Discernir entre la realidad y lo irreal parecía ser una tarea imposible. Estaba en una profunda pesadilla interminable de cómo la vida de la persona que más quería se esfumó como un trapo sucio a la basura. Su mente y esperanza aún no decaen en la idea que todo lo que vivió era un sueño; un sueño dentro de un sueño, que se despertó de ese mismo sueño, pero continuando, siendo un sueño. Así de confusos eran los pensamientos de Akari; solo rezaba, le imploraba a Akari en la profunda oscuridad que su mente le confinaba, que todo fuera la más horrible de las pesadillas.
Poco a poco, la oscuridad se volvió clara y difusa. Los rayos de luces mañaneros se posaron sobre su rostro para incomodar su imperturbable siesta. No quería despertar; despertar y saber que sus mayores temores se podían hacer realidad. Su mente no sabía que pensar, y su perspicacia solo le insinuaba que se preparara para lo peor
Abrió poco a poco los ojos, entrecerrándolos cada vez en un paso más angosto; no solo por los rayos de luz, también por el hecho que se sentía agotada y el solo hecho de mover sus músculos más pequeños le sumaba suma presión y no sentía la suficiente fuerza para respaldar su intención.
Pudo abrir sus párpados lo suficiente, solo para encontrarse en una habitación que nunca había visto en su vida; decorada por tapices de llamas hermosos, trajes y espadas antiguas de espadas de samuráis y lo que parecía ser una especie de armadura y... Nada más. Intento mover o ver más allá de su entorno, pero su cuerpo le dolía mucho, limitando su campo de visión.
Quería volver a dormir, si es que en verdad estaba en realidad despierta, pero algo le decía que si era la realidad (además de su instinto, claro está), pero necesitaba respuestas; necesitaba liberar su mente de una nueva tortura impuesta por sí misma. Sufría una terrible migraña por tanta información sin claridad, sus memorias dándole una mala pasada, su cuerpo doliéndole bastante y su instinto torturándola aún más con verdades no dichas.
Deseaba gritar, pero solo consiguió un inaudible chirrido; su boca se encontraba seca, dándole una incómoda sensación. No podía hacer nada, ni moverse ni hablar; aunque no lo anhelaba, debía esperar hasta que alguien la encontrara.
No supo cuánto tiempo espero, tampoco le importaba. Las horas eran igual a los segundos en propia perspectiva. No hubo ninguna novedad hasta mucho tiempo después. No sabían que decían ni como eran, solo sabía que detrás de la puerta en la que fue resguardada se escuchaba dos diferentes murmullos; una voz algo ronca, gastada y algo aguda mientras que otra algo grave y juvenil, como la de un chico.
No tenía idea de lo que hablaban; tal vez de ella, tal vez de cualquier otra cosa, pero no podía hacer nada. Se empezaba a impacientar, los murmullos eran de idas y venidas y no parecía concretarse nada. Estaba desesperada, suplicaba respuestas a cualquier fuerza mística. Intento ponerse de pie, pero su cuerpo aun magullado, no le obedecía, estaba completamente paralitico; no le gustaba esa sensación, no le gustaba de nada.
Los murmullos cesaron. Cuánto tiempo paso desde la última charla, pero debió de ser bastante, pues empezó a sentir la espera eterna, la puerta finalmente se abrió.
— Mi... Miyu-Bāchan — Dijo débilmente Akari, solo para ganarse una sonrisa de la anciana. Traía una almohadilla consigo y se sentó al lado de la cama de tatami (1) donde reposaba la pequeña.
— ¡Qu-Qué bueno... Que estas a-aquí — Le costaba aun hablar, la garganta le ardía con furia. Hizo una mueca de dolor, además de toser secamente. Miyu ya sabía que algo como esto pasaría, retirándose un momento de la habitación, trajo una jarra de agua al clima; se agacho, levanto un poco el cuerpo de la niña intentando ignorar sus quejidos, cogió la quijada de la niña y le hizo beber el contenido.
— Gracias — La señora retiró el vaso, acomodó cuidadosamente a Akari en su cama de nuevo y se volvió a su almohadilla. Miró detenidamente todo el cuerpo de Akari; tras analizarlo, lo único que parecía de suma urgencia era la profunda herida de su hombro; esa herida no solo corto huesos y nervios importantes, también estuvo cerca de perforar vasos sanguíneos comprometedores. Es un milagro que el médico que la visitó hace dos días afirmó que su recuperación sería bastante positiva y recuperaría su movilidad a su debido tiempo a pesar de todo; eso sí, la cicatriz no se la quitará nadie.
YOU ARE READING
La Slayer De Las Estrellas
AdventureTras la perdida de sus padres, Akari Kibō se embarcara en un mundo completamente nuevo, donde los demonios y los cazadores combaten sin fin para derrotar a Muzan... Con el objetivo de descubrir la verdad y resguardar su felicidad, estará dispuesta a...