¡ tres !

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Minho invitó a Jisung a pasar el resto de la tarde con él, y el menor aceptó encantado. Aprovecharon el tiempo juntos para ponerse al día y contarse todo aquello que había sucedido mientras estuvieron separados. Jisung habló sobre su carrera, Londres, el pequeño departamento al que se había mudado y lo mucho que disfrutaba su nuevo trabajo. En cambio, Minho prefirió escuchar su voz y no hablar mucho de él, ya tendría tiempo para eso. 

Cuando fue la hora de cenar, Minho pidió pizza por teléfono y comieron juntos sentados como indiecitos en el sillón, riendo de cualquier tontera que pasara por sus cabezas, mirando sus ojitos brillar y sus sonrisas iluminar la habitación.

Jisung había olvidado lo melodiosa y dulce que sonaba la risa de Minho.

Una vez terminaron de cenar, Jisung dijo que quizás debía irse para que Minho pueda descansar, pero Lee le dijo que no había problema con que se quedase un rato más, así que decidieron mirar una película. 

En ese momento, Jisung se encontraba sentado entre las piernas de Minho, apoyando su cabeza contra el pecho del mayor y sosteniendo una taza humeante de té entre sus manos. Mientras, Minho acariciaba su cintura con delicadeza y se embriagaba con el perfume que aún utilizaba el pequeño Sungie. 

La película era interesante, pensaba Minho, pero no tanto como el rostro confuso de Jisung al ver que sólo faltaban veinte minutos para que el audiovisual terminase y la trama no daba indicios de resolverse. 

Jisung terminó su té y dejó la taza sobre la mesita ratona frente a ellos, sin despegar sus ojos de la pantalla. Minho rió y volvió a abrazarlo contra él cuando el menor se posicionó sobre su pecho. 

Han no pudo notar cuando Minho cambiaba la posición y lo sentaba sobre su regazo, sino que notó la respiración calmada del mayor golpear contra la piel de su cuello y se alarmó ligeramente, su cuerpo se tensó y sus manitos se movieron nerviosas.

—Sungie —llamó Minho, entrelazando sus manos con las de Jisung—. Tranquilo, no voy a hacer nada. 

—Pero... Yo sí quiero que hagas algo.

Minho sonrió a la vez que escondía su rostro en el hueco del cuello del menor.

—¿Qué querés que haga, bebé? —preguntó, su voz sonando suave y amable; Jisung se derritió entre sus brazos. 

Hum... No sé, Honey. Sólo... Quiero sentirte, ver cuanto me extrañaste.

Los ojitos de Jisung estaban clavados en la unión de sus manos, tímidamente acariciando con sus deditos los de Minho. Lee sonrió enternecido al ver las mejillas ligeramente rosadas del pelinegro, y con lentitud y amor, comenzó a dejar cortos besos en la piel del cuello de Jisung, besó cada lunar, vena y porción de piel que se encontró. Succionó en aquél lugar donde el perfume era más fuerte y notó como Jisung apretó el agarre de sus manos. 

Sus besos subieron por la mandíbula de Jisung hasta su lóbulo y mordió la piel allí, escuchando como un suave suspiro dejaba la boca de Han.

Siguió con su caminito de besos por la rechoncha mejilla del menor y soltó el agarre que mantenían sus manos. Llevó su mano izquierda hacia el rostro del menor, girándolo un poco para, finalmente, unir sus labios en un dulce beso. 

Jisung llevó sus manos al pecho de Minho, acariciándolo despacio. Acarició su cuello y su nuca. Entrelazó sus dedos con los cabellos del contrario y sonrió cuando Minho aumentó la velocidad del beso. Ahora los choques entre sus labios eran un tanto más erráticos y sus lenguas se encontraban con hambre y deseo. Jisung jadeó cuando su labio inferior fue mordido con fuerza por Minho.

—No te haces una idea —dijo Minho cortando el beso, pero aun rozando sus labios— de cuanto extrañé besarte y ver tu carita sonrojada.

Jisung rió avergonzado y abrazó el cuerpo del mayor, escondiendo su rostro en el hueco que se forma entre el cuello y el hombro de Minho. Lee envolvió su cintura con amor y se quedaron de esa forma hasta que notaron que ya era muy tarde y Jisung debía volver a su hogar.

Minho, esa noche durmió llegando a la conclusión de que, ese día, había sido el mejor de los dos años pasados. Aunque quizás las cosas habían pasado demasiado rápido, había vuelto a probar los labios de Jisung con antelación, o sus cuerpos habían estado muy juntos; él nunca se había sentido del todo lejos de Jisung, y cuando lo vio en la calle, no le pareció un extraño. Por eso ahí estaban. 

Sungie había vuelto. Ellos habían vuelto. 


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