Batallas Rosas - Carlos Jiménez Cuestas

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—La vida sana está en auge, ¿eh?

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—Eso dicen. El otro día me compré una colchoneta de esas y quiero ponerme a ver un vídeo de esos para imitar lo que hacen. Te van dando indicaciones mientras ves la imagen, es todo muy sencillo.

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—Te equivocas. Lo más mínimo puede hacerle un efec-to irremediable. ¿Sabías que la personalidad se forma entre los cero y los seis años?

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—No por nada eres mi muy más mejor amiga del mundo

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Rosa en ese momento sintió una punzada en el corazón.

Era como si Betty le hubiera clavado una aguja larga en su in-terior. Ella no se sentía feliz y mucho menos fuerte. Esos sen-timientos se habían ido junto a su padre aquel día.

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—Tienes toda la razón, Rosa. Debes evitar los recuer-dos. Ahora mismo estás en un escalón complicado y, si bajas de él, tu felicidad se verá resentida y no cumplirá los estándares marcados por Sweet City. Podrías perjudicar la felicidad de la sociedad. Pero, por el contrario, si subes un escalón saldrás de ese bache emocional y estarás tan feliz como todas y cada una de las personas de la ciudad. ¿Cómo subir ese

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peldaño? Lo que te he estado diciendo en las últimas sesiones... No escuches lo que te haga sentir mal, no mires lo que te haga sentir peor, alé-jate de cualquier estímulo dañino porque estos te empujarán a lo más bajo de la escalera. Por el contrario, si estás una temporada en solitario, con mis consejos y cualquier otra ayuda emocional amparada por las leyes de Sweet City, como es la educación de tu instituto, en concreto su asignatura de Educación de las Emo-ciones, podrás recuperarte en solitario y llegado el momento salir más fuerte que nunca a la calle. ¿Qué te parece?

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—Creo que es contradictorio para lo que nos enseña Sweet City. Quizás sea un recuerdo tonto, una broma que él me gastó, pero lo recuerdo muy feliz. Era muy pequeña y me caí, me hice daño y lloré. Mi padre, en vez de decir «ponte feliz» me dijo, con una calidez absoluta, «llora, mi niña, llora»

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Las manos sudosas de Rosa hicieron que el móvil se resbalara y cayera en la cama. Estalló en lloros. Al principio silenciosos, aunque cada vez más sonoros. Era como si ese sen-timiento que no lograba entender y que la destrozaba desde el interior, se estuviera apoderando de su cuerpo. Era un senti-miento negativo. Algo malo. Muy malo.

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—¿Has pensado en salir a las Batallas Rosas?

Las manos de la chica temblaron y el móvil pareció dar un vote.

—No quiero hacerlo.

—¿Por qué?

—Porque quiero vivir y ser feliz, como me han enseñado desde chica.

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—¿Esto parará algún día? —se dijo Rosa temerosa, ref i -riéndose a su baja felicidad—. Tengo miedo de quedarme sola...

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—¿Me vendría bien morir? —se preguntó, recogiendo con fuerza el cuchillo.

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—Si sobrevivo a esta noche, mañana me iré de Sweet City —lo cual era totalmente válido—. Lo prometo, lo prometo.

No quiero morir.

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—¿Cuál es tu motivación, chica?

—Ella es lo último que me queda en esta vida...

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—¿A dónde voy? —repitió ella—. Te dije que quería mo-rir, ¿recuerdas?

—Yo no voy a acabar con tu vida, lo siento

Frases del Olimpo. Vol2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora