I (Amelia)

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I

(Amelia)

Dos años después

―¿Am? ―La voz de Joshua me despertó de mi cabeceo frente a la computadora, acurrucada en sus brazos en el sofá mientras veíamos una serie en Netflix. Estaba cansada porque tuve una semana difícil de trabajos prácticos en la universidad. Creo que Joshua lo notó por la forma en que me quedé dormida en nuestra noche de series.

Joshua suspiró.

La película se había terminado y todo lo que quedaba era la pantalla en negro con los créditos ascendiendo. Mi cuerpo temblaba acurrucado en el sofá, abrazando un cojín, muy cerca de Joshua. Él se apresuró a levantarse del sofá e ir a presionar el interruptor de la luz para encenderla.

―Am... si estás tan cansada, ¿por qué quisiste ver una peli ahora? —me preguntó con auténtica preocupación y no como un regaño por haberme quedado dormida mientras teníamos un momento de intimidad; algo que en el fondo agradecí, ya que lo último que necesitaba ahora eran los reproches de mi novio.

Traté de quitarme la somnolencia de encima antes de contestar, temiendo que la mandíbula me tiritara mientras hablaba si dejaba la manta que calentaba mi cuerpo, temblando de frío ahora que había despertado. Todavía tenía sueño.

—Lo siento, Joshua. —Agaché la cabeza. Me sentí una idiota por actuar como una superwoman creyendo que tenía la energía suficiente para lidiar con todo. Levanté la vista para ver la inexpresividad en el rostro de Joshua. No era la primera vez que le hacía algo así cuando queríamos ver Netflix juntos. Usé la mirada de cachorro en él, sabiendo que no podía resistirse a ella—. La próxima vez tendrás toda mi atención, bebé.

Llevaba varias veces diciéndole lo mismo, y en lugar de mejorar, parecía que cada vez terminaba más cansada de mi vida de estudiante con extremo estrés y falta de sueño. Al final no me había quedado otra alternativa que invitar a Joshua a casa los viernes para pasar tiempo juntos, aunque la pasáramos en cama conmigo durmiendo en lugar de hacer otras cosas más deliciosas. Aún me preguntaba por qué él seguía insistiendo conmigo, que era un caso imposible, y no me terminaba.

Solo que esta vez el ambiente se sentía diferente. Joshua pareció buscar algo en la pared y fijar la vista en el reloj. Mi mirada acompañó la suya para ver la hora. Hoy era mi cumpleaños. Él suspiró y abandonó la sala sin previo aviso, dejándome a solas. Me dio un vuelco en el pecho cuando lo vi marcharse y no supe cuál fue la razón, ni menos el porqué mi corazón volvió a latir cuando regresó con una caja envuelta en papel de regalo con un listón naranja bien grande, mi color preferido.

—Feliz cumpleaños, amor —me dijo, extendiendo una gran sonrisa y estirando el presente hacia mí. Traté de desviar la mirada de sus ojos casi negros cuando sentí que las mejillas me ardían al simple contacto de sus manos, todo en el instante en que me entregó el obsequio—. Es un detalle insignificante: te mereces algo mucho mejor después de todo el esfuerzo que has hecho estas últimas semanas por tus sueños ―añadió, con auténtica voz de admiración.

Era perfectamente capaz de distinguir un alago verdadero de uno que hubiera dicho él o cualquier otra persona solo por compromiso. Joshua siempre fue muy cordial y honesto, así que nunca tuve que adivinar una mentira en sus palabras o en la forma en que me las decía.

—Sabes que merezco el mundo entero —contesté en broma tomando el paquete para desenvolverlo, intentando ser cuidadosa al despegar el papel porque sabía que Joshua era muy detallista y que se había esmerado haciendo el envoltorio también. Él sí que se detenía en esos detalles. Pero mi mano fue tan torpe e impaciente que acabé por esparcir los trozos de papel por el suelo. Ahora que podía ver la caja, la emoción me sobrepasó al ver de qué se trataba y tuve que contener mi emoción para hablar, intercambiando entre Joshua y el regalo miradas de agradecimiento—. ¡Es una cámara preciosa!

Un trío por mi cumpleaños©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora