Capitulo 3

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Me gustaría decir que desde ese día todo volvió a la normalidad, que Nico se peleó con Luciana y que Martín se impulso frente a sus padres y dejaron de atormentarlo. Pero pasó exactamente lo contrario. Nico y Luciana no sólo continuaron su relación, sino que empezaron a frecuentar un grupo de chicos más grandes, amigos de la prima de ella, y cada vez nos veríamos menos. Cuando Nico aparecía, o lo cruzábamos en la escuela, siempre mostraba poco interés en nuestras charlas, como si lo aburrieran; si le preguntabamos en que andaba, respondía desde un lugar peyorativo, como si no fuéramos a entender.
  Martín, por su parte, dejó de hablar casi por completo. Sólo interactúa conmigo, y muy ocasionalmente levantaba la mano para dar su opinión en algunas clases. La lección oral de la tarde si había sido tortuosa, y en la exposición oral el trabajo en grupo de  biología, su mutismo casinos cuesta la nota a todos.
  Pero había una clase que todos disfrutamos desde siempre, y una profesora que lograba que las palabras sugieran como música de la boca de Martín: la clase de literatura de Almada. Si nos asignaba un libro para leer en un mes, al cabo de una semana ya habíamos terminado, y aprovechamos para buscar en la librería de saldos de calle corriente otros ejemplares del mismo autor. Almada no quería mucho a los tres. Una tarde hasta me preguntó, un tanto preocupada, por qué Nico ya no se sentaba con nosotros en el círculo de lectura. Debe haberme agarrado algo sensible, porque no pude contener las lágrimas, y enseguida escondí mi rostro entre mis manos.
  - Hay una noticia que te va a cambiar el ánimo- me dijo, acariciándome el pelo como una mamá-: Julia Rowan va a venir a dar una charla, acá en la escuela.
  al escuchar esas palabras me incorporé con tanta emoción que casi le pegó un cabezazo a la pobre Almada. Julia Rowan era una escritora local que se había catapultado a la fama ditorial escribiendo cuentos y novelas para niños con las que yo había crecido. Pero ahora favorita era su última publicación: una novela fantástica juvenil titulada La Feria de los Mundos. La mera posibilidad de conocerla era un bálsamo contra todas las tristezas, Y eso desconociendo las palabras que Almada estaba a punto de pronunciar.
  - Pero hay más. la directora me pidió que eligiera a un alumno para escribir unas preguntas a modo de entrevista. Así que más vale que vayas afilando el lápiz.
  Le di un abrazo que casi la deja sin aire- si hasta tosió un poco cuando la liberé-, y corrí a buscar a Martín.
  después de recorrer el patio dos veces sin rastros de Martín, me senté en un cartero a pensar en la entrevista. La sonrisa se me escapa por las mejillas, Y eso no pasó desapercibido por alguien.
  - ¿Me puedes contar a qué, o a quién, se debe tanta alegría?- preguntó Nico, sentandose a mi lado.
  Tal vez fue porque la emoción había liberado endorfinas o tal vez porque realmente deseaba compartirlo con alguien. Lo cierto es que comencé a contarle y en pocos segundos éramos los de siempre, sentados bajo el árbol, cómplices y sinceros, observandonos con la mirada limpia, sin mensajes confusos o hirientes, sin celos ni juegos.
  De repente, sin anuncio previo, se puso a llorar como un niño, cómo Lucas cuando mamá no le daba atención, las lágrimas brotaron sin restricción y rodar por su mejillas. trata de leer el mensaje en sus ojos pero era una extraña mezcla de felicidad y angustia, y otros ingredientes indescifrables.
  - ¿Qué pasa?- Pregunte al fin.
  - Tengo unas ganas de besarte que me muero.
  Y así, sin mas, secándose las lágrimas, ahora evidentemente enojado, se puso de pie y se alejó.
  Ese día no olvida al salón para la sexta y séptima hora. Me quedé ahí sentada, atónita e inmóvil, como congelada. El timbre de salida explotó mi burbuja Y volví a casa caminando lento, pensando todo y nada a la vez. k tanto y a esa frase como si la tuviera pronunciando en ese momento y hasta día frente a mí sus ojos húmedos, sus cejas entornadas, sus puños cerrados con fuerza sobre sus piernas, cómo listo para golpear a alguien, o tal vez al mismo destino, en el centro del rostro.
