capítulo 5

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Cuando llegó a la casa de su abuelo, soltó un fuerte quejido. Le dolía la espalda terriblemente, su mala postura y pasar horas frente al escritorio no le ayudaba, pero sorprendentemente, le gustaba; se sentía productivo.

Sin embargo, en ese preciso momento, Laurie no deseaba más que comer algo ligero e irse a la cama para comenzar un nuevo día mañana. Caminó hasta la habitación de su abuelo para darle las buenas noches, sin embargo, grande fue su sorpresa al no encontrarlo acostado en su cama, su abuelo solía acostarse temprano y ya eran casi las doce de la noche, fue hasta su oficina y lo vio observar el fuego.

—Abuelo, ¿por qué no estás en la cama?

James se volteó a su nieto con una sonrisa de mejilla a mejilla y se acercó para abrazarlo y Laurie solo aceptó el abrazo algo confundido.

Su abuelo no solía ser una persona de demostraciones físicas de afecto— o de algún tipo— y aquello lo dejó sorprendido al igual que esa sonrisa tan larga. Luego de unos segundos, se separaron ligeramente y el señor Laurence mantuvo sus manos en los hombros del castaño.

—Tengo una confesión que hacerte, mi nieto—declaró el canoso, alejándose para sentarse frente a la chimenea.

Lo imitó y lo incitó a continuar con una mirada expectante de su parte.

—Tomé una de tus canciones, pero fue con una buena intención— confesó sin pena.

El castaño frunció el ceño—. ¿Fuiste tú? Abuelo, esas cosas son personales. No estaban destinadas a que alguien...

—Te pido perdón, nieto mío, pero no me arrepiento.

—¿Puedo saber que hiciste con la hoja?—preguntó Laurie, refregandose la cara con las manos, cansado de la situación y que todas las personas interfirieran con su vida.

—Se la envié— conestó e hizo una pausa para ver el rostro de pánico de su nieto—, a Amy.

—¡Oh, Dios! ¿qué haz hecho?— exclamó, escondiendo la cabeza entre las manos—. No me quiere ver ni en pintura, ¿y haces eso, abuelo?— levantó la cabeza para ver a su abuelo—. Espera, ¿cómo lo sabes?

El señor Laurence se rió.

—Hay que ser muy ciego para no darse cuenta, Laurie.

—¿Tan obvio soy?

—La verdad me sorprendió cuando te proposiste a Jo.

Ahora sí estaba confundido.

—¿De verdad no lo notaste? Ustedes dos siempre se la pasaban coqueteándose y cuando Amy comenzó a crecer no parabas de hablar como te molestaba que los hombres la miraran— explicó—, creí que hablabas de ella cuando me dijiste que te querías casar.

Aquello fue una gran revelación.

—Amy supo muy bien guardar sus sentimientos a medida que creció. Creí que solo era un enamoramiento de niña, pero de verdad te amó durante todos esos años.

—Yo...

—Sería una lástima que ahora que finalmente te das cuenta, otro hombre terminara casándose con ella.

—Pero no me ama, abuelo, de hecho, creo que me desprecia. Si yo estuviera en su lugar igual lo haría.

—Y razones no le faltan—concordó el abuelo—, pero increíblemente aún posees el corazón de esa joven.

—¿Qué?

El abuelo sacó un sobre de su chaleco y se lo entregó, él tomó la carta y la comenzó a leer inmediatamente, al cabo de unos segundos terminó y miró a su abuelo incrédulo.

—Yo que tú, iría de inmediato— dijo el canoso levantándose del sillón con una sonrisa—. ¿Querías una prueba que Amy March te ama? Ahí la tienes.

Se quedó pasmado, releyendo la carta con la letra de la tía March. ¿De verdad había rechazado a Fred Vaughn?

—¿Y qué harás ahora?

No respondió, aún estaba procesando la noticia. ¿Cómo era posible?

—De verdad los ratones te comieron la lengua.

Se levantó de un salto—. Abuelo, yo... ¡Dios! ¿Estarán abiertas las boleterías? Tengo que... ¡pero el trabajo!— habló para sí mismo. Se dio un segundo para ordenar sus ideas y se dirigió a su abuelo, quien trataba de disimular una risita—. ¿Te molesta si viajo? Solo serán una semanas, luego viajaremos comprometidos, aún que, puedo trabajar desde afuera. No quiero apresurar las cosas y Amy tiene que terminar sus clases y... ¡y el anillo, abuelo! Estoy seguro que esta entre mis cosas, ¿no te molesta, verdad?

Las ideas aún no terminaban de formarse en su cabeza cuando llegaba otra. La emoción lo abrumaba, pero un balde de agua helada cayó sobre él. ¿Y sí lo había rechazado por otro hombre y no por él? ¿Aún había la posibilidad que lo detestara?

Pero la valentía lo llenó. Sí ella no lo amaba tenía que saberlo por sus labios, tenía que viajar aún con las mínimas esperanzas.

Vio a su abuelo caminar hasta su escritorio y mover unos papeles sobre la superficie y cuando encontró lo que busca le tendió el boleto.

—Lo único que falta es ordenar tus maletas, pero Dafne ya esta en eso.

Sin decir nada, lo abrazó.

—Muchas gracias, abuelo.

Él le acarició la espalda y se separaron. Justamente cuando Laurie estaba dispuesto a irse, oyeron a alguien en la puerta tocar, ambos gritaron a unísono adelante y en seguida una criada apareció con un juego de café en una bandeja de plata y algo blanco.

La colocó en la mesa de café y el abuelo hizo un gesto de agradecimiento.

—Señor, antes que se me olvide. Esa carta fue hecha con entrega urgente—dijo la criada antes de retirarse.

Tomó la carta y reconoció la letra de de Marmee en el destinatario, en seguida sintió una sensación de angustia y se la entregó a su abuelo.

Observó el rostro de su abuelo pasar de una amplia sonrisa a un rostro ensombrecido por la tristeza. No hizo falta leer la carta para saber que se trataba de una mala noticia.

El canoso soltó la carta y se la entregó.

"Querido señor Laurence:

Esperando que se encuentre bien, lamento comunicarle que nuestra Beth ya no está con nosotros y descansa eternamente en el paraíso, sin embargo, sé que mi hija descansa y no siente dolor al estar con nuestro creador.

Me hubiese gustado que tuviera la oportunidad de despedirse, pero estoy segura que ella vivirá por siempre en nuestros corazones.

Se despide.

Margaret March".

Beth murió y sintió un el dolor de la pérdida de una hermana pero de inmediato su mente viajó hacia otra hermana March que igualmente estaba en su corazón.

Su abuelo lo miró entre lágrimas y dijo:

—Ve con ella, mi nieto— dijo soltando un largo suspiro—. Si hay alguien que necesita tu consuelo es ella.

Se arrodilló frente a él y tomó su mano.

—¿De verdad no hay problema?

El negó con la cabeza y lo abrazó.

—Más te vale casarte con Amy y darme muchos nietos, ¿me oíste? Si no, te dejaré sin herencia—lo amenazó con burla.

—Eso planeo, abuelo—conestó riéndose—. ¿Quieres que me quede contigo?

Lentamente el señor Laurence se levantó.

—Anda a ordenar tus cosas, Laurie. Tienes un largo viaje por delante.

FALLING | Amy & Laurie Donde viven las historias. Descúbrelo ahora