epílogo 1

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Los días pasaron rápidamente para la pareja, puesto que aún Laurie la sacaba de paseo para pasar tiempo juntos y distraerse. Mientras que el señor Laurence  en Londres ya había comprado los boletos para regresar a Concord, pero primero tenían viajar a Inglaterra puesto que era más fácil viajar desde allá.

He iban a viajar hoy en la noche a Londres, con la tía March, ya que, se encontraba más repuesta y en condiciones adecuadas para realizar el viaje.

La rubia se encontraba sumamente nerviosa, estarían en dos días más en Londres y por fin vería al abuelo de Laurie, y aún que, lo conocía desde hace años, se sentía de nuevo como una niñita frente a un adulto desconocido.

El abuelo ya se había enterado del compromiso y el castaño afirmaba que estaba saltando de alegría, y que él era el más partidario de su relación e incluso su carta decía que ya debían estar casados y dándole un bisnieto.

Ambos leyeron la carta juntos en un sofá, acurrucados uno contra el otro y cuándo leyeron la carta por primera vez, los dos se sonrojaron profundamente. El ojiverde empezó atragantarse con su propia saliva, dando como resultado una ronca toz.

La rubia quiso reírse, pero sabía que probablemente Laurie se acomplejaría más de lo que ya estaba y le dió unas palmadas en la espalda al ver que se encontraba tan rojo como una manzana.

—¿Estás bien, querido?—preguntó Amy, ofreciéndole un vaso de agua.

—Para nada.

En el preciso momento que llegaron a Londres, inmediatamente fueron a la casa del señor Laurence, puesto que las March se quedarían como invitadas por el resto del tiempo hasta el día del embarque.

Durante todo el viaje hacia la mansión, Laurie estaba muy ansioso de ver a su abuelo luego de dos meses, quería verlo pronto, abrazarlo y darle las gracias por apoyarlo con Amy.

Prontamente se dieron cuenta que el canoso los estaba esperando en la entrada con desosiego y cuando vió el carruaje, alzó los brazos hacia arriba en señal de bienvenida.

—¡Oh, niño, ya era hora! ¿Por qué tardaron tanto? Los estuve esperando desde hace media hora con la cena servida.

El castaño bajó primero para ayudar a la ojiverde y a la tía March a bajar y una vez ambas estuvieron con los pies en el suelo, abrazó a su abuelo para callarlo antes de que dijera algo inapropiado como en su carta.

—Sí, abuelo— contestó Laurie—. Tuvimos un par problemas con el equipaje al bajar del tren.

El abuelo se soltó de su nieto asintiendo sin realmente escucharlo, saludó a la tía March, luego tomó a Amy por los hombros y la guió hasta puerta.

—Amy, querida. Me alegro tanto que estés aquí. No querrías ver como estaba Laurie cuando se vino hasta acá, parecía estar sin alma. Actuaba mecánicamente como lo hacen las nuevas máquinas de las fábricas—lo decía con una sonrisa en el rostro—. Pero ahora estás con él. Ya no tengo que preocuparme por vigilarlo, ahora solo me preocupa que ¿cuándo me van a dar un bisnieto? Ya soy viejo, quiero ver muchos niños, por favor ¡cásense luego! ¡Por el amor de Dios!

La tía March asentía con cada palabra del canoso, mientras que el castaño se ruborizaba con las palabras de su abuelo y quería enterrar vivo, pero al escuchar la última frase, separó a su abuelo de su prometida abruptamente y la llevó hasta el interior de la casa.

—¡Abuelo! Ya es suficiente—dijo con nerviosismo—. Entremos, por favor.

—Sí, sí. Entremos—asintió él —. Las damas deben estar cansadas, sus habitaciones estan listas para ser ocupadas. Si tiene algún inconveniente pueden decirme sin ningún problema.

FALLING | Amy & Laurie Donde viven las historias. Descúbrelo ahora