Primer capítulo

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Todo parecía indicar que aquel día sería como cualquier otro.

Se despertaría a las seis de la mañana y desayunaría junto a su amiga Valle y su hijo Miguel.

Después iría a trabajar, allí daría su dosis de cafeína a los adictos que esperaban fuera de la cafetería antes de que esta abriese.

Cuando terminase su turno, a eso de las tres de la tarde, recogería a Miguel del colegio, pues Valle trabajaba en el hospital y no podía acudir, y juntos se irían a casa a comer.

Allí les esperaría Tomás, el abuelo de Valle y bisabuelo de Miguel, tendrían que despertar a Lucas, ya que todavía no habría salido de la cama, desencadenando así una monumental bronca de Tomás.

Comerían todos juntos, escuchando como Miguel había pasado el día en el colegio, obligándole a que dejase de hablar para que terminase la comida.

Después de la comida se echaría una pequeña siesta junto a Miguel hasta que llegase Valle.

Juntos harían la merienda, un postre que Miguel quisiera probar.

Después de merendar llevaría a Lucas a su clase de gimnasia, le esperaría fuera escuchando algún audio-libro hasta que este terminase y volverían a casa, donde les esperarían con la cena ya hecha.

Una vez hubiesen terminado verían alguna serie o película todos juntos y cuando esta acabase se irían a dormir.

Todo parecía indicar que así sería su día, todo excepto ese dolor en la boca del estómago con el que despertó.

Y el hecho de que cuando bajó a la cocina Lucas ya estaba despierto.

Frunció el ceño al verle sentado en su silla, esta estaba lo suficientemente cerca de la cafetera como para que el olor llegase con intensidad a sus fosas nasales y a la vez la tímida luz que asomaba por la ventana hiciese que poco a poco sus ojos se abriesen por completo.

Lucas le dedicó una sonrisa radiante a pesar de que tenía los ojos prácticamente cerrados.

—Buenos días, hermosa Jara.

Jara no tuvo que mirarse en un espejo para saber que eso era una burla dirigida hacia su aspecto y es que era verdad que por la mañana se despertaba con el cabello despeinado, marcas por toda la cara a causa de su posición al dormir y unas ojeras que no la abandonaban ni en sus mejores momentos.

Decidió responder con la misma sonrisa radiante.

—¿Qué haces despierto tan pronto, Lucas? —dijo sentándose en la silla más próxima, justo en frente de él. —¿Te has vuelto a hacer pipí en la cama?

Lucas estaba a punto de replicar cuando Valle y Miguel entraron en la cocina.

Miguel se dirigió hacía Lucas y le puso una pequeña mano en el muslo, el pequeño de cinco años parecía haber dormido como una rosa y le dirigió una gran sonrisa al joven.

—No pasa nada por hacerse pis, tío Lucas—le dijo el pequeño en tono serio, que al parecer había escuchado lo que Jara había dicho. —A veces a mí también se me escapa.

Jara no pudo reprimir la risa que escapó de sus labios y la réplica de Lucas no se hizo esperar.

—Yo no me hago pis, pequeñajo—dijo mientras cogía a Miguel y le sentaba sobre su regazo.

—Pero la tía Jara ha dicho...

—La tía Jara es una bocazas—interrumpió Lucas.

Jara no podía parar de reír y Lucas la fulminó con la mirada.

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