Frustración

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Flavio

Cerré la puerta mirando el bizcocho que tenía en la mano. ¿Un bizcocho, en serio? ¿Qué estamos, en una película de Estados Unidos?
Lo dejé en la encimera de la cocina y fui al armario a ponerme una camiseta. Al entrar, me di cuenta del desastre de cama que tenía. Ahora que tenía vecina, tendría que cuidar un poco más los ruidos del cabecero.

Así que mi nueva vecina se llama Samantha eh, parecía una chica maja. Me gustaban sus ojos, era en lo primero que me había fijado cuando la vi. Lo siguiente en que me había fijado es que era alta, no tan alta como yo, pero lo suficiente como para mirarla sin tener que bajar la cabeza.

Me puse con el piano a tocar un rato, llevaba varios días que no me había parado a hacerlo, especialmente hoy no es que me quejara, había pasado un día bastante entretenido con Sheila alrededor, lástima que no fuera haberla más. Me dijo que la llamara, ni se dio cuenta que no sabía su número, tampoco es que lo quisiera, no quería ningún tipo de atadura y Sheila parecía del tipo de quererla.

Acabé tocando una nueva canción en la que estaba trabajando, pero no me convencía, últimamente no me estaba saliendo nada de mi gusto y me estaba empezando a frustrar. Paré de tocar, y me puse a dar unos golpes al saco;qué me estaba pasando, antes hacía canciones como churros, y está mal que yo lo diga, pero eran bastante buenas, gracias a eso entré en la productora en la que estoy ahora, pero querían nuevos temas y no se los estaba dando. Me estaban presionando y bajo presión nada fluía.
Le pegué un puñetazo demasiado fuerte al saco provocando que mi gato se asustara y saliera corriendo hacia la habitación. Miré la hora, vi que eran alrededor de las nueve, me quité las vendas de las manos y fui a hacerme la cena con la intención de salir a la terraza a comermela.
Mañana sería otro día, iría a dar una vuelta y me llevaría la libreta, buscaría inspiración en algún lado que no fueran estas cuatro paredes. Sí eso es, no debía preocuparme, solo necesitaba un nuevo punto de vista.
Empecé a comer, cuando oí como se abría la puerta de la terraza de al lado y escuchaba a su nueva vecina hablando por teléfono.

Se giró para mirarla, pero el muro que separaba las terrazas le impedía ver más allá de su torso apoyado en la barandilla, posiblemente, ella ni le vería desde esa perspectiva;ahora se había soltado el pelo y el viento se lo movía tapándole la cara, en vez de la camiseta de Leonardo Di Caprio que llevaba antes, ahora tenía puesta una sudadera morada que ponía "Cáctus"; apesar de que no era lo habitual en él, se encontró intentando agudizar el oído para ver qué decía, cuando se dio cuenta de que no entendía ni papa, no hablaba español, hablaba catalán. Su gozo en un pozo. Eso le pasaba por intentar espiar; desconectó de la conversación y siguió cenando tranquilamente.

Samantha

Llegué de dar el paseo con Frankie, le eché de cenar y fui a la habitación a cambiarme y ponerme cómoda; cogí unos pantalones cortos de pijama, me quité el sujetador, y me puse la sudadera de mi antiguo grupo de música, el que dejé atrás en Beniarres, mi pueblo natal, para venir a Madrid.

Miré el teléfono por primera vez en horas; tenía una llamada perdida de mi hermana y varios mensajes de mis amigos, entre ellos Lorena, pero decidí que contestaría más tarde, que lo primordial era devolverle la llamada a su hermana. Le di a volver a llamar y me contestó al primer timbre.

*****Hablando en catalán*****

+¡Hola hermanita! ¿Qué tal por la gran ciudad?

- Muy bien Débora, siento no haber llamado antes, pero he estado ocupada todo el día con la mudanza y todo.

+ Me lo imaginaba Sam, pero ya sabes cómo son papá y mamá, se empezaron a montar sus paranoyas y decidí llamarte yo antes de que llamaran a la policía jajajaja

Así eran mis padres, todavía no entendían que tenía ya 26 años, que me sabía cuidar sola, pero bueno, supongo que los podía comprender. Era un poco desastre en general, y era la primera vez que estaba por mi cuenta.

- Siento haberos preocupado sin necesidad, pero de verdad que hasta ahora no he parado. Acabo de llegar a casa, he ido a pasear a Frankie después de sacar todo lo del camión.

+ Deberías descansar, ¿Mañana empiezas a trabajar no? ¿Ya has visto dónde está el restaurante?

- Sí, mañana empiezo. Voy a ir por la mañana a que me expliquen cómo van los turnos y qué mesas me tocan, pero no trabajo hasta por la tarde, me han dicho que esta semana trabajo de tarde, así que tengo tiempo para dormir. Y sí, a la que bajaba he ido al restaurante y no está a más de una manzana de aquí, en menos de 10 minutos estaba allí plantada.

+ Genial Sam, así las veces que te quedes dormida te das una carrera y te presentas allí en un pis pas.

- Ja, Ja, muy graciosa hermanita. Ya veo cuánta fe tienes en mi.

+ No es fe, ya sabes que fe en ti tengo plena y que lograrás lo que te propongas, pero sé lo mucho que se te pegan las sábanas.

- Voy a ser responsable y no voy a llegar tarde ni un solo día.

+ Bueno, eso ya lo veremos

- Te dejo Débora, que voy a cenar algo y a irme a dormir

+ Te quiero hermanita

- Yo también te quiero, y dile a papá y mamá que mañana les llamo sin falta.

+ Lo haré Sam, descansa. Un beso.

- Un besito, adiós.

Colgué la llamada y leí los mensajes que me habían mandado. La mayoría eran tonterías y solo contesté a Lorena, que me preguntaba si ya estaba instalada y lista para comenzar mañana.
Le dije que por supuesto y que estaría en el restaurante a las 10.

Me quedé escuchando el revuelo de la ciudad, los coches, el sonido de los semáforos, las voces por la calle; todo era tan distinto en comparación con las silenciosas calles de su pueblo. Madrid estaba lleno de vida, incluso por la noche, pero era algo a lo que debía acostumbrarse.

Lo bueno era que no le iba a molestar para dormir, sin los audífonos no iba a escuchar nada de aquello. Sonreí pensando que había encontrado algo bueno de tener una pérdida del 60 porciento de la audición.





Casualidad o destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora