¡ veintiuno !

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A decir verdad, los cuatro muchachos habían disfrutado ese fin de semana como si fuesen los últimos días de su vida. Minho había cocinado junto a los mellizos y Jisung había jugado hasta el cansancio, queriendo aprovechar cada segundo junto al amor de su vida y sus hermanos. 

El tiempo pasó más rápido de lo que pudieron darse cuenta, y ya era la madrugada del sábado cuando Minho notó que no había pasado ningún momento a solas con Jisung, y él de verdad necesitaba al menos una hora con el menor sólo para él. 

—¿Vamos a ver las estrellas?

Estaban acostados en la cama mirando la tele, Seungmin y Jeongin ya estaban durmiendo en la habitación que compartían y el silencio casi que reinaba en la casa de no ser por los comentarios de la serie que miraban. Jisung se encogió de hombros y se levantó, colocándose rápidamente las zapatillas y tomando un buzo finito por si hacía frío afuera. Minho lo siguió a paso rápido, no olvidándose de tomar aquello que con tanto esmero había conseguido y le quería dar a Sung.

—Es una noche preciosa —comentó Han cuando llegaron a la pileta y se sentó en uno de los silloncitos que había ahí—. Estoy muy feliz de que hayamos venido, Min. 

El nombrado se sentó junto a Jisung y le sonrió con dulzura, la luz de la gran luna sobre ellos los alumbraba lo justo y necesario. Frente a los ojos del otro, se veían hermosos.

—Me alegro de que la hayas pasado bien.

Jisung se acercó a Minho y se dejó caer sobre su fuerte pecho, buscando la comodidad que sentía en la cama pero sobre Lee. Sus rostros quedaron enfrentados y Jisung le sonrió con timidez, sintiendo sus mejillas teñirse de un débil rosado frente al pensamiento de la comprometedora posición en la que se encontraban.

El rubio acercó su rostro al cuello de Minho y comenzó a besarlo, dejando leves marcas y mordiendo su piel de forma juguetona. Sentía las manos de Minho acariciar su espalda baja despacio, disfrutando el íntimo contacto entre ellos sin la necesidad de convertirlo en algo más.

Jisung bajó por todo el torso del mayor hasta llegar a su cintura, dónde levantó la remera del contrario y se dedicó a besar la piel del abdomen de Lee. Sus labios se paseaban con delicadeza por la piel, lamiendo algunos sectores y mordiendo otros. Amaba sentir a Minho de esa forma, tan suyo y a su disposición. 

Él también quería sentirse así. 

Salió del escondite que era la remera de Minho y se dirigió a sus labios, apresándolos entre los suyos en un beso hambriento y lleno de fuerza, queriendo sentirlo hasta en el más recóndito lugar de su boca.

—Honnie —llamó en un murmuro, retomando el aire que había perdido sin separar sus frentes—. ¿Soy tuyo?

Decir que la pregunta no tomó desprevenido a Minho sería una gran y vil mentira. 

—Todo mío, bebé. 

Jisung sonrió satisfecho por la respuesta del mayor e intentó continuar con su trabajo. Meció sus caderas sobre Minho, chocando con insistencia sus miembros ligeramente erectos y robándose algunos suspiros del mayor que chocaban contra sus labios entre abiertos. No fue hasta que Minho puso las manos en su cintura que se detuvo.

—Sungie, esperá. Los chicos podrían vernos.

—Hace años que no te siento en mi culo —respondió bruscamente con un puchero apareciendo de imprevisto en su rostro—, y necesitaría hacerlo ahora.

Minho rió con una carcajada.

—Vamos a hacer todo lo que quieras, pero primero quiero darte algo.

Jisung se sentó emocionado sobre los muslos de Minho y lo observó sacar de su bolsillo trasero una pequeña cajita de terciopelo negro. Sus ojitos saltones mostraron toda la confusión que sentía y ladeó el rostro. Minho abrió la caja y tomó su mano con cuidado, sosteniéndola frente a él para poder ponerle el anillo dorado. 

—Tiene nuestras iniciales —dijo Minho, acariciando la mano de Jisung una vez hubo dejado el anillo en su lugar—, yo también tengo uno —mostro su mano con una sonrisa orgullosa—. Quiero que nunca te olvides de nosotros. Si estamos juntos o no no importa, sólo quiero que siempre estemos presentes en el corazón del otro.

—¿Son de oro de verdad o es sólo pintura? —Jisung observaba con admiración su mano y la de su novio, en especial los anillos dorados que las adornaban.

—Los tengo desde hace casi tres años. Es oro puro.

Jisung sintió sus ojos aguarse y apretó el agarre que Minho mantenía en su mano.

—No llores, precioso. Si no te lo di antes fue porque el momento no era el indicado. Pero ahora estás acá —llevó la mano de Jisung a su rostro y posó sus labios en la cara interna de la muñeca del menor—, conmigo. Y juro que nunca voy a dejar que volvamos a separarnos.

Los besos de Minho subían lentamente por el brazo de Jisung, levándose con ellos las pocas gotas de cordura y control que quedaban en él. Su labios llegaron al cuello del menor y lo besó con ansias, marcando la piel canela con necesidad de demostrar al mundo entero a quién pertenecía Han Jisung, tanto en cuerpo como en alma. 

La ropa fue poco a poco estorbando y no tardaron en deshacerse de ella, tirándola en el piso junto a ellos o directamente dentro de la pileta. No les importaba nada más que ellos dos y sentirse como desde hacía meses deseaban hacerlo. 

Entre quejidos, murmuros y palabras dulces, sus cuerpos se unieron y se dejaron llevar juntos, sucumbiendo al más simple placer carnal de los humanos. Jisung besaba con delicadeza los labios de Minho mientras este se encargaba de llevarlos al mismísimo cielo sin dejar la tierra. 

Los gemidos del rubio se agudizaron y bastaron unas pocas embestidas para que ambos se liberasen. Tocaron sus cuerpos cansados con admiración y lentitud, queriendo dejar ese momento grabado en sus mentes para siempre.

Jisung se recostó sobre el pecho desnudo de Minho, sin importarle si sus intimidades chocaban o si sus piernas comenzaban a doler un poco por tenerlas al rededor de las caderas de Lee. Se abrazó con necesidad a su cuerpo y buscó refugio en Minho.

—Estoy tan feliz de tenerte acá conmigo —dijo en voz baja, sólo para que Jisung lo escuchara mientras acariciaba su espalda al descubierto de arriba hacia abajo—. Te quiero, Sungie.

—También te quiero, Honey. Mucho más de lo que podrías imaginarte.








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