Desperté. Estaba en mi cuarto. Miré a mi alrededor buscando algún indicio de lo que acababa de suceder, pero todo parecía estar en su sitio. Me incorporé sobre la cama y me miré en el espejo. Nada había cambiado: yo era yo y me veía como siempre, aunque el pelo un poco más brillante (¿mamá habría comprado otro champú?). Cabía la posibilidad de que todo hubiera sido un sueño. Claro que sí. Había estado bajo mucha presión en los últimos días y seguro había soñado más profundo de lo habitual. Eché una última ojeada a mi cuarto, me vestí y bajé a desayunar. El sofá estaba inquietamente prolijo y acomodado. Mamá preparaba café.
- ¿Donde está Nico? -pregunté sin rodeos.
- Buen día, amor. ¿Nico?¿Tu Nico? En su casa, con sus padres ¿Donde más iba a estar?
A duras penas logré tomar la taza que me ofreció y apoyarla en la mesa. ¿Tu Nico?¿Padres?
Respiré hondo tratando de no perder la calma. ¿Podía ser?¿Y si realmente había estado en La Feria de los Mundos y había aparecido en un mundo diferente, en el que los padres de Nicolás nunca habían fallecido? Mí primer impulso fue correr a su casa, pero seguramente no viviría con el tío Alberto si sus padres realmente existían, y no podía preguntarle a mamá sin riesgo de quedar como una loca. Terminé el desayuno y, apenas estuve lista, salí disparada hacia la escuela, en busca de Nicolás.
Camine tan rápido como pude. La intriga me desesperaba y, a la vez, la idea de estar en un mundo diferente a aquel en que había vivido toda mí vida me llenaba de ansiedad. El camino a la escuela era el mismo de siempre. Si había una diferencia en esta vida, no estaba en la ciudad donde vivía.
Al llegar, lo vi apoyado sobre la reja, tan lindo como siempre. Su mirada se iluminó al verme aparecer. Corrí a su encuentro y lo besé con ganas. Lo abracé y por un instante me perdí en el olor de su colonia, y no me importó nada más que estar cerca suyo. No hacía mucho tiempo lo había dejado, en mí otra vida; pero para mí había sido una eternidad.
-¡Uy, no sé por qué tanto amor, pero me encanta!
- Hola, te extraño -le dije, besándolo una vez más.
Me acarició la cara y me besó en la mejilla.
- Vamos, linda, que ya sonó el timbre.
La jornada escolar transcurrió normalmente, salvó por dos detalles que llamaron mí atención: la ausencia de Martín, aunque seguramente estaría de poco ánimo (si era que en esa vida estaba pasando por lo mismo que en mí vida original), y el hecho de que Luciana de me acercó varias veces y me charló como si fuéramos grandes amigas. Supongo que debió parecerle raro que yo no le hablara en tono amistoso, pero el hecho de que me abrazara y se riera contándome cosas al oído me resultaba tan chocante que casi ni respondí a sus comentarios. Me remití a mirarla con cara de nada y a sonreír forzadamente cada vez que ella me hablaba.
En el recreo, Nicolás y yo nos sentamos en el cantero de siempre, y traté de averiguar más sobre sus padres. Se me ocurrió que una pregunta casual no despertaría sospechas.
-¿Tus viejos?
- Bien, esta mañana le sacaron el yeso a mí viejo.
- Ah, qué bueno. ¿Y tu mamá?
- Que raro que le digas "mi mamá" a Susana.
Transpiré. Su mamá había muerto al dar a luz, así que era lógico pensar que tampoco existiera en esta vida. Traté de salir del brete lo mejor que pude.
- ¿Vos no le decís "mamá"?
-A veces. Sí, qué sé yo. Es prácticamente mí mamá. Me crío.
Pasé el resto de la tarde tratando de imaginar cómo había sido su vida en este mundo.
A la salida me invitó a ir a su habitación a escuchar unos discos de vinilo. Vivía en una casa de dos plantas a dos cuadras de la mía. Me pareció que el destino siempre había querido que fuéramos amigos y nos había mantenido cerca aún en esta vida. Su cuarto estaba decorado con pósters de bandas y tapas de discos. Era muy espacioso y había mucho amor en él, a diferencia del cuartucho en el que dormía en la casa del tío Alberto. Se dejó caer sobre la alfombra y me invitó a sentarme junto a él. Puso un tema lento, y me besó, al tiempo que me acariciaba el hombro. De repente, sentí ganas de llorar.
-¿Qué pasa? -se veía preocupado
-Nada, que te veo así y me das tanta alegría... Es todo lo que te merecés. Bah, te merecés mucho más, pero...
Su desconcierto era evidente, pero yo no podía explicarle a qué me refería. Me sequé las lágrimas y volví a besarlo, y por un rato largo me dejé llevar por el momento.
Cuando el disco terminó y nos quedamos en silencio, repentinamente sentí un vacío en el pecho; una corazonada, cómo si algo estuviera tironéandome del pantalón e indicándome que prestara atención. Algo le estaba faltando a esta vida maravillosa en la que Nico tenía padres y éramos novios felices. Y casi, casi lo dejo pasar.
-Falta Martín nomas- pensé en voz alta.
-Sí- coincidió, con la mirada cada vez más triste- Tres mese ya. Lo extraño tanto. Aveces paso por la casa y tengo como un impulso de tocarle el timbre, cómo si me fuera a atender.
Escuché sus palabras, pero la información tardó en adquirir significado. Sonaron como un eco en mi cabeza varias veces, hasta que finalmente entendí. El corazón se me hundió en un pozo. De repente, se me hacía casi imposible respirar. Aunque estaba casi segura de saber lo que ocurría, mantuve la ínfima esperanza de que se hubiera mudado de ciudad.
-¿Qué le pasó? -pregunté casi a los gritos.
Me miró con los ojos llenos de dolor.
-Me lo pregunto todos los días yo también, Li. Por qué no buscó otra salida. Mi papá siempre lo dice: la muerte es lo único en esta vida que no tiene arreglo.
Sentí una opresión en el pecho que me alejó de él de un salto, y unas horribles náuseas comenzaron un curso ascendente y descendente desde mi garganta hasta mi estómago. Éste definitivamente no era el mejor de los mundos, sino más bien uno de los peores. Ningún mundo podía ser habitable sin Martín. Ningún mundo podía ser bueno si había llevado a Martín a sentir que no tenía lugar en él.
Sentí la urgencia de salir corriendo y no pude contenerme. Le grité algo incomprensible y bajé las escaleras hasta la puerta de calle. En el camino me choqué con su padre. Lo observé durante unos segundos. Tenía la mirada honesta y los mismos ojos verdes. Me miró con cariño y me saludó con un beso en la mejilla. Quiso iniciar una conversación pero, aunque me habría encantado charlar con él, el nudo en mí garganta me hacía imposible decir palabra alguna. Lo miré apenada y salí corriendo de la casa.
Corrí las dos cuadras que me separaban de mí casa comiéndome las lágrimas que el viento desparramaba por mí rostro. Necesitaba una puerta.
El pergamino decía que en caso de no hallarse en el mejor de los mundos posibles, uno podía pedir una puerta de regreso al recinto, pero no explicaba cómo era la puerta o dónde podía encontrarse. Llegué a casa exhausta por la corrida, subí al cuarto y me senté en la cama a descansar, y a pensar una manera de encontrar la puerta. Tenía tiempo de sobra, pero no quería permanecer allí ni un segundo más. Por ridículo que suene, sentía que cada momento que transcurría en esa vida era un momento que le quitaba a Martín, en otra vida. Necesitaba salir de ahí.
Entonces recordé esa frase: "La feria aparece en el lugar menos esperado". ¿Se aplicaría la misma regla a la aparición de la puerta? Se me ocurrió que el lugar menos esperado para buscar una puerta era una ventana. Me puse de pie y comencé a recorrer la casa, en busca de una ventana que tuviera algo llamativo. Así fue que, al llegar al cuarto de mamá, noté un extraño brillo en el marco de su ventana. La examiné de cerca y estuve segura: esa tenía que ser la puerta de regreso a La Feria de los Mundos. El brillo en el marco era una especie de halo y, al tocarlo, daba la impresión de ser etéreo, cómo un marco fantasma.
Había encontrado la puerta, pero ahora no sabía cómo proceder. Si cruzaba la ventana y estaba equivocada, caería a la vereda desde un primer piso. Era una locura. Cerré los ojos y escuché una voz. Era una voz femenina, suave y profunda a la vez. Al principio era como un arrullo, pero luego empezó a tomar la forma de un susurro que decía: "Todo estará bien". Entonces entendí que la única solución era un salto al vacío que involucraría toda mi fe. Tomé valor, respire hondo y salté. Pude divisar a Lucas en la habitación contigua, jugando en su alfombra de colores, mientras me lanzaba hacia lo desconocido.---------------------------------------------------------
Capitulo terminado
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El viaje de Lila
AdventureEs un libro dedicados los hijos del autor, creadores de mundos maravillosos.