TREINTA Y UNO

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Al parecer, todo estaba listo.

O bueno, eso era lo que tanto Joaquín como Emilio querían creer. Los nervios están matándolos. Así como la emoción. La emoción por poder ser libres, y por poder estar con la persona que aman hasta el último de sus días. Ahora solo quedaba una sola cosa por hacer. Algo que llevaban mucho tiempo haciendo; esperar. Simplemente esperar.

No sonaba como algo difícil de hacer, todo lo contrario si tomamos en cuenta que Emilio llevaba más de 5 años queriendo ser libre. Pero aun así, parecía algo tan difícil que estaban a punto de morderse las uñas. A las 12 de la noche, ellos serían completamente libres.

O ese es el plan.

Emilio estaba en uno de los sillones para ver el espectáculo de hielo que se daría en el día. En realidad no se sentía con ganas de ese espectáculo, pero fue lo único que se ocurrió para poder verla. A aquella chica que venía caminando hacia él con una sonrisa brillante, y suave. Sonrió al instante, y sintió un nudo en la garganta que se hacía más grande con cada paso que se acercaba. Realmente pensó que tendría más tiempo de hacer aquello, pero nunca pensó que las cosas simplemente saldrían de esta manera. Tan espontaneas.

No era que no quisiera, era simplemente que había planeado otra cosa, otro tipo de charla. Otro tipo de despedida.

En realidad, Emilio ni siquiera quería hacerlo en ese momento. Más bien, no quería hacerlo en el fondo. Quería simplemente llevársela con él, adoptarla como de su familia, porque era así como realmente la veía. Como una hermana menor. A pesar de que siendo menor que él, Renata Bondoni era muchísimo más madura que él, en muchos aspectos.

Renata llego hasta él, y todavía sonriendo, le quito el vaso con refresco de las manos, para después sentarse a su lado, justo cuando el espectáculo de la pequeña pista de hielo comenzaba.

—Creí que no te gustaban estas cosas. —dijo la menor, para después beber de su refresco.

—No lo hacen. —respondió, bebiendo de su propia bebida, mientras trataba de deshacer el nudo en su garganta. No funciono la primera vez, mucho menos en ese momento. —Simplemente era la única actividad donde no estaría nadie que conociéramos a esta hora.

—Cierto. —asintió la castaña. —Aunque debo decir que me sorprende que no estés todo preocupado o ansioso porque Joaquín está en ese juego con mis padres y Mauricio.

Emilio simplemente bufo. Después de que Joaquín le contará la intensa charla que había tenido, con su ahora ex novio, no estaba nervioso. No era como si confiara 100% en el chico, pero en el que si confiaba a esa medida, era en Joaquín. Así que no lo estaba, su preocupación se debía a otra cosa. Algo que tendría que enfrentar en unos momentos, y en algo que tendría que enfrentar en unas horas.

—No realmente. —respondió, pasando una de sus manos por los rizos. —Pero está bien, no es momento para hablar de ellos. —trago duro. Renata frunció el ceño, y bebió más de su refresco, prestándole toda la atención. —Ren...

No sabía cómo decirlo. No sabía cómo despedirse de la única persona que había estado ahí para él desde que era pequeño. Que lo protegía tanto como él a ella. Que lo defendió tantas veces en el colegio cuando sus compañeros eran una mierda. No sabía cómo era que debía decirle adiós a la persona con la que había enterrado muchas cajas con cartas y objetos dentro, prometiendo desenterrarlas el día de su boda. No sabía cómo decirle adiós a su mejor amiga.

Una parte de él, le quería convencer de que no era la última vez que la vería, que simplemente estaba siendo un exagerado, pues seguramente en algún momento, ella podría ir a España a visitarlos, o ellos incluso podrían volver. Pero la otra parte, la realista, sabía que no era tan fácil. Desde que sus padres notaran su ausencia, no dudarían en buscarlos por todos lados, y era obvio que a la persona que más preguntas demandarían, sería a Renata.

The king. || Emiliaco. [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora