Capítulo 3

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La reina las había invitado a desayunar aquella mañana. Dos semanas después de su llegada a la capital.Según comentó su septa era algo bastante irregular ,al cabo, ella y su hermana Naerys eran de la realeza. Pero debido al embarazo avanzado, la reina se había sentido indispuesta desde antes de su llegada, por eso Rhaena nunca la había visto.No era algo que le importara, ni siquiera sabía que debía de esperar una invitación de la reina Rhaella, no sabía nada de hecho.

Los días eran agradables y calurosos, la brisa fresca que venía del mar. A pesar de estar a unas pocas millas, Desembarco del Rey era más cálido y luminoso en comparación a Roca dragón,casi siempre gris y con un viento a veces atronador aunque fuese verano.
Dentro de la Fortaleza había mucho que descubrir: Rhaegar le había enseñado el nombre de todas las calaveras de dragón de la Sala del Trono y ya se las sabía de memoria, pudiendo identificarlas como si estuviera mirando a sus propios hermanos.En una ocasión fueron a montar al Bosque Real, en ponis claro, Rhaena nunca había cabalgado a un caballo adulto y su primo se solidarizó con ella. Fueron en compañía de ser Barristan Selmy, ser Jonothor Darry, miembro de la guardia real,y dos caballeros de la guardia personal de su padre, la del antiguo Refugio Estival, a la que había mandado a llamar a penas dos días después de llegar.

En otra ocasión, su primo la había llevado al Bosque de Dioses. Era precioso, lleno de acres, olmos,esbeltos álamos negros y a modo de árbol corazón un inmenso roble lleno de enredaderas. Aunque lo que más le gustó a Rhaena fue la paz que sentía, no había nadie a su alrededor, salvo su primo y ser Barristan. El castillo siempre estaba lleno de gente,cortesanos,doncellas, caballeros,guardias,criados; la Fortaleza Roja nunca parecía descansar, salvo en ese Bosque de Dioses. Con la brisa y las vistas del río, Rhaena había cerrado los ojos y respirado, allí no olía mal, estaba tranquila y fue cuando empezó a sentirse más cómoda en esa ciudad; no era su hogar, echaba de menos su casa,sus amigos y poder salir de las murallas, pero por primera vez se sentía acogida y ya no tenía miedo. Tuvo ganas de rezar a los Siete, pero no era correcto hacerlo allí.

-¿Alteza,podríamos ir al Septo del castillo?-

-Claro, mi señora- accedió sonriendo.

Rhaegar la había tomado de la mano con dulzura, eran cálidas y suaves, y la había llevado al septo para rezar juntos. Era una costumbre que había adquirido, siempre que se mostraba dispuesto o quería enseñarle algo la agarraba de la mano y la guiaba a toda prisa.

En una ocasión fueron a las cocinas del castillo y pudieron comer con los hijos de las cocineras o sus ayudantes, estaban muy flacos; pero al enterarse su septa le había reñido y su padre le ordenó que para ese tipo de cosas debería pedir permiso antes. Rhaena no supo si su primo también recibió una reprimenda. Sin embargo, todos los paseos,las excursiones, e incluso cuando lo convencían ella y Chett,el mozo de cuadras, de jugar a algo más divertido, venía siempre después de un largo día entre páginas de libros y pergaminos pútridos. La niña creía que era un premio por tenerla todo el día en el silencio de la biblioteca leyendo glifos valyrios mal escritos, pero aún así le gustaba ver cuando su meditabundo primo cambiaba esa expresión depresiva tan habitual en él, por las risas y los ojos brillantes que ponía cuando iban a jugar; se dijo que también sería un premio para él.

Naerys terminó de comer los huevos preparados la estilo dorniense que la reina le había ofrecido, ella por su parte había tomado gachas con miel y un poco de té.

-Espero que te hayan gustado los huevos, Naerys. El rey dijo que a tu hermano menor y a ti os encantan- habló preocupada la reina.

Naerys la miró mordiéndose el labio inferior, estaba enfadada y conteniendo las ganas de decir algo. No lo entendía, su hermana había pasado horas eligiendo vestido para ese desayuno, por qué tenía ahora esa cara.

El Dragón Silente [Rhaegar Targaryen]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora