MÄYWE - Magdalena Pérez Selvas

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Cómo alumbraré camino alguno, se preguntaba, pues siempre se supo diferente, hada sin luz, sílfide apagada.

Andor, sin embargo, no hubo día que no alzara su vista al cielo, buscándolas, especialmente a la sílfide a la que había perdonado la vida a pesar de que ella lo hirió en el corazón.

Mäywen busca la soledad en los bordes del Reino del Aire porque le pesa la esperanza.

Mäywen, sospechas bien: la tierra se oscurecerá. No vuelvas a las Tierras malas, no es seguro para la sílfides moverse entre las tinieblas y tú eres nuestra única esperanza.

《No habrá humano que se atreva a cumplir la petición que haré, salvo un tonto. O un héroe》

Confíe en la palabra de un hada, Majestad. Así lo quisieron los dioses.

Ninguna hada, nunca, ha tardado tanto en pagar un deuda por mínima que sea, menos una de vida.

A fe mía que no hay mujer más bella ni en el cielo ni en la tierra. ¡Cuánto daría por verme reflejado en esos ojos!

Si las hadas aún habitan este mundo es para recordarnos lo que podemos llegar a ser.

Mäywen teme, pero no de estar en la tierra y ya ni siquiera de su destino, sino de encontrar sus ojos con los de Andor.

《Creo que estoy enloqueciendo》, piensa. 《Solo un loco ama la pena que lo aflige.》

《Cada que me encuentro con Andor me siento desfallecer, en cambio, cuando me voy lejos, nada me ocurre. Y, sin embargo, me gusta verlo todos los días.》

Si Mäywen es la causa de sus padecimientos, entonces ella es el remedio, pero ella tampoco dice nada de lo que siente, el rencor que se asentó en su corazón tras su derrota en la guerra es aún más fuerte que el sentimiento que Andor le inspira.

El amor sería benevolente con ellos si el uno supiera la voluntad del otro, pero ella no sabe lo que él siente, ni él de qué se avergüenza ella.

La lengua de una bruja siempre es venenosa.

La princesa ama al rey y hace muchos años que él la ama a ella. Es apremiante que le diga.

No hay en el Reino del Aire silfo que se le compare y no hay en la tierra hombre que le iguale su cortesía. Andor de Goldorado no tiene igual en nobleza, valentía, belleza y dignidad.

No hay en todo el mundo mujer que se le iguale, puedo corroborarlo ahora.

Andor observa con atención e inmediatamente logra distinguir el cabello azabache. En cuanto conoce la verdad, siente que la felicidad está a su alcance. Si él ama a Mäywen y ella lo ama a él, no hay más que es el hombre más dichoso.

Sépase que yo he competido en el torneo por la dama más hermosa de esta corte. Los trofeos y merecimientos que gané hoy, no son salvo consecuencia de la fuerza y valentía que ella me inspira. Por ella yo lucharía cualquier afrenta. Si ha sido usted quien cosió esta camisa, entonces no cabrá duda ante la corte de que he vestido la prenda de mi amada.

Muchas noches perdí el sueño pues este amor me atormentaba profundamente, pero ahora que conozco su voluntad no veo por qué seguir ocultando la mía. Desde que la vi, no he dejado de pensar en usted. Es mi deseo servirla y a ello dedicaré mi vida si a cambio me permite tan solo mirarla, pues nunca me atrevería a solicitarle nada.

Si yo la amo a ella, y ella me ama a mí, no hay más que soy de ella y ella es mía.

Andor se acerca a Maywen como no se había atrevido a hacer y coge sus manos entre las de él: curtidas por la guerra, grandes y ásperas, aferran a Mäywen como si no la quisiera dejar ir. Reverenciándola, se inclina hacia ella y al besar sus labios fríos como el cielo, se convierte en señor del mundo entero.

Bajo el peral que los cobija, Andor abraza y besa a Mäywen. Ahora no hay más que se aman y se entregan el uno al otro: él la tiene toda y ella lo tiene todo. Su amor no se envilece al unirlos. Sus cuerpos se suspenden de tal suerte que pierden hasta la gravedad.

