capítulo 3

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Un mes pasó desde la última vez que escuchó a alguien hablar de Laurie y aún más tiempo desde que lo vió. Solo sabía que estaba trabajando en Londres con su abuelo finalmente y que le estaba yendo bien.

Se miró en el espejo, cerciorándose que ningún cabello estuviera fuera de su lugar y de cada detalle de su apariencia. Se pellizco ligeramente las mejillas para darles un poco más de color, ya se estaba aproximando el invierno y se veía cada vez más pálida sin el sol.

Su mente volvió al castaño y se destestó por eso. Debía pensar en su futuro con Fred.

Los primeros días había estado rehusando a verlo inventando migrañas o malestares para no verlo, aún que, verdaderamente era otra cosa lo que la acongojaba.

Ella se lo había pedido muchas veces, incluso lo reprendió múltiples veces por su holgazanería y sin embargo, se sentía desdichada. Laurie no la amaba como decía hacerlo y pese a que era lo mejor, aún se sentía desdichada.

Se dirigió hasta la ventana para mirar hacia afuera.

Se imaginaba sus días así. Nublados y llenos de nubes oscuras mientras observaba afuera el paso del tiempo, bordando y ocupándose de los asuntos sociales de Fred, pese a no ser una mala vida no estaba segura de querer eso, sin embargo, no podía permitirse pensar en otras opciones cuando su hermana podía tener una recaída y su familia dependía de ella.

—Señorita March—la voz de la criada la sacó de sus cavilaciones y se giró hacia ella.

La señora de mediana edad y con algunas canas en sus cabellos le daba sostenía una bandeja de plata con un sobre blanco entre sus manos y una leve sonrisa.

—Dime, Matilde.

—Le ha llegado una carta.

—¿De mi familia?—preguntó Amy con interés, cambiando su ánimo al pensar en su familia.

—Me temo que no.

Frunció el ceño y se acercó hasta la criada—. ¿Y de quién?— le preguntó antes de tomar el sobre y voltearlo para ver su remitente.

El señor Laurence le había escrito. ¿Por qué? Inmediatamente pensó en que algo malo había ocurrido, pero trató de tranquilizarse. Las noticias malas se sabían primero.

—Gracias, Matilde—dijo sentándose en el banco a los pies de la cama.

Ella se retiró y dejó sola a Amy en la habitación con el sobre entre las manos, dudando si abrirlo o no.

La impecable caligrafía del señor Laurence con su nombre en tinta negra, resaltaba en el papel blanco.

Quizás eran buenas noticias.

O quizás no, pero todas maneras lo abrió porque la curiosidad le ganaba.

Sacó dos papeles de aquel sobre: una doblada perfectamente para encajar en el sobre y otra que parecía haber sido prensada con libros para quitarle las arrugas, tenía manchones de tinta que se veían desde la otra cara de la hoja, e incluso tenía rastros de lágrimas en ella. No hizo falta observarla mucho para darse cuenta de la caligrafía impecable de Laurie.

Se detuvo un momento para tomar aire y ordenar sus ideas. Dejó las cartas en su falda y miró hacia la venta, buscando alguna respuesta divina que le dijiera que hacer.

Definitivamente quería leer esas cartas, pero temía profundamente de su contenido y sabía que aquello influiría en una futura decisión que sentía cada vez más cerca.

Podía sentir su corazón latiéndole desbocadamente en el pecho y en los oídos.

Alguien tocó su puerta.

FALLING | Amy & Laurie Donde viven las historias. Descúbrelo ahora