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La vida es tan incierta,

que la felicidad debe
aprovecharse en el momento
que se presenta.

Anónimo

•*¨*•.¸¸☆*・゚

*Oh, atención, capítulo más largo de lo normal. No me hago responsable de ganas de matar a... ¡Chst!

El entrenamiento era lo más cansado que había hecho nunca. Me despertaba básicamente zombi y no paraba de sudar y sufrir en dos horas. Los últimos días estuve haciendo pesas, resistencia y flexibilidad. Mi cuerpo notaba los cambios; a pesar de toda la fiebre muscular, notaba mis extremidades más flexibles y mis músculos más firmes. Era un avance muy sutil, pero estaba ahí y era suficiente motivación como para no dejarlo.

Cuando llego al gimnasio hoy, me encuentro a Logan en la zona de boxeo de espaldas a mí. Está buscando algo entre las cosas que hay en el estante, así que me acerco a él sigilosa, sin comprender lo que busca con tanto empeño. Según yo todavía seguiríamos con lo de ayer.

—¿Qué pasa? —pregunto dejando la bolsa de deporte en el suelo de colchoneta. Esta bolsa me la facilitó él mismo el segundo día de ejercicio, diciéndome que así tendría donde meter el agua, la toalla y demás cosas. Fue un gesto muy amable por su parte.

Él se gira en mi dirección con un par de guantes negros en su mano. Esboza una sonrisa muy parecida a la que me echó cuando me dijo que solo me entrenaría si movía el dichoso saco.

Oh, no...

—Hemos acabado con la sesión de resistencia —anuncia la mar de feliz —. Empezaremos a ir más a fondo con la fuerza, ¿y qué mejor comienzo que el boxeo?

No puedo evitar tragar saliva al recordar lo que causó eso en mi mano la última vez. Todavía tengo un moratón en mi muñeca, regalo de mi primer encuentro con el saco de boxeo.

—¿Estás seguro de que...? —entonces él se gira y me mira muy serio.

Me sorprende al poner sus manos en mis hombros, y ese simple gesto me hace sentir pequeña.

—Tess, estás preparada —afirma —. Podrás con ello.

Me da unas palmaditas en el hombro con un gesto amistoso, pero yo no me muevo.

De algún modo, sus palabras me tranquilizan un poco. Aunque solo un poco. Me ofrece los guantes, que esta vez son más pequeños, y yo me los coloco. Me ayuda a sujetarlos bien a mis muñecas y suspiro cuando acaba de apretarlos con las tiras de cuero que me dan casi una vuelta entera.

Culpable [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora