Quinto capítulo

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A Valle le costó levantarse aquel día, se había pasado casi toda la noche llorando y el hecho de no contar con ninguna obligación para dejar la cama no hacía más que empeorarlo.

La habían despedido.

Por esa razón el día anterior había salido antes, por eso había estado de aquel mal humor, y por eso estuvo a punto de apagar la alarma en cuanto sonó. Pero no podía dejar que sus amigos se enterasen, ya la habían tenido que ayudar en alguna ocasión porque no llegaba a fin de mes y no podía perderle a Lucas que le diese un puesto en la cafetería, estaban completos y no quería que despidiesen a nadie por su culpa.

Así que solo tenía una opción.

Él.

No le hacia ninguna gracia tener que recurrir a él, pero no tenía otra opción, necesitaba un trabajo cuanto antes.

Cogió el teléfono de la mesilla de noche y le envió un mensaje.

"Necesito verte hoy"

Volvió a dejar el móvil sobre la cama y se obligó a levantarse, aunque era sábado según su horario le hubiese tocado trabajar, así que se dirigió hacia la puerta de su habitación sin hacer ruido, Miguel dormía en la estancia de al lado y todavía le quedaban unas horas de sueño.

Se hizo el desayuno en silencio, todavía no se había despertado nadie, y mejor que fuese así. Se echo el café en su taza y se apoyó contra la encimera, siempre le había gustado desayunar de pie, desde pequeña. Sus ojos se dirigieron a la caja que descansaba sobre la mesa, había sido ella misma quien la había puesto, pero después de todo lo que había pasado nadie se había acordado de ella.

La caja de dulces.

Se acercó y la abrió, era una combinación de pasteles de distintos sabores, de la pastelería de María, los reconoció al instante, aquella pastelería llevaba abierta desde que Valle recordaba. No pudo evitar fijarse en que aquellos pasteles no habían sido escogidos al azar, había de fresa, los favoritos de Jara, de chocolate blanco, Lucas los adoraba y de chocolate negro, los que más le gustaban a la propia Valle.

Esbozó una sonrisa triste.

Recordaba todo aquello y aun así no les importaba lo más mínimo.

No podía ocultar que le había dolido mucho aquello, le había estado defendiendo delante de sus amigos y al final ellos tenían razón, ese no era el Oliver de hace ocho años.

Aquel ya no era su amigo.

Sonó su teléfono.

Un mensaje.

Él. Se le encogió el estómago.

"Quedamos donde siempre a las seis. Trae a Miguel, quiero verle"

Valle no se sorprendió, siempre que quedaban le hacía llevar a Miguel, aunque este nunca tenía contacto con él, se iba al parque de juegos mientras ellos hablaban.

La verdad es que tenía mucho que agradecerle, siempre se preocupaba por ellos, incluso cuando Valle se pasaba meses sin escribirle él estaba allí. No pudo evitar sonreír.

Se terminó el café y metió la taza en el lavavajillas lleno, al parecer nadie se había acordado de ponerlo ayer, colocó la pastilla en su lugar y encendió el aparato. Probablemente habían estado muy ocupados lidiando con sus propios sentimientos.

No podría ni imaginarse como se sentiría Jara en aquel momento, había estado por lo menos una hora en el garaje sin parar, conociéndola estaría resistiendo las ganas de matar a Oliver.

En cambio, Valle no sentía rabia, solo había dentro de ella una profunda tristeza que tardaría en sanar, pero conseguiría seguir adelante, no tenía otra opción, demasiadas cosas dependían de ella y no podía permitirse desentenderse de estas.

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