El viernes llegó demasiado rápido. Antes de despedirnos en la escuela, le súplique a Martín que fuera él quien se encarga de avisar la Nico que no iríamos con él en el auto de la amiga de Luciana. La sola idea se me hacía tan absurda que no lograba entender como Nico lo había siquiera propuesto.
Decidir qué ponerme me llevo el resto de la tarde. Hace tiempo ya que no frecuentaba a ninguna amiga, y mamá no llegaría hasta minutos antes de mi partida, por lo que tuve que valerme de impropia autovaloración y de mi escaso sentido de la moda. Varias horas y medio guardarropa más tarde opté por unos jeans nuevos, y decidí espiar el placarnde mi mamá por alguna opción para la parte superior. Al abrir la puerta de su cuarto no pude más que sonreír. Colgando de una percha apoyada sobre la puerta semiabierta del placar había una blusa hindú que siempre le había elogiado. Observe mi reflejo en el espejo de cuerpo entero y me sentí lo suficientemente satisfecha. La blusa era apenas un poco floja y los tenían tan poco uso que me ajustaban a la perfección. Me levante el cabello en un rodete desprolijo y di por finalizados los preparativos en el preciso instante en que Lucas despertó de una larga siesta y mamá cerró la puerta de calle.
- No estás hermosa. Sos.
- Y, si no me lo dice mi mamá, estoy al horno.
Me dio un abrazo de esos que duran varios segundos y son difíciles de cortar, y se aprestó a preparar la cena. Yo me quedé sentada en el apoyabrazos del sofá, sosteniendo la cortina, esperando divisar el lanchón de los Pierri con Rosita al volante.
Llegó puntual, cómo era de esperarse. La secuencia de avisarle a mamá que me iba, tirarle un beso a Lucas, subir al auto y saluda a Rosa y a Martín sucedió tan rápido que casi no existió. el corazón comenzó a latir con tanta fuerza que hasta tuve que apoyarme una mano en el pecho y respirar hondo varias veces. Pero, ¿Qué era lo que tanto me movilizaba? ¿Qué esperaba que fuera a pasar? Fuera lo que fuera, me llena el corazón de angustia y emoción, y me ponía la piel de gallina. Afortunadamente, no había manera de ponerse sería con Rosita, quién nota los rostros de ambos no tardó en aliviar el ambiente con sus chistes. Bajamos del auto riendo a carcajadas.
- ¿Cómo estás?- le pregunté en genuino interés mientras caminábamos por un camino de polvo de ladrillo hacia el ingreso del chalet dónde ya sonaba la música fuerte.
- Estoy. Punto.
Y así decapitó cualquier posibilidad de ahondar en su situación por el resto de la noche.
En la planta baja había varios chicos sentados en sillones y poltronas charlando, y unas flechas luminosas en las paredes de la sala indicaban la salida hacia el parque, dónde está tocando un chico de quinto que era deejay. Apenas cruzamos la puerta balcón, la música comenzó a golpearnos el pecho y el ruido de la gente hablando los gritos se elevó como un zumbido. Nos costó unos minutos aclimatarnos, pero pronto estamos disfrutando del show y buscando entre la gente caras conocidas. Una cara conocida. Para mi sorpresa, Martín intercambio un par de palabras con un chico de cuarto que conocia del negocio de cómics. era la primera vez que lo veía hablar con alguien que no fuera Nico, Almada o yo misma, en más de un mes. Me preocupa un poco ese súbito arranque de sociabilidad, que junto a su relación casual al inminente divorcio parecía estar enmascarando un volcán a punto de ebullición. Pero la música y las luces, y las risas alegres a nuestro alrededor me tiraban fuerte de la blusa y me invitan a pensar hacia otros rumbos. Entonces eché una ojeada a mi alrededor, con la involuntaria esperanza de cruzar mí mirada con la suya, pero sólo pude divisar, muy a mi pesar, el minúsculo top de lentejuelas dejaba al descubierto la chatísima panza de una súper procida Luciana, el pelo más lacio y brillante que nunca cayendo en una cola sobre su hombro desnudo. Frente a semejante espectáculo, toda la luz propia que siempre me decían todos que tenía no era más que una lámpara bajo consumo de 25 watts.
-Pero no es una competencia, ¿no?- le pregunté a Martín, como si él hubiera estado ollendo mis pensamientos.
- ¿Qué? ¡No escuché! ¿Querés que busque algo para tomar?
Asentí con la cabeza y se alejo hacia la barra, mientras yo seguía escaneando visualmente el predio y a los invitados. Los de quinto, tos con remera amarillo flúor y collares luminosos, iban y venían de grupo en grupo haciendo sociales asegurándose de que el espíritu no decayera. Varios grupos de chicas cuchicheaban mientras bailaban, y la mayoría de los chicos daban vueltas, fichando a las chicas. La barra desbordaba de gente. seguro Martín estaría lanzando insultos al aire por tener que pasar tanto tiempo apretujado entre tantas personas, definitivamente sería muy por fuera de su zona de confort.
