Cuarto capítulo

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 Se le notaba nervioso, aunque intentase ocultarlo. Si por la mañana estaba guapo con una simple sudadera y unos vaqueros ahora, con una camisa blanca y unos pantalones de vestir era una obra de arte. 

Se obligó a apartar aquellos pensamientos, si hubiese sabido que se iba a arreglar tanto se hubiese puesto algo mejor. Había decidido ponerse unos vaqueros y una fina sudadera azul junto a unas deportivas.

Miró a Lucas.

Él estaba mucho peor, llevaba unos pantalones hasta la rodilla, los que usaba para dormir y la parte de arriba no se quedaba atrás, una camiseta que tenía más años que el propio Miguel, con pequeños agujeros por todas partes, todo esto acompañado de unas chanclas. 

Tuvo que retener la risa que amenazaba con salir.

—Bienvenido—dijo Lucas acercándose a él, dándole un abrazo, que el chico correspondió.

—Gracias.

Jara se acercó con el corazón tronándole en los oídos ¿Qué debería hacer? ¿Darle dos besos? ¿Un abrazo? No tenía ni idea, y se había olvidado de preguntarle a Valle que sería lo más apropiado. Sus ojos se encontraron y su corazón se aceleró. Le daría un abrazo ¿No era nada malo no? Los amigos se daban abrazos.

Pero se quedó parada cuando Oliver le tendió una mano.

¿Perdona?

¿Acaso estaban cerrando algún trato?

¿Quién en pleno siglo XXI daba la mano para saludar?

Agarró su mano quizás con más fuerza de la debida, brindándole una sonrisa tensa.

No sería fácil cumplir la promesa que le había hecho a Valle.

El chico asintió y simplemente elevó una de las comisuras de su boca, en una especie de sonrisa ladeada. 

—Bienvenido.

—Gracias.

Por fin el abuelo llegó a la entrada y le tendió una mano a Oliver.

¿El también?

El joven correspondió al gesto.

—Gracias por invitarme a su casa Señor Guerrero.

—Yo no te he invitado. —todos se quedaron sin respiración en aquel momento, no había durado ni cinco segundos sin comenzar un enfrentamiento. —Esto ha sido cosa de mi nieta.

Antes de que Oliver se sintiese lo suficientemente incomodo como para correr hacia la puerta Jara cogió el brazo de Tomás y esbozó una falsa sonrisa.

—Venga, que te ayudo a llegar a tu silla, abuelo. 

El hombre le dirigió una mirada enfurruñada pero no dijo nada, Jara soltó un suspiro mientras se dirigía a la mesa, notó como los demás la seguían, mientras Valle le preguntaba a Oliver que si había descansado.

—Si, llevo durmiendo todo el día. Por cierto—le entregó una caja de cartón. —El postre.

—Muchas gracias. —Sonrió Valle—Voy a dejarlo en la cocina.

Lo cogió y se dirigió a la estancia de al lado.

—Creí que te quedarías con mi hermana—dijo Lucas.

—No, he preferido alquilarme una casa. Tengo que trabajar desde allí.

Jara dejo al abuelo en la silla, quien le dio un pequeño pellizco como venganza. Esta le dirigió una mirada acusadora. Ya se lo haría pagar más tarde.

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