Capítulo 6. Eras tú

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—¿Estás mejor?

—Sí —afirmó Charlotte suspirando, completamente relajada. Incluso sentía que podría quedarse dormida en ese preciso instante.

El vapor de agua inundaba toda la habitación, haciendo así que los músculos se destensaran, que las almas se calmaran y que las caricias pausadas brotaran incontrolables.

Charlotte, a una semana de dar a luz, estaba realmente agotada. Todo le suponía un esfuerzo enorme, las articulaciones le pesaban y a Yami se le había ocurrido que un baño de agua caliente sería buena idea para relajarla. Y, por el momento, estaba siendo efectivo.

Se encontraban ambos en la bañera privada de Yami —ventajas de ser capitán—, Charlotte con la cabeza y la espalda apoyadas en el pecho masculino, mientras sentía tenues caricias viajar desde sus brazos hasta su vientre sin detenerse, como en un esfuerzo incansable por que estuviera cómoda.

De repente, un reguero de besos mojados, pasionales y ardientes comenzó a resbalarse por su cuello. Con su melena dorada recogida en un moño algo deshecho para no mojarla, esa parte de su cuerpo quedaba totalmente expuesta, sirviendo de deleite al dueño de los labios que lo recorrían sin detenerse.

—Yami... —suspiró con resignación— para.

Entonces, el hombre se detuvo. Durante todo el embarazo, su intimidad no había sido interrumpida, pero las dimensiones del vientre de Charlotte ya no permitían que esos encuentros se siguieran produciendo.

—Cuando nazca Hikari y te recuperes, me tendrás que compensar estas semanas de espera. Lo sabes, ¿no?

Charlotte abrió los ojos y sonrió con picardía. Después, se giró un poco para poder mirarlo y asentir con decisión. Como respuesta, Yami llevó su mano hasta el vientre de nuevo y lo sostuvo con determinación, sin mover su extremidad esta vez.

—Ya sabes, mocosa, sal pronto de ahí, que tu madre tiene cuentas pendientes conmigo.

La mujer rio, mezclando su aliento alegre con el vapor que lo cubría todo por completo. Llevó después la mano hasta la de Yami y los dos se quedaron en silencio absoluto por unos segundos, mientras acariciaban con sus manos conectadas a Hikari a través de la piel de Charlotte.

La niña, al sentir a sus padres tan cerca, empezó a moverse inquieta, haciendo que el vientre creara una especie de ondulaciones intermitentes.

—Siempre se pone así cuando estás a su alrededor —apuntó Charlotte, recordando que siempre estaba mucho más enérgica cuando Yami estaba próximo a ellas.

Si en ese momento hubiesen podido detener el tiempo, lo habrían hecho sin dudarlo. Allí no había reino, no había guerras ni subordinados, no existían las Órdenes de Caballeros Mágicos ni tampoco eran capitanes de nada ni nadie, sino que la calma lo llenaba todo, impregnando sus almas del sentimiento más puro que el ser humano puede llegar a experimentar en su vida.

—Yo también estoy deseando que nazca —dijo Charlotte con una ligera curvatura de sus labios adornando su rostro mientras miraba hacia la pared empañada de la habitación. Después, suspiró y volvió a hablar—. Estoy enorme —afirmó bajando la vista hacia su abultado vientre.

Yami la pegó más a su cuerpo y le dio un beso corto, pero lleno de cariño, en el lóbulo de la oreja derecha.

—Pero estás más guapa que nunca.

Charlotte se incorporó un poco y volvió a girarse para mirarlo, sonriendo con sorna y frunciendo el ceño ligeramente, divertida.

—¿Me tengo que tomar eso como un cumplido? —le preguntó sarcástica, sabiendo que él le seguiría el juego.

FluctuacionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora