Capítulo 2

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  Así fue como ese juego empezó a disolverse y fue dando lugar de a poco algo de Corazones. este marcó el comienzo de algo nuevo y el fin de muchas cosas que nos habían acompañado desde aquella tarde en la plaza. Sin saberlo empezamos a echar las cartas, algunas marcadas, y algunos ansiosos ases esperando en las mangas.
  Hasta ese juego no habíamos adoptado la costumbre de salir a bailar. Nuestros sábados (los que pasamos juntos) eran noches de película y asado en mi casa. Mamá se encontraba con sus amigas y nos encargaba el cuidado de Lucas. Nico y Lucas eran tal para cual, y jugaban con figuras articuladas hasta que Lucas caía rendido en su camita y liberaba a Nico para ayudar con el asado. Martín odiaba llenarse de humo, por lo que se encargaba de cortar la carne, poner la mesa y demás tareas.
  Elegir la película solía ser problemático, por lo que nos remitiamos a comedias, thillers y pelis de aventura; evitabamos el drama, el romanticismo y la acción, géneros que alguno amaba y otro día va con la misma intensidad.
  ya nadie recuerda cuál fue la película elegida ese sábado de julio, pero ninguno olvida los sucedido en ese encuentro. Nico había actuado de manera extraña desde el viernes, como ocultando algo. Martin y yo lo nota más inquirimos al respecto, pero Nico postergaba el asunto. Finalmente, cuando el sábado por la noche tocó a mi puerta, el misterio fue develado. Martín y yo fuimos a recibirlo, Y ambos permanecimos en la puerta, mirando a Nico con desconcierto y una sucesión de otros sentimientos, durante unos segundos.
  - Buenas- dijo Nico sonriendo de mejilla a mejilla-. ¿La conoces a Luciana?- y mirando a la radiante joven para a su lado, explicó-: Este es Tincho ( Martín gruño y corrigió a Nico en el acto), esta es mi amiga Lila.
  Hubo una cierta entonación en la palabra amiga, que indicaba que Nico estaba deseando que subrayar esta relación. Acto seguido, Nico indicó a su acompañante que ingresara, sin previa consulta con la dueña de casa, mientras Martín y yo nos seguíamos con atónitas miradas.
  - Pasen nomas- dije entre dientes, mirándolo a Martín.
  En fin, ya habían pasado y allí estaba ella, fotografiando mi humilde morada con sus ojos color miel; y allí estaban Nico, sonriendo con cara de idiota y tal vez preguntándose la razón de nuestras insatisfechas expresiones. Aunque tal vez no. Nico no hizo ademanes de justificarse; hasta parecía expectante, ansioso. En una forzada actuación, le indiqué amablemente a Luciana su tarea, insistiendo en que se sintiera como en su casa. Después de todo, a esta altura no había mucho más que pudiera hacer. Martín, que no era muy bueno socializando con extraños - Luciana no era absolutamente una extraña; iba a nuestro curso, aunque jamás habíamos interactuado con ella-, le entregó el silencio una pila de platos y cubiertos, y salió al patio. Al parecer, el humo era de repente su mejor amigo.
  El asado esta noche fue ahora integra de Martín y mía. Nico había estado demasiado ocupado mostrándole a Luciana lo bien que se llevaba con los niños. Lucas, naturalmente, estaba chocho y, aunque dudo que comprendiera la situación, Lucio embadurnando el pelo de Luciana con su mano empapada de gelatina de frutilla.
  Durante la cena, Nico condujo la conversación, citando viejas fechorías que los tres habíamos llevado a cabo en la infancia, y buscando de cuando en cuando nuestra aprobación. Martín sólo Alejo los ojos del plato en dos o tres ocasiones, y pronto su evidente incomodidad empezó a preocuparme. A medida que la velada se desplegaba, mi odio hacia esa extraña usurpadora e invasora se acrecentaba, Y decía va cada vez con más fuerza hacerla desaparecer con un chasquido de mis dedos. Aproveché una ocasión en que Nico fue a buscar más graciosas; fui tras él, aún cuando sabía que exponía a Martín a incomodarse aún más ante nuestra ausencia.
  - Che, no te lo tomes a mal pero ¿Se puede saber qué estabas pensando?
  Nico cerró la heladera y me miró con angustiante sorpresa.
  - ¿Por qué me decís eso? ¿Es por Luciana?
  - Nooo... ¡Cómo va a ser por Luciana! Perdón, ¿quién es Luciana? Digo, porque no recuerdo haber escuchado ese nombre hasta hace unas horas.
  - ¿Qué, les molesta? No pensé que... La invité porque me pareció más fácil que... Si la invitaba a tomar algo, capaz que me decía que no, en cambio así...
  - en cambio así los tontos se tus amigos se mueren de angustia mientras vos te la levantas con compañía. Está bien, Nicolás, para qué me disfrazo de mariachi, así la tienes completa y sin pagar un centavo.
   Habiendo expuesto mi punto de vista me retire ofendida, dejando a Nico a merced de sus conclusiones. Cuando volvió al comedor, minutos más tarde, ya no era el mismo. Pronto trato de dar por terminada la reunión,  porque haya reparado finalmente en nuestra molestia y porque deseaba evitar que supiéramos que había  elegido una película vetada en nuestra lista habitual. Fue en vano.
  - ¿Por qué nos vamos tan pronto? Hace siglos que quiero ver Chispazos de amor- dijo Luciana, apenada, mientras Nico la ayudaba a ponerse el abrigo.
  A partir de ese episodio, Luciana se convirtió en figurita repetida. Nico se pavoneaba con ella en cada recreo, le llevaba pequeños regalos y hablaba de ella constantemente. Aunque yo no trato de incluirla en nuestros planes, su nombre comenzaba a resonar con demasiada frecuencia en mis oídos y en los de Martín. Fue una ausencia de este último a clase Lo que trajo a Nico de vuelta a la realidad. Martín se había mostrado bastante decaído y aún más callado que de costumbre Durante los días previos a su ausencia, y alguien había dejado su trabajo práctico de Ciencias Naturales en mi buzón el día anterior.
  Cuando busca Nico en la puerta de la escuela, lo encontré con los brazos echados sobre el cuello de Luciana.
  - Nico, ¿puedo hablar con vos un minuto?
  - Hmmm.
  - No, en serio.
  - ¡Uff! Sí, decime.
  Mire a Luciana, no se dio por aludido y me sonrío expectante, tal vez pensando que por alguna razón podría ser parte de la conversación. Nico notó la preocupación en mis ojos y le pidió que lo esperará adentro. le comenté rápidamente lo ocurrido y comenzó a arrojar hipótesis sobre el estado de Martín. Decimos visitarlo a la salida de la escuela, pero la cosa se complica cuando Nico recordó una cita con Luciana acordada previamente. Después de varios intentos de que la chica desistiera de venir con nosotros, decí que iría por mi cuenta.
  La casa de los Pierri se había convertido con el tiempo en un lugar que prefería evitar. Mientras el viento frío del invierno ondulado entre mis cabellos, mi mente transitaba por varios recuerdos casi olvidados. Había algo en ese frío que se iba deslizando por mi piel, ingresando por pequeñas hendiduras de mi vestimenta, que me provocaba una creciente ansiedad.
  Toca el timbre y apareció Rosita. su habitual sonrisa no había visitado esta vez tu boca y suspense vida que algo estaba realmente mal.me invitó a pasar casi solemnemente y tránsito de la solitaria sala en dirección a la planta alta. A simple vista, el cuarto de Martín está vacío, pero pronto lo divisé, acurrucado en un rincón a un lado de su mesa de luz. me acerqué lentamente y con inmensa dulzura apoye mi mano en su cabeza.el silencio se fue expandiendo a nuestro alrededor, interrumpiendo de a ratos por algún río que provenía de la planta baja.
  - ¿Está tu mamá?- pregunté finalmente.
  Mi mano se movió junto con la cabeza de Martín, indicando una negativa. Me senté a su lado y, sin mirarme, apoyo su cabeza sobre mis piernas y comenzó a sollozar.
  - No es ella- dijo, adivinando mi pensamiento.
  - ¿Qué, entonces?
  En medio del silencio, el usa palabras que materializaran su sentimiento y yo fuerzas para contenerlo eficientemente. varias letras se dibujaron en su boca y no se desvanecían dando lugar a nuevas letras que no llegaban a convertirse en sonido.
  - No sé- dijo al fin con voz ondulante y temblorosa-. Supongo que soy yo. Si, eso es obvio. No sé cómo explicarte, Lili. te juro que no hay nada que quiera más que poder explicarte.
  Decidí darle un poco de tiempo, cambiando momentáneamente de tema. Sabía que todo esto demandaba de él demasiada energía.
  - Nico no puedo venir, la pibita ésta se nos quería pegar y la única solución fue que viniera yo sola. No te enojes con él, esta re-preocupado, en serio...
  - ¿Querés que te diga algo? Te voy a decir algo sobre Nico.
  La voz de Martín había dejado de temblar. Habían hecho varias cosas nuevas, resentimiento, tal vez algo de bronca.
  - todo eso es una farsa.
  - ¿Qué? ¿Qué es una farsa?
  - la tonta de Luciana, eso de que ahora pasa todo el tiempo con ella. ¿Realmente crees que le gusta?
  - Es una tonta, estoy de acuerdo, pero es re-linda.  Mucho más linda que yo, eso seguro. Y mi hijo tiene muertas a todas las de primero, se pueden dar el lujo de salir con una mina.
  - Nico está muerto con vos, eso pasa. Sale con Luciano para darte celos, y por lo visto se sale con la suya.
  Fue una bomba para los sentidos. Ahora era yo quién temblaba, tratando de comprender las palabras de Martín.
  - Él... ¿él que dijo eso?
  - No hace falta que me lo diga, es obvio. Aunque se ve que para vos no. Y supongo que para él tampoco. es tan tonto a veces que no se da cuenta de nada.
  Martín había logrado, con una simple estrategia, borrar de mi mente el motivo de mi visita casi por completo. Y esa inquietante violencia en su voz intensificada más aún mi sorpresa. nada en la manera de actuar de Nico en los diez años que había pasado en mi vida había hecho sospechar semejante cosa, y se me ocurrió que tal vez a Martín se le había ido la mano en aprovechar mi cambio de tema.
  - Mira, Martín, yo no creo... Nico y yo somos amigos, vos sabés eso mejor que nadie, y el me cuida come me cuidas vos, como yo los cuido, pero de ahí a... no sé.
  - Está bien. Yo estoy loco, pero cuando me los encuentre  a los besos en una esquina no van a tener cara para explicarme cuánta razón tenía. No te enojes, pero ya no tengo ganas de hablar.
  Martín usó uno de sus ases: "No me gusta este juego. Yo no tengo ganas de hablar".
  De repente, todo era una maraña en mí cabeza: Martín, Nico, Lucina. Cómo odiaba  Luciana. La odiaba porque sabía que en sus manos estaba el cambio. Ella lo cambiaría todo. Nosotros ya no éramos los mismos y todo se iba encaminado hacia la decadencia de nuestra relación. Pensar en el final del juego me oprimía el pecho, también pensar en Nico y el Martín. No sentía deseos de ir a casa, mientras me alejaba de la casa de los Pierri, mis pies comienzan a tomar la dirección de la entrada del subte.
  La calle Santa Fe y recibió sorprendida y las vidrieras de los gastados negocios se preguntaron que había sido de esas sombras que solían levitar a mi alrededor. Yo no sabía que contestar, y me reflejo comenzó a llorar. bajé por la plaza y me refugie bajo una escalera de una galería donde hacen tatuajes y vendía cómics y arte e indumentaria gótica. En aquel lugar el aire era espeso, como en el subte, y permanecer así demasiado tiempo siempre me produce dolor de cabeza. Sin embargo, mi cabeza ya latia antes de ingresar y necestaba un lugar concurrido, lleno de gente inmersa en sus propios juegos, para poder concentrarme en el mío. Recuerdo haberme rendido al sueño, soñar imágenes de la infancia que nada tenían que ver con Nico y con Martín. De repente escuché su voz y en primer momento no supe de donde provenía. Abrir los ojos y comprobé que era real. mi primer instinto fue a buscar a alguien a su lado. Pero Nico estaba solo y se veía bastante abatido.
  - Ey, ¿Qué hacés acá?
  - Nada - dije, restregándome los ojos, porque la verdad de la respuesta era demasiado extensa para alguien que acaba de despertar en un lugar extraño.
  Salimos y me invitó anexar el primer McDonald's que se cruzó en mi camino.
  - Bueno, che, contame - empezó el.
  - ¿Qué querés que te cuente?
  Realmente no tenía idea.
  - ¿Fuiste a lo de Tincho, o no?
  - Ah eso.
  - ¿Por qué? ¿Hay algo más?
  Había, y de repente trate de buscarlo en sus ojos, pero solo encontré cansancio y ansiedad. Pensé que tal vez la intuición de Martín había fallado y entonces todo estaría bien otra vez.
  - Está mal. No me dijo nada, aunque trato, pobre. Pero te digo que está mal.
  Por primera vez vi como Nico hacía a un lado una hamburguesa. Y entonces, todo aquello que yo esperaba que fuera sólo un error, podría ser tan tangible como esa redonda hamburguesas con papas y gaseosa medianas.
  - ¿Te dijo algo de que yo no fui? ¿Qué le dijiste?
  - La verdad. ¿Qué otra cosa iba a decirle? Qué no fuiste porque saliste con Luciana.
  - No fue tan así y lo sabés. Así suena como si doy un forro mal amigo. ¿Por qué no le explicaste bien?
  - Bueno, che, vos querés todo. ¿Por qué no te hacés cargo?
  - Ah, ¿o sea que no tengo derecho a salir con nadie? ¿Tengo que elegir entre salir con alguien y estar con ustedes?
  - Yo no dije eso.
  - Bueno, entonces explícame cómo es la cosa, porque no te entiendo.
  Volví a mirarlo a los ojos. Como si un velo se hubiera levantado, lo vi todo. Allí estaba, en sus ojos, todo aquello de lo que había hablado Martín. Me pregunte si podría verse también en sus ojos, y lo lamente en el acto. Todo se hizo aún más confuso. Mi cabeza iba a mil himiko exigia una respuesta. Mire el reloj y le pedí que fuera más lento, Qué regalar a un poco de tiempo extra para no decir nada de lo que me arrepentiría más tarde. Para mi alivio, las benévolas agujas indicaron que era hora de irme a casa.
  - Nico, me tengo que ir. Tengo que cuidar a Lucas.
  Nico desaprobó mí huida, pero la excusa de Lucas siempre funcionaba.

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