¡Aquí Chico!

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Estamos sentados en la mesa, la charla ha terminado...

Se levanta, se dirige a la cocina para servirnos unos tragos. Me inclino en el respaldo de mi silla, para mirarle irse, espero hasta que ha cruzado la habitación.

— Regresa aquí — le ordeno.

El voltea, su expresión es una interrogante, su ceño ligeramente fruncido, preocupado de haber olvidado algo. Regresa hasta mi.

— Dame un beso, primero — le digo.

El me sonríe,

—¡Si, Señora !

Se inclina hacia mí, deslizo una mano por su cuello y tiro de él hasta que su boca presiona la mía, en un beso cálido, suave y dulce. Le libero entonces, gentilmente empujándolo. Me sonríe, mientras una carcajada y un empujón lo envían rumbo a la puerta de la cocina.

Miro su culo mientras se aleja, y casi llega hasta la puerta.

—Ven aquí —  le digo.

Gira en un pie, ladea su cabeza, y sonríe la sonrisa mas graciosa, mientras camina rápidamente de regreso a mí.

— ¿Si Señora? 

— Beso— Ordeno, mientras señalo mis labios.

Otra gran sonrisa ilumina su rostro, le alcanzo para atraer su boca a mí una vez más, acaricio su cara y deslizo mi lengua entre sus labios, jugando un poco con su lengua, suspira en mi boca. Le alejo de mi.

— Vete, anda...¿Donde está mi trago? — finjo enojo.

Ríe, y casi salta hasta la cocina. Pero no llega hasta allá.

 

— ¡Aquí chico!


Regresa, se está riendo, voltea sus ojos, exageradamente, gruñe como si estuviera molesto.

— ¡¿Siiii, Señora?!

Me río mientras trota de regreso a la habitación conmigo.

— ¡Beso! ¡Nunca me besas, joder!

— ¡Lo siento, Señora!

Se inclina para besarme y le sostengo ahí, suaves y tiernos besos, presionado mis labios contra los suyos. Comienza a ceder, hundirse en mi boca, se acomoda más cerca a mí, se que quiere dejarse caer de rodillas. Le empujo lejos.

— Largo de aquí, ¿que...cuanto tengo que esperar por mi trago?

Salta lejos de mí, mirando hacia atrás cada dos pasos, le dejo que esta vez atraviese por la puerta de la cocina antes de volverlo a llamar.

— ¡Aquí!

Se ríe del placer que le causa.

— ¡SI SEÑORA! - regresa corriendo hasta mi y espera con una gran sonrisa en su rostro.

— ¡BESO! —  Demando.

Ambos reímos, y reímos mientras nuestros labios se traban en un beso, es difícil parar lo suficiente para besarnos apropiadamente, le obligo a quedarse ahí hasta que me bese como debe de ser, hasta que le siento que vuelve a derretirse.

Le empujo lejos, — ¡¿Donde está mi trago?! ¡Dios!

Esta vez espero hasta que le escucho abrir las alacenas en la cocina…


La Vida Secreta De Una Joven Domina (cuentos cortos)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora