«Yami...»
La voz, suave y cálida, llegó hasta su oído de forma tenue, como si estuviera dentro de una burbuja. Se encontraba en uno de esos momentos en los que se está entre la vigilia y el sueño, sin ser capaz de distinguir la realidad del mundo onírico.
«Yami...»
Escuchó aquella voz de nuevo y a lo lejos, vio dos siluetas de la misma altura, dos mujeres con el cabello completamente liso y que caía libremente por sus espaldas. Lo único que las diferenciaba era que una lo tenía dorado, resplandeciente como los rayos de luz que entran por la ventana cuando está amaneciendo, y la otra, completamente oscuro, con la negrura propia de una noche cerrada, sin luna ni estrellas.
«Yami...»
Andaban juntas y, justo en el momento en el que se iban a dar la vuelta para hablarle y así poder verles el rostro, se despertó.
–Yami –volvió a repetir la voz mientras sentía una ligera caricia en el brazo–, necesito ir al baño.
El hombre se dio la vuelta en la cama con pesadez. Había dormido realmente poco en los últimos días, pues sus encuentros con Charlotte cada vez eran más frecuentes. Su relación avanzaba a pasos agigantados; cada vez se conocían y confiaban más el uno en el otro.
Normalmente se veían en un sitio neutral, pero, el día anterior, la mujer de mirada clara tuvo que ir a la sede de los Toros Negros a llevar una documentación. Vale, no era estrictamente necesario que fuera ella, podría haber mandado a cualquier otra de las integrantes de su escuadrón, pero le sirvió de excusa para verlo.
Se sentía flotando. Habían pasado algunos meses desde aquel primer encuentro íntimo, pero todavía no podía creer que le estuviera pasando aquello con Yami. Muchas veces había escuchado eso de que si no lo intentas, las sensaciones agradables nunca llegan. Y qué razón había en esas escasas palabras. Había vivido siempre escondida en sí misma, creando una imagen que no le correspondía. Sí, era cierto que era una persona fría, un poco distante, y eso era algo inherente a su personalidad. Sin embargo, no entendía que pudiese llegar a ser tan vergonzosa y cerrada y que hubiese tardado tanto tiempo en declarar sus sentimientos. Incluso recordaba lo que sucedió la mañana después de aquel primer encuentro con Yami y se sentía estúpida. Al despertar, se vio desnuda junto a él, tapada con las mantas de su cama, envuelta en uno de sus brazos mientras Yami dormía plácidamente y sintió pavor. La vergüenza la recorrió completa mientras recordaba el sonido de sus propios gemidos, el roce de las manos callosas del hombre por su cuerpo y la cálida y gratificante sensación de cobijarlo en su interior. Y, de nuevo, intentó huir. Claro que esa vez ni ninguna más le fue posible escapar porque Yami no se lo permitió.
Por ese motivo, alegando que ella misma en persona debía entregar aquella documentación urgente al Capitán de los Toros Negros, aquella noche la pasó completa en su habitación. Tuvo suerte de ser recibida por él y no por otro integrante del escuadrón, ya que de esa manera nadie se enteraría de que había estado allí. Cuando le dio los papeles, pensaba realmente irse, pero ninguno de los dos se pudo resistir a la presencia del otro y acabaron enredados sin remedio, haciendo el amor extasiados en el suelo de la habitación. Y aquello volvió a suceder más veces durante la noche, por eso, ambos estaban exhaustos.
Yami abrió uno de sus ojos, tratando de enfocar la vista. Estaban muy cerca el uno del otro, por tanto, se acercó y rozó los labios con la punta de su nariz en un gesto repleto de ternura que se había convertido casi en un ritual cuando la sentía cerca.
–Pues ve. Si sabes perfectamente dónde está –le contestó con voz somnolienta mientras volvía a cerrar la pequeña ranura que se había abierto en su ojo.
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Fluctuaciones
FanfictionDesde siempre, Yami ha sido capaz de percibir el ki de otros, descifrando así su cantidad de poder o qué sienten en cada momento a través de sus fluctuaciones. Sin embargo, con Charlotte le es imposible. A medida que se vaya acercando a ella, descub...