---Mira, casi pareces mi madre Lunático.---
James Potter no era precisamente un santo, y durante estos años compartiendo cuarto con él, Remus podía notar a la perfección ciertas miradas cómplices que Sirius y él se lanzaban, y como hablaban en clave sobre fiestas y travesuras, para que él no se percatase hasta que era demasiado tarde para detenerlos. Por desgracia para ellos, el joven Lupin los había pillado.
---Ya sabéis lo que pienso sobre estas cosas, además, siempre me toca pringar a mi.---
Sentado sobre su cama, que era la única hecha de las cuatro, Remus trataba de leer su libro sin querer participar en esta estupida conversación en la que James y Sirius querían convencerlo para que se uniera a "la diversión". Por mucho que lo intentara, esa clase de ambiente con música alta y bebidas alcohólicas no terminaba de hacerlo sentir cómodo e incluido.
Levantó la mirada al oír como Sirius saltaba en su cama con la corbata atada en la cabeza, reconocía que era gracioso, pero no podía dar su brazo a torcer por las payasadas del pelinegro.
---Estarás con nosotros, prometemos no pasarnos, que es domingo y mañana tenemos clases, ¿a que si Canuto? ¿A que seremos respetuosos?---
---Claro que si, queridísmo James. Todo sea por complacer los deseos de nuestro santo Remus, un ser de luz que jamás pecará y será monje.---
Ambos estallaron en risas tras esa payasa actuación de Sirius, que había exagerado una voz empalagosa y por andar sobre la cama se cayó al piso mientras reía estrepitosamente.
Era seguro que esos dos acabarían sin poder sostenerse en pie, porque era lo que siempre pasaba, y no dudaba que esta vez sería igual. Tuvo que acabar aceptando, pese a sentir que aquello no era lo suyo. Sus mejores amigos iba a estar y se sentiría mal si alguno de ellos acabara mal por no haber estado para traerlo de vuelta al dormitorio si algo sucedía.
La música no tardó en aparecer, si aparecía McGonnagall se les iba a caer el pelo, pero la sala común de Gryffindor parecía siempre una sala de fiestas, casi siempre por culpa de Sirius y James.
---Hola Remus, ¿otra vez siguiendo a estos imbeciles?---
Lily Evans se había sentado a su lado en uno de los múltiples sillones de la sala común, la verdad es que ella era una persona muy sensata, seguramente estaba aquí también vigilando que nada malo sucediese.
---Sí, me preocupa que ni puedan caminar, no piensan.---
---Te entiendo, a mi me dijo James que si venía me compraría lo que pidiese en la próxima salida a Hogsmeade.---
Ambos rieron levemente. La pelirroja no dejaba de mirar disimuladamente al joven Potter, que reía con Sirius y Peter mientras hacían tonterías varias.
---Le dije que no vendría ni muerta, pero supongo que como tu, me vi presionada por su bienestar. Es muy irresponsable.---
Murmuró la pelirroja mientras Remus solamente asentía, si tenían cabeza, jamás les había visto utilizarlas.
El tiempo pasaba, al final no todo estaba resultando ser tan desenfrenado como Lupin pensaba, pero cada vez se iban agotando más la hidromiel y el whisky de fuego. Fue preocupante ver a Sirius tomar la botella y darle un buen sorbo que casi le hace salir el líquido por la nariz.
La verdad es que Remus nunca lo había pensado, quizá era la primera vez que se percataba, pero ahora que estaba a punto de escupir el whisky, ¿no tenía Sirius un encanto natural? Él ni quiera tenía que esforzarse, allá donde estuviera era la persona más atractiva de la sala, la más guay también. Cuando Sirius estaba a su alrededor siempre conseguía sacarle alguna risa, por muy mal que se encontrara, era simplemente capaz de hacerlo todo más divertido.