DIECISIETE

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Oh mierda.

Mi corazón vuelve a descontrolarse, pero esta vez no es por tener el cuerpo de Emilio reclamando el mío, ahora es porque mi madre está a punto de abrir la puerta, Dios, que tonto fui pensando que Emilio iba a entrar por ahí en cualquier momento, y por eso no le puse seguro, tonto Emilio versión hombre araña, queriendo ser romántico y entrando por el balcón.

Miro a mi hermana nuevamente, quien mantiene el mismo semblante de hace unos momento, completamente en shock, pero al momento en que mi madre vuelve a preguntar, parece reaccionar, al igual que yo.

—¡Baño! —susurramos al mismo tiempo, señalándole a Emilio el baño que esta justamente detrás de Ren.

Emilio nos mira sin entender un segundo, por lo que Renata no tarda en correr hacia él, tomarlo de la mano, y meterlo rápidamente al baño, cerrando al tiempo que mi madre entra mirándonos confundida.

—Renata. —dice mirando a mi hermana. —¿Que paso? ¿Por qué gritaste? ¿Todo bien?

Miro a mi hermana, encontrándome con su mirada nerviosa, supongo que ambos estamos de la misma manera, pero en el momento en que ambos asentimos al mismo tiempo, sé que ella no va a decir nada, lo cual me hace respirar con un poco de moderación, pero no por completo. Porque sé que ella está lejos de entender lo que está pasando.

—Es que... —comienza Ren, se queda en silencio un momento, pensando, por lo que decido ayudarla.

—Es que casi me ve desnudo. —evito pensar en que en realidad, eso no es mentira, si Renata entraba cinco segundos después, seguramente me hubiera encontrado desnudo, al igual que Emilio. Me sonrojo completamente. —Y pues ambos nos asustamos un poco por ello.

—Sí. —ella asiente. —Es que abrí sin tocar, y Joaquín estaba terminándose de cambiar, por eso nos asustamos los dos.

Mi madre nos mira con atención, como activando su detector de mentirías, menos mal que soy un experto en aquella área, pues después de un solo escaneo, su mirada se suaviza un poco.

—Renata Bondoni. —dice con voz un poco molesta a mi hermana. —Te he dicho mil veces que la puerta se toca antes de entrar, siempre has tenido esa mala manía, un día de estos vas a encontrar otra cosa.

Trago duro. Bien, creo que tanto mi hermana como yo, hemos aprendido la lección. Ni ella volverá a entrar a ningún lado sin tocar, y yo siempre cerraré con seguro la puerta, y mejor le daré una llave de mi cuarto a Emilio. Me regaño mentalmente por pensar lo último, Dios, Joaquín, contrólate.

—Sí, mamá. —dice Ren sonando apenada, seguramente pensando lo mismo que yo. —No volverá a ocurrir.

—Bien, entonces me voy cambiar, y por favor arréglense, su padre me llamo; iremos a comer fuera.

—¿Comida en familia? —pregunto confundido.

—No, con los amigos de tu padre y sus familias, así que por favor, pónganse algo bonito, y Ren, maquíllate también, ya sabes, los amigos de tu padre tienen hijos de tu edad, podrían llevarse bien. —nos da una última sonrisa, que no hace más que darme vergüenza, sobre todo porque me queda claro que mi madre nunca cambiará.

Nos quedamos solos en cuento mi madre sale de mi cuarto y cierra la puerta, haciendo que ahora mis nervios vuelvan a mi cuerpo, pero al menos unos menos intensos, es algo bueno que Ren me haya ayudado. Quiere decir que no está del todo molesta.

Miro a mi hermana, para encontrarla con los ojos entrecerrados y las mejillas sonrojadas, cruza los brazos, y yo le sonrió de manera inocente, que solo hace que ruede los ojos.

The king. || Emiliaco. [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora