Dix-sept.

289 61 3
                                    

Jeongin seguía siendo lejano a los demás, pero había aprendido a acercarse a Chan.

Y Chan, había aprendido muchos gestos de Jeongin. Lo conocía muy bien.

Cuando Jeongin se enojaba o estaba cansado, su boca formaba un "ㅅ".

Cuando comía o sonreía, los hoyuelos de sus mejillas se marcaban mucho.

Y sobre todo, que amaba su sonrisa. Era el gesto más sincero que había visto en el menor. Cuando estaba feliz, irradiaba luz por todos sus poros.

Jeongin era un Sol.

Pero un Sol de invierno.

Porque estaba ahí brillando, pero aún no podía entregar su calor y luz a todo el mundo.

Era un Sol para pingüinos.

Chan notó con el tiempo, que Jeongin ya lo había pasado en estatura. Y eso que él era el mayor. Ahora al pequeño de cabellos castaños le gustaba molestar a Chan por lo bajito que era.

Pero el mayor no le diría nada, porque amaba que Jeongin estuviera feliz.

Las tardes juntos le alegraban el alma, y agradecía la idea de su madre de que ambos fueran amigos desde pequeños.

Pero había algo que Chan no había visto hasta un día. Algo que había pasado desapercibido ante su intelecto por todos aquellos años.

Ese algo, era que Jeongin le tenía miedo a una persona en específico.

Y cuando Chan lo descubrió, supo de inmediato que desde ahí venía su trauma.

ραѕιтσѕ ∂є ριиgüιиσ •• ChanIn •• -αdαpтαcιóɴDonde viven las historias. Descúbrelo ahora