Al cabo un rato, decidí ir a relevarlo o al menos hacerle compañía. Entonces, como operados por una fuerza ajena a mi, mis ojos intentaron divisar a Luciana una vez más. Ahí, a un lado de la enorme piscina iluminada, estaba hecha con su top de lentejuelas. Y ahí estaba su mano, acariciándole la estrechísima cintura mientras la otra le corria el cabello del hombro. Y ahí están sus ojos verdes, y el pelo ensortijado y húmedo como si acabara de darte una de darse una ducha. Y esa chama que tampoco tenía que ver con su estilo pero que también le quedaba. Y yo, mirándolo cómo embobada, hasta que sus ojos se cruzaron con los míos y automáticamente su boca esbozó una sonrisa y su mano dejó de acariciar a ella la cintura para saludarme a mí, que levante la mano para devolver la saludo y, acto seguido, me dirigí a la barra a buscar a Martín, con un escalofrío recorriendome el cuerpo.
La barra era un caos. Había chicos pidiendo tragos a los gritos por encima de los hombros de los adelante, hielos que volcában de una punta a la otra, gente que intentaba salir con su bebida y, en más de una ocasión, termina bañado a causa de un choque o un empujón. Detras de la barra había dos chicas y dos chicos de quinto gritandose instrucciones unos a otros, pero ni rastros de Martín. Lo busque entre la multitud por largo rato, gritando su nombre de tanto en tanto, sin éxito, hasta que la preocupación comenzó a apoderarse de mí. ¿Dónde podría haberse metido? ¿Y sí la está pasando mal? miré a mi alrededor y noté que había gente apoyada en la barra del balcón del primer piso del chalet, por lo que me abrí paso en esa dirección con la esperanza de tener una mejor visual desde allí arriba.
No fue fácil llegar. Varios chicos que conocían sólo de vista intentar hablarme en el camino. Le sonreí a todos entredientes alegando que buscaba a un amigo y seguí avanzando, hasta encontrarme una vez más en la sala de las flechas luminosas. Me costó divisar la escalera, saqué un par de pareja se habían adueñado del espacio y tuve la incomodidad de interrumpir las para poder acceder al primer piso. Finalmente llegué al balcón, camine hacia la baranda y me desplome sobre ella. Recuperar el aliento y me dedique al escaneo visual. No ya pasó cinco minutos apoyado en la baranda, cuando una mano me rozó la panza en un abrazo. Mi primer impulso fue quitarla, pero al sentir que volví a tocarme no dude un codazo al acosador insistente. me volví con una mirada amenazante que no tarden aflojarse al ver un par de ojos verdes.
- Hola- me saludo, inmediatamente hizo un chiste sobre mis habilidades para la defensa personal.
- Hola. Estaba buscando Martín.
- ¿Qué pasó? ¿Se perdió?
- Fue a buscar unos tragos y desapareció.
- No es un nene Tincho. Sabe cuidarse solo. Como vos. Y se echó a reír.
Me alejé un poco de la baranda y me senté en el piso apoyando la espalda en la pared. Nico se sentó a mi lado, bien cerca, casi rozando mi cuerpo.
- ¿Sabías que los Pierri se van a divorciar?- pregunté, intentando direccionar mis pensamientos lejos de lo bien que olía su colonia.
- Si. Me lo dijo Tincho en gimnasia al otro día.
- ¿Cómo lo notaste al respecto?
- Bien, tranquilo. Un poco aliviado, me pareció. ¿Por?
- Nada, me preocupa un poco. Nada más.
Se pasó una mano por el pelo, nervioso pero un poco alterado. Tragó saliva y cambió olímpicamente de tema.
- Estás hermosa. Bah, sos.
Mí corazón comenzó un involuntario repiqueteo que generaba un leve movimiento en mí blusa.
- Me olvidé los brillos en casa - capto la indirecta y sonrió levemente-. Vos... No sé que estabas pensando con esa chomba. Igual te queda bien.
Comenzó a tamborillar los dedos sobre sus rodillas al tiempo que el deejay ponía una de sus canciones favoritas. Cerró los ojos y me tomó la mano con fuerza. Nos quedamos escuchando en silencio, hasta que en el estribillo se volvió hacia mí y me dijo, casi sin justificación:
- No sé si ya te lo he dicho, pero estás muy linda.
- Si, si me lo habías dicho, pero gracias.
Tal vez fue la canción, que también me gustaba mucho, o tal vez ya estaba un poco cansado de este juego. Lo cierto es que decidí dejar los rodeos.
- Nicolás...
- ¿Si?
- ¿Qué onda eso que me dijiste en la escuela?
-Que te dije en... Ah, si. Que me moría de ganas de besarte. Nada, eso.
-¿Ahora también te morís de ganas?
- Mal.
Me miró a los ojos sonriendo, evidentemente feliz por el curso que había tomado la conversación, y lo besé como si un meteorito estuviera a punto de estrellarse contra la Tierra, con desesperación, mis dedos entrelazandose en su cabello y acariciando su cuello; sus brazos ciñendo mí cintura hasta sentarme sobre sus piernas. Su boca era como una mezcla de sabores y yo quería probarlos todos, sin darle respiro. El me acariciaba la espalda y llevaba mis piernas contra su pecho, como pidiéndome que no me fuera de su lado nunca más.
Cuando finalmente separé mis labios de los suyos, me acarició la mejilla y apoye la cabeza en su hombro, deseando poder quedarme ahí para siempre. Los minutos siguientes transcurrieron de forma inesperadamente extraña. Era tan diferente estar así, con mí cuerpo entero dentro de su abrazo, tan íntimamente entrelazados; y al mismo tiempo, era como habernos encontrado al fin, después de tanta distancia entre nosotros, todavía amigos, pero ahora un poco más cómplices.
-¿Cómo estás? -le pregunté, sabiendo que era un camino sin retorno, aferrándome fuerte a su pecho y besando su cuello mientras esperaba la respuesta.
- Ahora fantastico -dijo, intentando una sonrisa que enseguida se apago -. Mal, para el traste, horriblemente. El tío se va a morir. Corta la bocha. Ya va por el tercer infarto. El segundo lo tuvo el jueves antes de que llevará a Luciana a tu casa por primera vez.
- Pero...
- Pero nada, Li. No tengo a nadie. Quince años, nomás. ¿Sabes lo que se siente estar solo en el mundo? No voy a llorar. No quiero llorar más. Pero quiero que entiendas por qué salgo con Luciana.
Su relato me partió el alma y hubo algo en ese tiempo presente que me llenó de angustia. Cómo si los minutos previos, lejos de ser un adelanto del futuro, hubiesen sido una despedida.
- Tu mamá no te dijo nada porque yo se lo rogué, pero desde ese día está haciendo un trámite con un abogado, para ver si puede ser mi tutora legal cuando él se muera. Si eso pasa, viviríamos juntos. Si tenemos una historia y nos peleamos, me tendría que ir de tu casa. ¿Adónde? No puedo, Lila. Por eso salgo con ella: para sacarme todas las ganas que te tengo a vos. Capa que suena feo, pero ella lo sabe. Yo nunca le mentí. Sabes que estoy enamorado de vos desde los 5 años y cuál es su función en mi vida. Me hará un tipo despreciable, pero hago lo que puedo, sobrevivo. Si no le gusta, sabe que sí puede ir. Pibes no le van a faltar.
Su discurso fue como un yunque cayendo sobre mi cabeza. Era demasiado para procesar y a la vez explicaba tantad cosas, cómo porque los ya no me trataba habitar mi presencia esta noche: porque sospechaba el desenlace.
En un instante, había caído el paraíso de un golpe. De repente, la música que antes era una cortina de fondo se me hizo insoportable y el bullicio de la noche me golpeó en los oídos. Me desprendi de su abrazo y me puse de pie. Lo miré desde arriba, apichonado, el nudo en la garganta, la lucha por tener los ojos secos, y la extendi mí mano para ayudarlo a levantarse.
-¿Me ayudas a buscar a Martín? -fue lo único que surgió de mi boca. Inmediatamente entendí que no lo estaba sudando-. Bah, no sé. Por ahí te están buscando a vos.
- Se debe haber ido en un taxi. Si lo conozco realmente, juraría que vino solamente para traerte, para que nos encontraramos. Un poco para hacerle la guerra a Luciana. Ya sé que no la aguanta.
Fruncí el ceño. Había estado tan ensimismada que no pude adivinar las intenciones de Martín. ¿Por qué iba a querer venir a un lugar así, justo en este momento tan delicado para el? Había sido una pésima amiga y eso sin sospechar otra verdades que yacían ocultas.
- Me voy-dije al fin-. No hace falta que me acompañes. Mamá me dio plata para un taxi.
Lo besé en la mejilla y me dirigí a la salida. Se quedó mirando me sin reaccionar. No me siguió y yo no miré atrás.
De más está decir que esa noche tampoco dormí demasiado. Mamá se había quedado despierta, esperándome. Lo supe porque la luz de su velador se veía desde la ventana. Tal vez espero que yo me acercara a su habitación buscando desahogarme, pero sólo quería acostarme y estar sola. Me deje caer sobre la cama sin quitarme la ropa, que todavía tenía su olor, y trate de aferrarme al recuerdo tanto como pude. Sabía que todo sería distinto por la mañana.---------------------------------------------------------
Capitulo terminado.
ESTÁS LEYENDO
El viaje de Lila
AdventureEs un libro dedicados los hijos del autor, creadores de mundos maravillosos.