  No pude contarle nada mamá, que sólo de ver mi cara se había cruzado a la granjita de la esquina a comprar puré de tomate y queso rallado para hacerme mi comida favorita: espagueti con salsa boloñesa. Aunqué cenamos en silencio- Lucas se había dormido sobre el sillón mirando dibujitos-, el solo hecho de su mimo y su compañía silenciosa habían sido suficientes para sacarme la angustia, y permitirme ir a dormir en paz.
  Al día siguiente, decidí olvidar lo ocurrido y dedicar Todo mi tiempo libre a prepararme para el gran momento. Mientras repasa mentalmente posibles preguntas para Julia, buscaba en los estantes de mi biblioteca los viejos ejemplares de sus cuentos, que habían sobrevivido estoicos alas arrancadas de hojas y las marcas de cintas que habían llevado a otros a su triste final. A los de Julia siempre los había cuidado, Y aveces me imaginaba de grande leyendoles a mis hijos El sueño de la triste o El dinosaurio que quería bailar; haciendo voces y muecas diferentes como las que siempre me hacía mamá.
  pase el fin de semana en casa y sólo salí para llevar a Lucas a pasear en coche hasta la plaza. El sábado a la noche mamá se reencontró con amigas de la secundaria, por lo que Lucas y yo comimos pizza de la rotisería de la esquina y miramos toy story III por décima segunda vez. Eran cerca de las once cuando sonó el timbre. Yo estaba emoción como en piyama y pantuflas, y no tenía intenciones de volver a cambiarme, salvo... pero no. No era el. Era ella. Ahí estaba, radiante con su pelo largo y lacio, tan suave y brillante que parecía una peluca de seda negra, con cara de mosquita muerta. ¿Cómo se le ocurre a venir a mi casa? ¿No tenía cara esta muchacha?
  Abrir la puerta lo suficiente para sumar la cabeza, preocurando el piyama y las pantuflas de su rango visual. No dije nada, pero la expresión a mi rostro debió estar para hacerla sentir fuera de lugar.
  - Vengo a decirte que no estás invitado a la fiesta el viernes y que te agradecería y no trates de colarte, porque sos personas no grata.
  - No sé de qué fiesta hablas - dije, minimizando el asunto- de todas formas si vos vas a estar ahí, tampoco tengo ninguna intención de ir ¿Algo más?
  No con la cabeza en alto, elevando el mentón y la nariz en gesto despectivo. Giro sobre sus talones y se alejó. Importa eso hizo ladra a todos los perros de la cuadra.
  El lunes me levanté temprano y me planté en la puerta de la casa de Martín, ensayando la expresión más asertiva posible. Dibujo ver ensayado muy bien, porque cuando le dije a la señora Pierriierri que Martín y yo debíamos caminar juntos a la escuela para repasar una lección oral, no ejerció resistencia. De hecho, ni siquiera pareció darle importancia a mi pedido, cómo así toda su atención estuviera siendo consumida por algún otro asunto mucho más urgente. Martín, en cambio, parecía mucho más animado. Hasta me saludó con un beso y un abrazo.
  Preferí no ir directo al grano, hacía bastante tiempo que no caminamos juntos y elegir disfrutar el paseo primero. es un comentario sobre un cómic que la había traído un pariente de USA, avión sobre una serie que ambos mirabamos, crítico varios compañeros que pasaron en bicicleta rumbo a la escuela y, finalmente y como quien no quiere la cosa, largó la bomba:
  - ¿Te invitaron a la fiesta esa que organizaron los de quinto?
  - ¿A vos sí?- inquiri, tratando de sonar lo más casual posible.
  - Me invito Luciana. Vino ayer a mi casa especialmente. La atendió la Rosi y me vino a decir que una chica insistían hablar conmigo. Pensé que me venían a buscar de la NASA o algo así, porque no vino otra chica casa que no seas vos.
  En otra ocasión, habría tomado el pie para hacer un chiste, pero mi cabeza sólo podía pensar unidireccionalmente. Sentían hace llorar y me odie por eso. Tuve que tragarme las lágrimas y explicarle todo Martín en dos cuadras, porque ni muerta iba a llegar con cara de tristeza a la puerta de la escuela.
  - ¿Paso algo entre ustedes?- preguntó, cómo buscando un motivo para la actitud de Luciana. Ahora era él quien parecía estar tragando con dificultad.
  - No, ¿qué va a pasar?
  Sentí que eras sincera porque, a fin de cuentas, no había pasado nada.
  -No sé, parece estar castigando por algo.
  - ¡Lo único que falta! ¡Qué me tengo que estar cuidando de esta piba!
