Segundo capítulo

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Diversos sentimientos se arremolinaban por todo su cuerpo en aquel momento.

Alivio, al ver que en este tiempo no le había pasado nada, pues llego incluso a pensar que algo les podría haber sucedido a él y a su familia, pues nadie del pueblo había sabido de ellos desde entonces, ni si quiera los amigos más cercanos.

Nerviosismo, al verle delante de ella después de tanto tiempo, estaba claro que físicamente no era el mismo, pero lo que la hacía sentirse así eran los ocho años que habían pasado ¿Sería el mismo chico que ella recordaba? ¿El chico que siempre la hacía reflexionar antes de actuar? ¿El chico que se pasaba noches junto a Valle y ella, ayudándola a estudiar? No lo podía creer, todo el tiempo que había pasado y ella ni siquiera se había parado a pensar en como sería cuando el volviese, que tendría que decirle, como debía comportarse, porque justo en ese momento lo único que podía hacer era mirarle fijamente con los ojos abiertos al máximo.

Y de repente hubo un sentimiento, al principio no fue más que del tamaño de una gota, pero creció dentro de ella hasta ocupar todo su pecho.

Rabia.

Rabia, porque no se había puesto en contacto con ella durante esos ocho años, porque se había despreocupado de todo lo que había dejado atrás, no solo a la propia Jara, sino también a Lucas y a Valle, ellos también habían sido sus amigos, pero nada de eso le había importado.

Se obligó a calmarse a sí misma, pues aún no sabía lo que había sucedido y quizás le estaba juzgando injustamente.

Pero de repente esos sentimientos se hicieron pequeños hasta casi desaparecer, porque cuando le dedico una tímida sonrisa Jara tuvo que apoyarse en el mostrador para no caerse. Nunca había sido una persona que sonriese mucho, era bastante serio, por ello cuando conseguía sacarle una sonrisa Jara se sentía la persona más afortunada del mundo. Y eso parecía no haber cambiado después de tanto tiempo.

Pensaba que no podría sentirse más abrumada, hasta que le oyó hablar.

—Me alegro de verte, Jara.

Esa voz.

Había olvidado lo mucho que amaba esa voz, ahora era aún más grave, pero el efecto en ella no había cambiado.

Le temblaron incluso las rodillas.

Se regañó mentalmente, ¿Qué clase de imagen estaba dando? Parecía que iba a colapsar en cualquier momento, y no era la impresión que quería darle a Oliver. Tenía tantas preguntas por hacerle que su mente no fue capaz de sacar una en concreto, un remolino de palabras la inundaba, Jara no se vio capaz de formar una frase completa en aquel momento.

¿Dónde narices estaba Lucas cuando se le necesitaba?

Él siempre se encargaba de sacarla de cualquier apuro en el que se encontrase, y el que se encontraba delante de ella era el más grande que había tenido.

Tendría que salir ella misma.

Obligó a su mente a despejarse y a encontrar algo que pudiese decir para que Oliver no pensase que lo único que Jara había conseguido en ocho años era olvidar hablar.

—¿Qué haces aquí?

Fue lo único que pudo salir de sus labios.

Oliver adoptó una expresión seria, que hizo que Jara se tensase más de lo que estaba. Recordaba una imagen similar, cuando este se le había declarado aquel día en la playa, había dicho todo lo que sentía por ella con aquella misma expresión, como si estuviese dando un importante discurso y no quisiera desconcentrarse.

Jara se mordió el labio, obligándose a dejar ese recuerdo a un lado, pues quería escuchar lo que Oliver tenía que decir.

—Yo...

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