Iniciativa

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Flavio

Ayer con Gèrard me lo acabé pasando muy bien. Acabamos pidiendo chino para cenar ya casi a las 11 de la noche. Es por eso que ahora me estaba levantando más tarde de lo habitual.

Aún así, hice un esfuerzo para levantarme y aprovechar la mañana. Hoy por la tarde me tocaba ir a la discográfica donde me presentarían a una nueva "estrella de la música", palabras de mi jefe Manu.

Me estaba haciendo el café y me acordé del trozo de bizcocho que logré salvar ayer de las manos de Gèrard. Cuando lo descubrió, argumentó que era el postre perfecto y casi se lo come de una.

Mientras desayunaba, su vecina se estaba dedicando a limpiar. Lo sabía porque llevaba un rato escuchando la aspiradora. Le vino a la mente una imagen de Samantha, la única imagen que tenía en realidad, de ella esperando en la puerta con un bizcocho en la mano mirándole con los ojos más bonitos que había visto nunca.

No la había vuelto a ver desde entonces, excepto en la terraza, pero entonces ni si quiera le había visto la cara. Se sentía con ganas de verla, al fin y al cabo, fue por Samantha que consiguió quitarse el bloqueo que tenía encima; aunque ella nunca lo sabría. Quizá podría forzar un encuentro "fortuito en el pasillo", o colar el gato en su casa y con esa excusa llamar a su puerta...

Pero qué estaba pensando, se le estaba yendo la cabeza. Tendrá que esperar a que el destino les vuelva a cruzar.

Recogió la taza de café y el plato del bizcocho y se puso a fregar. Iba a guardar las cosas cuando se le encendió la bombilla. ¡Ya está! ¡El plato del bizcocho! Se lo tenía que devolver. Claro claro, se acababa de mudar, tendría cuatro platos contados, es fundamental devolvérselo.

Con una sonrisa en la cara, corrió a la habitación a vestirse. No es que quisiera arreglarse o algo, pero estaba feo aparecer en pijama en casa de otra persona, ¿no?

Optó por unos pantalones negros con rotos en las rodillas y un jersey de cuello alto verde. Se terminó de asear y puso rumbo a la puerta de su vecina.

Llamó un par de veces al timbre pero la chica no abría. Supuso que con el ruido de la aspiradora era difícil que le oyera, así que optó por aporrear la puerta. ¿Un poco rudimentario? Sí, pero la verdad que tenía ganas de volver a verla.

Aporreó a la puerta y la aspiradora dejó de sonar, pero nadie abría, por lo que optó por llamar otra vez.

- Vooooooy

Le abrió la puerta Samantha, que llevaba el pelo recogido en una coleta medio deshecha, la misma sudadera que le vio la otra noche y al seguir bajando la vista se dio cuenta que llevaba unos pantalones cortos rosas que dejaban a la vista unas piernas infinitas con multitud de tatuajes, que acababan en unos pies descalzos con las uñas pintadas de morado.

+ Ou - se le escapó sin querer después de hacer el recorrido por su cuerpo.

Vio que ella daba un respingo antes esto, y la miró a la cara. Se había puesto un poco roja y se mordía el labio.

Flavio sonrió al ver el efecto que tenía en ella y decidió vacilarle un poco.

+ Estás un poco roja vecina - le salió un poco más grave de lo habitual por el panorama que tenía en frente.

Ésta abrió mucho los ojos y se quedó un momento pasmada hasta que respondió.

- Sí, es que estaba teniendo una sesión de limpieza bastante extrema - dijo ella intentando disimular.

+ Claro, por eso no oías la puerta, llevo llamando ya un rato - decidió seguirle el juego, todavía no había demasiada confianza entre ellos.

- Ah ¿Sí? Perdona, estaba en mi mundo, y... ¿Qué querías?

Casualidad o destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora