Capítulo 4

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Tendríamos que salir al jardín, y empezar por el principio. La caseta estaba arropada a sus espaldas por el denso bosque, y de vistas tenía el resto. Si por la entrada salíamos, habría que rodear la casa hasta dar con la parte trasera, lo cual no tenía ninguna dificultad, al carecer el recinto de vallas. Entonces, eso hicimos, y una vez en frente del acantilado, que era seguido por otra inmensa parte de bosque, Damien se rascó la cabeza a gesto de duda, y yo cogí de asiento cualquier roca del suelo. Estuvimos ahí un rato largo, sin decir absolutamente nada, sin pestañear... Era arriesgado, pero tenía que hacerse, creo que ya no podríamos seguir el curso normal de nuestras vidas sin descubrir qué secretos encerraba esa vieja y desgastada, aunque aún colorida casa de pájaros. El plan sería coger una cuerda, una cuerda gruesa o... Tal vez eso no sería un buen plan, porque directamente, no teníamos dónde atar la cuerda... Y, una tabla, sería inestable, además de que no disponíamos de ninguna. Era imposible. No podríamos alcanzar ese árbol, estaba tan lejos como alto; era imposible.

Mientras el chaval pensaba sin descanso, yo me cansé de no parar. Entonces mi mente se fue sin darse a penas cuenta al monte del fondo, al monte rosa de antes. Pensé que algún día podríamos escalarlo, y pasar una buena jornada; estaríamos una eternidad andando, y mientras, podríamos cantar alguna de sus canciones marcianas... Y tal vez hablar, ya sea de mí, de él, o de todas esas mariposas que se crucen por nuestro camino, creyendo no ser vistas... Me gustaría saber más sobre él, no sé ni a qué se quiere dedicar, ni si tiene familia, y tampoco sé qué color es su favorito... Ni que sueña cuando duerme, o qué imagina antes de dormir. Nos lo pasaríamos genial de escalada. Deberíamos ir de escalada...

-- ¿Damien? – Callé al silencio.

-- Dime, ¿se te ha ocurrido algo? – Respondió aún dubitativo.

-- He pensado que sería genial ir de escalada al monte rosa alguna vez, ¿qué te parece?

-- Me parece que te has cansado de pensar, ¿no es así? -- Sonrió, y yo sonreí.

Volvimos entonces a callar, y entonces lo vi claro. Estábamos pensando, sí, pero dentro de la caja. El suelo rocoso y poblado de magia silvestre, estaba a la altura de la casa de pájaros, y, nosotros, lo que queríamos, era alcanzar esa casa de pájaros. Entonces aquí entra la cómoda conformidad natural y propia del individuo humano: buscábamos el camino corto y no el simple, porque atribuimos que lo corto es simple y lo largo complejo, y, sin embargo, es el individuo el que complica por complicar. Ha de empezarse a pensar por el principio, no se suben las montañas empezando por la cima.

-- ¿Subirías una montaña empezando por la cima?

-- Las montañas se escalan desde abajo, ¿o acaso no se empieza a leer un libro por el principio?

-- Entonces, ¿por qué íbamos a subir a la copa de un árbol empezando por la cima?

-- Pues, porque el individuo complica por complicar. Tienes razón.

-- Atamos la cuerda a la caseta, nos ponemos calzado especial, descendemos por la pared de tierra, y escalamos el árbol desde abajo.

-- ¿Ambos?

-- Bajaré yo, siempre me ha gustado escalar árboles, mi abuela tiene uno en el jardín, estoy acostumbrada. ¿Tienes botas con pinchos o algo parecido?

-- Claro, una vez escalé el monte rosa, ¿sabes? Dime tu talla.

-- ¿Acaso tengo dónde elegir? ¿Tienes varios pares? – Pregunté, a lo que él palideció. Entonces bajó la mirada para tratar de comparar el tamaño de mis pies con el de los suyos. Después me miró, sonrió, y dio media vuelta.

--Vuelvo en nada. – Contestó brevemente, según se alejaba para adentrarse en la casa.

...

Para cuando quiso volver, yo bailaba sin música, danzante entre flores. Al escuchar el crujido de unas plantas secas, me giré para encontrarme con el sonriente muchacho a la lejanía. Tenía una mano en el bolsillo, y con la otra, sujetaba un par de botas de montaña de color azul marino. Parecían viejas, pero tenían su encanto. Me preguntaba si tendría varias por razones de estilo, para elegir el color que más le conjunte en cada ocasión, por lo que supuse entonces que su salida para la escalada era frecuente, aunque eso se contraponía a lo que dijo antes Damien: "Una vez escalé el monte rosa, ¿sabes?". Una vez... Lo expresó como algo esporádico, paulatino, inusual... Hay algo que no me termina de encajar; ese ángel de luz me ocultaba algo en su sombra, no me dejaba verla.

Erika y DamienDonde viven las historias. Descúbrelo ahora