cinco

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La alarma de Jisung no había sonado aún, aún no tenía clases y este no haría sonar su odioso sonido hasta la tarde. Sin embargo, muchas veces sucedía que su reloj mental lo despertaba más temprano que de costumbre.

Eran las diez y el sol ya estaba iluminando su habitación entre las cortinas. Apenas podía abrir los ojos en la mañana, por eso se configuraba la alarma varios minutos antes para darse el lujo de desperezarse todo lo que quisiera.

Hizo su ritual mañanero como siempre: fue abriendo los ojos de a poco, estiró sus extremidades y se volvió a tapar con las sábanas hasta la cabeza. Todo le indicaba que era una mañana normal hasta que abrazó su almohada, enterrando su rostro en ella.  Ahí fue cuando sus ojos se abrieron como platos y salió disparado de la cama.

¡Minho!

Recordando la noche anterior, la bandeja ni la comida ya no estaba en su mesa de luz. Tropezó con su ropa en el suelo y abrió la puerta sin cuidado.

—¡Oh, Dios! —Su veterinario estaba parado en su cocina, con la mano en el corazón.

—Lo siento —dijo al darse cuenta que había aparecido muy de repente en la sala detrás de él—. Te asusté, ¿verdad?

—No, claro que no, nadie se asustaría si uno está tranquilamente haciendo el desayuno por la mañana y aparece alguien desesperado de la nada misma.

Tenía mucho para contestar pero Jisung se quedó con una sola cosa.

—¿Estás haciendo el desayuno? —Preguntó acercándose a él.

Minho usaba sus elementos de cocina para hacer panqueques lindos y esponjosos y llenar la habitación con olor a café. ¿Hace cuánto Jisung no era así de organizado en las mañanas? Usualmente no se levantaba temprano. Siempre odió esa hora del día porque no era divertida, pero ahí estaba Minho, preparando un desayuno delicioso como si se lo hubiese ganado. Y como si este fuera un sueño, Garritas estaba sentado en el suelo a su lado.

—Hola, amigo —le acarició la cabecita, alegrándose de verlo.

—Creí que sería bueno cocinarte algo. Ya sabes, por dejarme quedar en tu casa y en tu cama...

—Oh, no fue nada —lo cortó antes de que los recuerdos de anoche le invadan la mente. Aún era muy temprano para pensar en lo reconfortante que se habían sentido sus abrazos... —. Estabas triste y bueno, no fue nada.

Minho tomó un trozo de panqueque y lo alzó a su boca. Jisung dejó que lo alimentara como si fuese uno de sus gatos. Garritas se pondría muy celoso.

—Wow, yo no podría hacer esta delicia nunca. Está muy rico, Minho.

—Lo sé —dijo apagando la cocina y llevando la comida a la mesa—. ¿Cómo haces para vivir sin siquiera saber hacer panqueques?

—¿Delivery? —respondió como si fuera una obviedad—. Oh, y ensalada. Hago muy buenas ensaladas —dijo orgulloso.

—Apuesto a que sí.

Cada uno con su taza de café, se pusieron a devorar la comida de Minho, evitando pensar en que un desayuno realmente extraño. Por más que Minho sea como la persona ideal para Jisung, no lo conocía a profundidad como para que este le haga un desayuno en su casa. Sin embargo, esto era solo una consecuencia de lo fatal que se había sentido su veterinario anoche. Y Jisung no podía negarse a la comida casera.

Observándolo mejor en la mesa, Minho tenía puesto la misma ropa que ayer. Jisung recordaba haberle dado ropa más cómoda, la cual debió haber dejado el castaño en su cuarto. Su poca paz interior se vio afectada cuando se vio a él mismo, dando un salto en su silla al estar con solo una remera y ropa interior. Y no era cualquiera, justo ayer se le habría ocurrido usar el del estampado de flores que le había regalado su madre cuando había salido del closet. No todo resultaría perfecto hoy, claro que no.

Vet || MinsungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora