Sirius detestaba a su madre, y su madre lo detestaba a él.Oh, eso era algo de lo que el joven Black no dudaba ni por un minuto. A nadie le sorprendía su comportamiento, desde una edad muy temprana quedó claro que Sirius no iba a ser como su familia.
Parecía que Walburga aún no se cansaba de intentarlo, cada mínima cosa que Sirius hacía mal, era una reprimenda segura. No como su padre, Orión, que ya se limitaba a tratar con su hijo menor y su mujer como si su primogénito no existiera.
El joven de apenas quince años estaba sentado en el alféizar de su ventana, mirando con los ojiplatico el mundo pasar. Definitivamente, nunca sería como sus padres desearían, era evidente. Su cuarto estaba hecho un desastre, la cama, que era demasiado grande para una persona sola, tenía todas las sábanas y mantas de cualquier manera, así como una de las almohadas yacía en el piso de madera oscura.
Su escritorio realmente estaba lleno de pergaminos, cartas que se intercambiaba con James, fotos de los merodeadores y un cenicero. Había tomado el hábito de fumar de vez en cuando, o como le gustaba decir para excusarse "en momentos de estrés". Pero siendo sinceros, ni fumandose toda la cajetilla a la vez conseguiría quitarse el estrés que Walburga Black causaba en él.
Tenia ganas de comenzar ese nuevo curso en Hogwarts porque eso significaba quitarse a su madre de en medio, pero su hermano Regulus seguiría allí. Sirius no odiaba a su hermano pequeño, sabía que él solo quería contentar a sus padres, ser lo que ellos querían que hubiera sido Sirius. Es verdad que a veces se pasaba de capullo cuando tenía encontronazos en los pasillos, pero generalmente el menor evitaba intercambiar palabra alguna con el traidor de su hermano.
Volviendo a la realidad, y como era de esperarse, Sirius estaba encerrado en su dormitorio. Acaban de cenar, y como solía ocurrir, Walburga hacia todo lo que estaba en su mano para tratar de hundir a Sirius, haciendo todo tipo de comentarios sobre su casa, Gryffindor, sus compañías, y en general, ese carácter tan rebelde que tenía. Una cena normal y corriente con los Black.
Evidentemente Sirius había corrido a encerrarse tan pronto como le fuera posible, su habitación se había convertido en su pequeño refugio anti- madres pesadas y hermanos que asienten solo para dar la razón.
El joven pelinegro dejó escapar un suspiro, quería regresar cuanto antes a Hogwarts para hablar con James, Peter y Remus de todo y de nada para al menos, perder de vista las ganas de asesinar a su madre. Fijó su mirada plateada en esa bendita foto que había tirada entre sus mantas, una foto que se había sacado el curso anterior con sus tres mejores amigos como despedida.
Se podía apreciar, de izquierda a derecha, a Peter, que sonreía de lado y casi aguantaba un estornudo en el momento de la foto, saludando al final, James, que sonreía con todos los dientes con esa mirada tan traviesa que lo caracterizaba mientras pasaba un brazo por sus hombros, y el otro brazo por los de Peter, a él mismo, que también pasaba su brazo por los hombros de James, con esa melena negra tan rebelde como él y una camiseta muggle negra, al final dirigiéndole una mirada fugaz a Remus, que sonreía como el joven amable que era sin hacer ninguna cosa rara, como los demás.
Oh, maldita sea Remus.
Sirius se dejó caer en la orilla de su cama, sentándose como indio mientras miraba atentamente la fotografía, tomada por Lily Evans, pasando especialmente la yema de sus dedos por el rostro de su amigo licántropo. En sus noches sin dormir no podía evitar pensar, mientras miraba al techo, en lo malas que tendrían que ser estas noches para él, ojalá poder estar a su lado a la mañana siguiente esperando que pronto recobrara sus fuerzas para poder hablar de cualquier cosa con él y verlo comer los dulces que habían conseguido traerle.
Pero se había sorprendido a si mismo pensando más de la cuenta en Remus. Si, todos los veranos echaba de menos a sus amigos, pero este año ese sentimiento se había vuelto especialmente fuerte con Remus, supuso que era por su licántropía, sentia la necesidad de compartir con él sus malas experiencias en casa para atenuar el dolor que siente por dentro.
Sus pensamientos se vieron abruptamente interrumpidos cuando se escucharon tres buenos golpes en su puerta. En seguida descartó la idea de que fuese su madre, ella jamás llamaba y si lo hacía no esperaba una respuesta antes de entrar.
---¡Sirius, Sirius! ¿Estás ahí? Por Merlin, dime que no estás fumando esa porquería otra vez y baja, madre no está muy contenta con que vayas dejando tus cosas de Gryffindor por ahí.---
Reconoció a la perfección la voz de Regulus a través de la puerta negra de su habitación. Cuando estaban a solas parecía que casi se preocupaba por él, pero debía estar alucinando.
---Madre no está feliz por mi presencia a secas.---
Murmuró entre dientes poniéndose en pie con una tremenda pereza. Llevaba la camisa por fuera e iba descalzo, solo con unos calcetines granates y dorados como los colores de Gryffindor. Se los había puesto solo por molestar, fueron un regalo de la madre de James.
Antes de irse apagó el cigarrillo que reposaba en el cenicero, el cual estaba ya prácticamente consumido, y abrió la ventana para que el humo saliera de la habitación antes de tener más problemas. Pasó una mano por su melena rebelde antes de tomar el pomo para bajar a otra inevitable pelea con su madre, ni si quiera pensó en mirarse al espejo antes de hacerlo, que se aguantara.
---Otro maravilloso día en casa de los Black, que encantadora familia.---
{...}
Habían pasado dos horas, y si, si os lo preguntáis todo había acabado en un
fugaz, pero no por ello menos intenso intercambio de palabras hostiles entre su madre y el joven pelinegro. Llevaba mirando al techo mucho tiempo, pero sus ganas de dormir se habían ido lejos de él, en esa casa no hay quien esté tranquilo.Una tenue luz entraba por sus ventanas, esa noche había una pequeña brisa de aire que de cierta manera era tranquilizadora, pero de nuevo, sus pensamientos acudían a Remus.
Merlín que esté bien, nunca te pido nada pero que Remus esté bien.
No controlaba el calendario lunar tan bien como evidentemente lo hacía su amigo, y no sabía si eso era un problema o una bendición. Seria una tortura contar los días para la noche de luna llena, no podría dormir pensando que Remus estaba sufriendo solo, sin sus amigos en algún lugar. Pasó una mano por su frente, sentia hasta un ligero cosquilleo en su vientre que delataba sus nervios.
La única manera que Sirius tenía de calmar esos nervios era durmiendo junto con el licántropo, y es que había desarrollado la habilidad de dormir con un ojo abierto por si le sucedía algo por las noches. Al final acababa recostandose a su lado para garantizar que su amigo estaba perfectamente.
---Joder Remus.---
Murmuraría antes de tomar otra almohada y presionarsela en la cara por unos segundos. Eso era mejor que ponerse a fumar otra vez, algo que sin duda el licántropo reprobaba.
Pese a hablar de todo con James, no le había escrito sobre esta necesidad de comprobar que todo estuviera bien con Lupin, quizá si se lo pudiera decir en persona... pero es que tampoco encontraba las palabras para expresar esa preocupación que nunca había tenido por nada y que ahora de repente, le nacía con uno de sus mejores amigos, de la noche a la mañana.
Le costó lo suyo pegar ojo, solamente le daba ánimos pensar que quedaba menos de un mes para regresar al colegio, y entonces no tendría que soportar ese infierno de personas que tenía por familia.
No recordaba al día siguiente demasiaso, solo despertarse babeando con el vago recuerdo de una cabellera castaña y cierto olor a... ¿eso era chocolate?