Su en la mascarada están esperando que Andor decida por fin a casarse, pueden esperar más bailes y más canciones, pues él no tiene ojos para más nadie que la princesa que tanto ama todos los días, a escondidas, en su jardín.

No sabe Mäywen qué significa lo que siente, pero todo su ser vibra muy alto. Ha encontrado lo que tanto ha buscado en la tierra. Es algo que la hace sentir quién sabe dónde y al mismo tiempo la arraiga.

No importándole más nada, Mäywen cae de hinojos junto al cuerpo de Andor. Todo lo que ama está en peligro y desde su corazón un dolor le sube hasta los ojos, haciéndola llorar lágrimas dulces.

¡Nada tiene sentido para mí si tú no estás a mi lado!

Nuestro amor siempre estuvo condenado. Por elegir un camino distinto al que me fue impuesto, los dioses me castigan. Por solazarme en la tierra, todo cuanto amo me lo arrebatan. ¡Ay, se me prohíbe la felicidad!

Todo lo conocido se estremece, las creencias, las dudas y la tierra, y Mäywen, abriendo sus ojos ante la sombra que del abismo ha salido, se enfrenta a su destino por primera vez.

Todos en la tierra viven distanciados; separados por el odio, el rencor y la avaricia, se traicionan unos a otros. Les has defraudado, Mäywen sin Luz, y ya no tienen esperanza.

¡Por la Diosa! ¡Que tormento! Por involucrarme en una relación poco honesta con la princesa de Mantillas, he descuidado mi amor verdadero.

Por Mäywen la Negra me aventuro a las Tierras Malas, buscarla no es el baladí  pues, en todo caso, preferiría morir antes que vivir sin ella.

Si el mundo está envuelto en esta desesperación es porque yo lo he permitido: he fracasado, ella ha emergido a la superficie y yo he sido sepultada.

Un amor así es el que les permite un reencuentro dulce después de que cada cual ha temido por la vida propia y por la del otro.

Tomándola entre sus brazos, hunde su rostro en el cuello de ella y ella confirma que no ha muerto al sentir el cálido abrazo que la rodea.

Y nada doblega la voluntad de un amante... Salvo, quizá, alguna brujería.

Amor, un vínculo más noble que una Deuda de Vida, los une ahora. Ese nuevo lazo, del que sólo ellos precisan saber, también es el único que tiene Mäywen con la tierra: si Andor la suelta, ella no volverá, pero mientras sus manos permanezcan unidas, también sus vidas estarán unidas.

Aunque quisiera, Andor ya no puede ocultar su amor. Además, ya todo son sospechas porque quién, sino un loco, se aventuraría a las Tierras Malas en busca de nadie.

Y eda noche, cuando contemplé su belleza por primera vez, entendí que estaba destinado a amarla.

Pero tú has de alumbrar el camino, así lo quisieron los dioses, y le devolverás el equilibrio al mundo, poniendo fin  a lo que hemos creado hasta ahora.

Soy más afortunado de lo que preciso, pues conocí el amor entre sus brazos.

La Diosa es testigo de que no he honrado otro amor que el nuestro -dice-. Mi vida y mi alma te pertenencen porque así prometí yo y así consentiste tú.

Mäywen no tiene luz para darle al mundo, no sabe cómo alumbrar camino alguno, esa ha Sido siempre su angustia. Solo matando a esa bruja, ahuyentará a la sombra que la acecha.

No tienes luz ni para alumbrar tu propio camino.

El amor sí ha hecho de él un héroe. Y también un loco.

Algo dentro de ella se ha roto; el dolor del que ha estado huyendo la desgarra.

El amor ha herido a Andor y a Mäywen muy profundamente, más que la propia guerra, por eso en cuanto se miran no pueden negar que se pertenecen el uno al otro; ya muchas veces se han conservado y devuelto la vida. A pesar de que la oscuridad también ha intentado enceguecerlos, ninguno ha renunciado a su amor y por los ojos se delatan.

Hay verdades que solo llegan a los ojos lo suficientemente abiertos

Mäywen no tiene otro anhelo ni otro amor que Andor, por eso lo envuelve entre brazos y alas, y él le devuelve la vida que ella le dió.

Frases del Olimpo. Vol2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora