━━━━━━━━━━━━━ CAPÍTULO QUINCE ASÍ DEBO ACTUAR ━━━━━━━━━━━━━
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EL JOVEN MALFOY HABIA DEJADO PASAR ESE LIQUIDO GROTESCO POR SU GARGANTA. Sorbo a sorbo. Los ojos plateados de la pelirroja de fuego lo observaron con atención y en ese momento sintió la serendipia con todo su esplendor. El encontrar un hallazgo afortunado era algo increíble en su mundo, algunos preferirían el oro dorado con brillos y aquellos avariciosos sin duda alguna lo aceptarían sin más, el en aquel momento se sintió mas afortunado. El encontro algo más importante:
Preocupación, preocupación genuina.
Aquella muchacha de rasgos esculpidos por los dioses muggles, esos de los que el leía en secreto estaban orgullosos y dichosos de esa mujer a su lado. Pelos rojizos callendo libres tan largos y bellos como aquel día en que su madre lo pudo al fin abrazar, dejando de lado su propia desdicha ante el desconsuelo familiar que sufría por ser solo un sangre pura. Su mascara lo protegía y hoy se sintió receloso de la sonrisa sincera que dedicada la pelirroja al estúpido Harry Potter. Por quien la mayoría de Hogwarts perdonaba cualquier sanción y conducta y encima en cualquier oportunidad mostraban aquella preferencia.
Él era solo un adolescente y sentía el mundo en sus hombros.
Cuando Lizza la gryffindor más intrigante que había conocido hasta el momento pregunto por el muchacho con quien la comparaban en ese momento preciso el sintió una memoria llegar a él de forma inesperada.
❝En mis años, había un solo muchacho en gryffindor tan valiente y encantador. Cabello pelinegro y ojos aquamarinos brillantes de curiosidad por el mundo mágico. Era solo un sangre sucia, pero el único con aquellos perdedores que eran los merodeadores que valía la pena.❞
Su tía loca había mencionado aquello en su delirio cuando la fue a visitar en Azkaban.
«Intrigante.»
Madam Pomfrey le dijo a Lizza, la chica que lo había acompañado junto al imbécil de Hagrid a la enfermeria, que como la había ayudado con paciencia, se podía quedar. La enfermera había entendido que probablemente eran amigos, grandes amigos.
Lo único que quería de esa muchacha era un beso de esos labios cerezas que desde el primer momento que la vio en el gran comedor le llamaron la atención. Se sentía hechizado y preso de sus acciones. Esa mujer era efectivamente todo lo que le dijeron que no le debía gustar. Estaba prohibida, pero esa enemiga de su estatus le atraía como nadie lo había hecho.
—Entonces ¿Eres una sangre sucia Lizza?—pregunto hacia la pelirroja que en ese momento había estado en un silencio incómodo.
—La pregunta seria, ¿cómo me conoces? y ¿por qué te importa si lo soy o no?
—Hay una respuesta sencilla, yo soy Draco Malfoy y lo se todo.—dije sonriendo con sorna ante sus brazos cruzados.
—Quieres decir que eres un metido, y que aparte lo aceptas.—menciono ella con el entrecejo frucido y sus ojos plata chispeantes. No me engañaba le gustaba discutir, podría decir que le apasionaba.
—No, solo que los rumores corren novia de Potter.—dije saboreando la palabra novia.
—Y-yo no lo soy, solo somos amigos—su nerviosismo hizo que, bueno, quede extasiado con sus mejillas sonrojadas y furioso con el cara rajada Potter.
—Oh enserio, eso no es lo que se dice—menciono negando suavemente cruzando las piernas en esa acolchada camilla.
—Y ¿qué es lo que se dice?—pregunto.
—Que caíste por el cara rajada redondito.—dije con malicia y soltura observando como su respiración se alteraba producto del enojo que ella tenía.
Su sorpresa no se hizo esperar su boca se abrió en una ❝o❞, ella era única.
—Yo sé que eso no es cierto, solo es mi amigo y se que tu lo molestas.—respondió.
—Si lo hago. Solo por que lo busca.—dije defendiéndome.
Vamos el idiota siempre trataba de robarme la gloria, mi padre se enojaba tanto que aveces llegaba a pensar que el miedo ante aquello me carcomeria la entrañas. Yo protegería como sea a mi madre, aún si eso significara burlarse del chico imbecil y portarme como uno en otras ocasiones.
«Ella lo valía con creces.»me dije pensando en mi madre.
—El no lo hace, ¿Por qué lo haría?—odiaba que lo defendiera con esa vehemencia.
—Por qué le gusta la atención.—declare.
—Y tu ¿por qué quieres llamar la atención?—dijo ella aún cruzada de brazos mientras lo miraba con atención.
—Por qué es lo que se supone que haga.
Un silencio se propagó luego de eso. Supongo que el dolor que exprese en mis palabras me delató. Yo esperaba que pase desapercibido, era lo único que debía hacer o lo lamentaria luego.