien, y la recopilación de datos y observaciones sobre nuestros tesoros naturales autóctonos. Fue entonces cuando me convertí en algo así como una exploradora.

-- Damien, ¿y de qué sirves tú en Belasburgo? Nunca me has contado nada tuyo. – Le pregunté ignorando la situación de peligro y desconcierto en la que nos hallábamos.

-- De poco a nada, ¿por qué te crees que vivo aislado?

-- Algo harás. – Seguí insistiendo.

-- ¿Y qué haces tú? – Cambió de sentido el interrogatorio.

-- Pues se me acaba de ocurrir, que para que mi abuela no sospeche, voy a decir que he descubierto mi pasión y que voy a ser exploradora. – Dije sonriente mirándole, mientras que él seguía pendiente del entorno, por si algo o alguien se movía.

-- ¿Exploradora? Explícate. – Indagó confundido.

-- Supongo que al tener que desplazarnos tanto en nuestras investigaciones, faltaré mucho por mi casa, así que diré que siempre estoy ausente porque ando recopilando datos e ilustraciones de la fauna y flora autóctonas. ¡Es perfecto, me encanta la naturaleza! – Zanjé orgullosa de mi tapadera.

Erika y DamienDonde viven las historias. Descúbrelo ahora