Celestine Wilson es una enfermera que trabaja en la clínica de Denver, Colorado.
Un día, por los pasillos de aquella clínica entra alguien en una camilla en estado critico; había pasado un incendio en los bosques cerca de una carretera y había solo...
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El chico solo tragó un poco de saliva y desvío su mirada hacía otro lado que no fuera mi cara.
Habían pasado unas horas desde que hable con el paciente, tenía que revisar que su suero estuviera bien y no necesitará nada.
—Bien...¿ya no necesitas nada?— pregunté de forma amable para ganarme la confianza del joven.
Él sólo se limitó a negar con la cabeza y decir —Está todo bien... gracias— con un tono suave pero no amable.
Yo me dispuse a dirigirme hacia la puerta, en el trayecto hacía allá sentí un leve escalofrío, pero no le dí importancia.
Al abrir la puerta me encontré a un hombre con camisa a cuadros y otro señor con sudadera amarilla.
Les expliqué que aún no era hora de las visitas, ellos entendieron y con una mirada seria por parte de ambos, me dijeron que esperarían afuera.
Yo salí y cerré la puerta para dejar al paciente dormir.
Había terminado mi turno así que me dirigí hacia la parada de autobuses fuera del hospital.
Mientras esperaba, el frío empezaba a hacerse presente así que solo frote un poco las manos para generar calor.
Como el autobús se tardaba en llegar me senté en la banca de la parada de esté, mientras esperaba, los mismos hombres que venían a visitar al paciente se sentaron ahí.
Me sentía muy incómoda porque... Aunque no me estaban viendo sentía la mirada de alguien más, de alguien que pudiera estarme mirando desde lejos.
Afortunadamente el autobús llegó de repente y me subí rápidamente en éste, sentándome en el asiento más cercano al conductor.
Los dos hombres se sentaron al fondo y el autobús arranco, después de unos 10 minutos llegué a mi departamento, le pagué al conductor y me bajé.
Llegué a mi casa, calenté un poco de sopa que había en el refrigerador; al terminar de cenar me prepare para dormir.
