Le abres la puerta al amor?

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Es tan fácil volverse loco de amor, llenarse de pasión e intensidad y dar un beso lleno de ternura que sepa al resto de la vida. La felicidad esta a la vuelta de la esquina, el asunto es que parece que a la gente se le complica encontrar la esquina. Se aferran a sufrimientos y se vuelven adictos a las emociones descalificadoras que les permiten decir “sufro por amor”. No es que no entienda del sufrimiento, es que no comprendo que no se den cuenta que amor sin risa ni alegría no es amor. Sufrir crónicamente es patológico pero parece que son palabras vacías que no se entienden a la hora del dolor. Sin duda alguna como decía Fromm “no sabemos amar, solo sabemos depender”.

Pareciera que no le abrimos la puerta al amor, es como si el cartero llama pero no nos interesa la carta. Llenamos de razonamientos intelectuales el acto intimo de cruzar las piernas, besarse en la mejilla mientras susurras un te amo a cada beso. No nos atrevemos a inmiscuirnos en la piel del otro y regalar un aliento que proponga deseo y determine un llamado diciendo “quiéreme”. Confundimos amor con sexo y sexo con miedo, al final amar nos da miedo. Rompemos relaciones solo para que no rompan con nosotros, como si el amor fuera una competencia de egolatrías que no sabe de humildad y disculpas. Nos da pavor que nos dejen solos pero no admitimos nuestra dependencia a la libertad de sabernos autosuficientes. Varias veces pareciera que la mejor pareja de uno es uno mismo.

Pero existe otra cara de la moneda. Si nos atrevemos a abrir las puertas al amor entonces el dolor también se inmiscuye, si lo aceptamos como parte del proceso entonces hemos superado nuestros miedos y lo acogemos como se acoge en la familia a la oveja negra. Nos detenemos en el susurro y erradicamos la discusión. Nos prometemos no pelear más y besarnos mucho. Decidimos hacer mas el amor y menos la guerra, dejamos los reclamos y nos entregamos a aprendernos la piel del otro. Claro que duele, siempre duele pero “Paris bien vale una misa”. Someter el ego y decir te amo no son actos de humillación, son mas bien la muestra inequívoca que nos atrevemos a confiar en el otro así la confianza nos sea esquiva. Cuando abrimos la puerta al amor nos deslastramos de nuestras seguridades y acogemos la incertidumbre de sabernos vulnerables. Le decimos al otro “protégeme” y paradójicamente cuidamos el corazón de quien nos besa con pasión.

Cuando nos convertimos en la primera pareja de nuestro amor, la cual ha tenido decenas de relaciones anteriores, entonces hemos entendido que nuestro amor siempre es una primera experiencia. Si al besar unos labios mil veces besados como si fuera la primera vez entonces hemos aprendido que el amor siempre es nuevo, que es una oportunidad y que si abrimos la puerta quizás lo que sobrevengan sean buenas noticias… ¡adornadas con una rosa llena de espinas!.

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