  Este día Martín y yo no volvimos a tocar el tema, y disfrutamos la mutua compañía de los viejos tiempos, hasta que en el segundo recreo se nos sumo Nico. Luciana está sentada en la escalera con otras chicas terminando un afiche, y él había aprovechado para ir a nuestro encuentro. Mi primer impulso fue irme, Pero mis piernas no respondieron. sacó un tema banal y arrancó entre ellos una conversación que no logré escuchar, toda mi atención está puesta en no demostrar emoción alguna. me entretuve mirando un grupo de chicos que primero tirándose agua en el bebedero, y al volver de mi burbuja no te quedan voz se habían vuelto hacia mí, como esperando mi respuesta alguna pregunta. Nico sonrío- pero evidentemente ansioso-, y Martín moviendo la cabeza a un lado a otro, como temiendo un desenlace poco feliz. Por suerte, desafortunadamente sonó el timbre.
  mientras Luciana y las otras exponían el póster mostrando la propagación del virus del Ébola en distintos sectores de África, le pedí a Martín, papelito mediante, que me explicara cuál había sido la pregunta. Fue así:
  No querés saber
  Sí, dale, afloja con el suspenso.
  No, en serio. te vas a enojar y se te va a notar en la cara justo ahora que la otra está en el frente.
  ¿Tan transparente soy?
  Seh.
  Bue, dale ya fue, ¡¡¡ CONTÁ!!!
  Nada, Que si vamos todos juntos a la fiesta de quinto.
  ¿Me estás jodiendo? ¿Todos quienes?
  Vos, yo, Nico, ella y otra Pibita amiga de ella.
  Yo lo mató. La... los mató. Pero ¡¡¿¿Es o se hace??!!
  Te dije que te ibas a enojar.

    El resto del día hacer los ejercicios que dejó García de tarea y a tirar la moneda imaginaria una y otra vez, nunca decidiendome entre llamar a Nico o no. Moría de ganas de contarle de la apretada de Luciana, pero también temía las consecuencias. Eran cerca de las diez de la noche cuando llamo Martín.
  - vamos a ir juntos a la fiesta, vos y yo. Ya hablé con mis padres y los puse al tanto. Hasta logré que Rosi nos lleve en el auto.
  - A ver, vamos por partes. ¿Te dejan ir?
  - Se están divorciado, Lila. No les importa mucho que hago en este momento.
  - Pero... ¿Cómo no nos dijiste?
  - La verdad, no es un problema. Por el contrario: tengo cada vez más libertad. Creo que para mí va a ser positivo.
  Tal vez no debí haberle creído, pero sonaba tan elocuentemente convincente que asumí que podía ser verdad. Y también, aunque me duele admitirlo, puede que estuviera más interesada en mí propio historia que en la de él en ese momento.
  - Bueno, ponele que vamos. A la mosquita muerta le va a dar un ataque. Capaz me quiere agarrar a las trompadas.
  - Que pruebe nomás.
  - ¿ Vos me defendes? 
  - Haceme reír. Cuando te enojas, no necesitas defensa vos.
  Esa noche casi no pegué un ojo; un poco porque Lucas tenía fiebre y lloró durante horas, y un poco pensandolo todo: los padres de Martín, Nico, Luciana, la fiesta, Julia Rowan. Todas las caras hiban desfilando una tras otra frente a mis ojos, cada una con una expresión diferente: amenazante, compasiva, intrigante. Sabía que ir a la fiesta era desafiar al destino, aunque aún no supiera bien por qué. En una de las tantas visitas de mamá al cuarto de Lucas decidí levantarme y hacer café. Me senté a su lado mientras lo mecía, sosteniendo un paño frío sobre su cabeza, y le conté todo. Ella escuchó atenta y paciente hasta el final sin decir palabra. Cuando terminé, me acarició la cabeza con toda la ayuda posible y me dijo, un poco susurrado para no despertar a Lucas:
  - a Martín no puede más que hacerle saber que estás y que cuenta con vos sea cual sea su situación. Luciana es puro humo. No suena al tipo de persona que vaya a pegarle a alguien.
Quedate tranquila que vas a estar bien.
  - Y de Nico, ¿No me vas a decir nada?
  - No. Tenés que hablar con él. Por ahí hay cosas que no sabés. Ahora anda acostarte que mañana hay escuela.
  ¿Cosas que no sé? ¿Cosas que mamá sí sabe? ¿Porque es todo tan difícil?, Muchas preguntas rondaban mi cabeza.
 

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Capitulo terminado.

El viaje de LilaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora