Doña Phill

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Estoy agotado. Vaya tarde y noche fea. Entre el incidente del restaurante, la lluvia torrencial, las llaves y que es luna llena, no sé cómo podría ir a peor. Papá siempre le tuvo manía a las noches de luna llena. No era normal la rabia que sentía, esas noches, las que más me gustaban a mí porque eran las noches más luminosas. Mi padre era un hombre grande y rudo, aunque cuando me miraba, de sus ojos salían destellos y se adulzaban cómo no lo hacían con nada ni con nadie. Salvo esas malditas noches, en las que éramos el Ying y el Yang. Durante largos meses medité en que debía saber la verdad, me alcé de valor y en la cena le pregunté. Su rostro cambió drásticamente. De expresión neutra con una pizca de tensión pasó a estar incómodo y sufridor. Lo supe analizar por los trazos y metamorfosis de su cara. De nariz para abajo estaba bastante neutro puesto que las arrugas estaban sumergidas bajo la piel. Sin embargo, la parte superior, lo que viene a ser los ojos y las cejas concentraban en su núcleo una detallada alineación en la que se podía leer claramente « tensión casi disimulada ».  En el momento que pronuncié la pregunta, sus labios se expandieron dejando surgir las arrugas de la incommodez, sus cejas se alzaron hacia el tupe y los goterones de sudor regaban las plantas del sufrimiento que se habían escondido detrás de la rabia y la luna llena desde hace años.
« Hijo mío, algún día te lo contaré, pero hoy no es ese día » 

Nunca llego a contármelo pero me enteré por terceras personas. 


Me había alzado de valor cómo nunca antes, y cómo nunca podré volver a hacerlo. Lo que más me duele es que mi padre no pudiera sobrepasar ese dolor insoportable que le maltrataba a diario, pero qué solo se dejaba ver en las noches menos oscuras del mes.

Me senté en el sofá, por fin seco y en gayumbos, con mi poleo menta calentito y listo para ver el especial de Cuarto Milenio. Solía verlo con mi padre, y las buenas costumbres no se pierden. El tema principal de hoy son las muertes inexplicables. Es curioso que le hayan puesto de fondo unos llantos, ¿están queriendo decir que los muertos lloran? De verdad que este programa hay veces que no lo entiendo. Entró publicidad y seguía el sonido de fondo. Que extraño. Me asomé a la ventana y me asombré al ver que había un coche, muy guay por cierto, deportivo de color gris y llantas consistentes. Me percaté que el sonido venía de  ahí. Grité y una chica apareció, ya tenía la puerta abierta del coche y se asomó desconcertada sin saber desde donde la llamaban. Es rubia, con el pelo lacio, con mucho estilo, y una voz muy dulce. Voy a ayudarla, le puedo dar alojamiento hasta que pase la tormenta. Bajé a abrirle la puerta. De primeras se asustó. No se si por mi envergadura, si porque tenia un superman pegado en la parte noble de los gayumbos o porqué no se esperaba ver mis ojos verdes cómo yo no esperaba que fuera tan hermosa. El hecho es que entró, antes que verse tirada en una noche no sólo tormentosa, sino de luna llena también.

"¿Prefieres cama y yo al sofá o vice versa?


- No quiero causar molestias, en el sofá estaré bien.


-¿Segura? Bueno, no lo tienes porque decidir ahora mismo. Ten, bebe este poleo menta que te va a sentar bien. No estás muy mojada? Te dejaré una camiseta.


-Muchas gracias, que amable. 

-Nada, solo me comporto como me gustaría que se comportasen conmigo. 


-¿Cómo te llamas?, a todo esto. 


-Soy Diego Phill, y antes de que preguntes, si, soy hijo del antiguo alcalde. 


-Ostras, lo siento muchísimo. Bueno, eh, yo soy  Barbara Soler, alzando la mano hacía mi en señal de cordialidad.


-Encantado Barbara, mientras sentía sus delicadas y pequeñas manos. 


Le daré una camiseta 100% algodón negra, para que no pase frío. Al dársela me di la vuelta rápidamente porque no dudó ni un segundo en desnudarse frente a mi. La camiseta le queda mejor a ella. Hace que resalte el brillo de su pelo y la palidez de su cara. 

« Jo, me estoy perdiendo el especial de Cuarto Milenio de esta noche.

-Justo lo estaba viendo antes de que llegarás, si no te importa me quedo contigo viéndolo. 

-Faltaría más, se rió, eres muy buen anfitrión.

Comentamos el programa y teníamos muchísimas cosas en común aunque chocábamos en muchas otras. Cada vez se acerca más a mi, no se con que fin. ¿Que quiero yo? ¿Y si está casada, y sale a cazar en noches luminosas? Nos miramos a los ojos, me acaricia la mejilla derecha, yo le impido que siga cogiéndole del antebrazo, pero su mirada me esta comiendo, tanto como yo devoraba todo su cuerpo recorriendo mis ojos de norte a sur. Su belleza era despampanante. No se si quiero. No se si debo. Me venían flashes de la cara de mi madre. El tiempo se había parado unos segundos que sintieron como horas. Ella siempre salía una vez al mes con el pretexto de ir a casa de una amiga. La escena se repetía en mi mente. Cuando volví al presente, nuestros labios casi rozaban, me aparté y le dije: 
« Lo siento, no puedo hacerlo. No me encuentro bien conmigo mismo últimamente y una noche pasajera sólo incrementa el dolor y sufrimiento.

- Igual que puede curar todos los males, replicó Barbara. 

-¿Eres mujer casada?

-Si lo fuera, tu mirada ya me habría borrado la memoria.»

Seguíamos muy cerca, su respiración era dulce y acompasada, al expirar sus labios se movían con delicadeza, su mano apoyada en mi muslo, lo calentaba casi sin quererlo. Nuestras miradas se volvieron a cruzar. Casi sin poder evitarlo, me lancé en un beso mágico. Ella era muy dominante, pasó rápidamente al francés y me tumbó.

¿Que hora es? Cogí el teléfono que marcaba las 3 de la madrugada, me puse los calzoncillos, la tape con una manta para que no cogiera frió y me acosté en mi cama con un dolor tremendo de cuello.

ConexionesWhere stories live. Discover now