Sexto capítulo

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Valle volvió a mirar aquel reloj, aún faltaban diez minutos para las seis, pero ya era un manojo de nervios. Miguel jugaba en el parque con los demás niños, tirándose por el tobogán con una carcajada y balanceándose en la barra de metal, ajeno a los sentimientos que inundaban a su madre en aquel momento.

No le gustaba pedir ayuda, y mucho menos a él.

Pero no le quedaba otra opción.

Volvió a mirar el reloj. Aún quedaban nueve minutos. Qué largo se hace el tiempo cuando se está esperando.

Miró el móvil y le escribió un mensaje a Jara.

"¿Cómo estás?"

Esta estaba en la cafetería, pues aunque era fin de semana y por tanto Jara estaba libre, una chica del turno de tarde del sábado se había puesto enferma y Jara le había suplicado a Lucas ser ella quien la sustituyera.

Quería distraerse de alguna forma y quedarse en casa solo hacía que la mente no descansase ni un momento.

Valle la entendía, por eso había decidido ir a visitar a sus padres, para desahogarse y distraerse de alguna manera, siempre la había ayudado a ver las cosas más claras.

Pero la madre de Jara no era así. Si su hija le hubiese contado lo que había pasado con Oliver a su madre, esta hubiese ido a por él y le habría cocinado a fuego lento. Por ello Jara había decidido no contarle nada, esta era en muchas ocasiones impulsiva y su madre no hacía más que fomentar aquel lado salvaje, pues era el único que ella conocía.

Siempre la había visto una madre extraña, había decidido adoptar a Jara, pero Valle nunca había podido evitar pensar que parecía no haberse preparado para ello, a pesar de que ella misma lo había buscado. Ella trabajaba como militar y había enseñado a su hija todo lo que sabía. Valle recordaba que alguna que otra vez habían tenido que llamarla del colegio porque su hija había fracturado algún hueso. Y había entrado por la puerta como la madre más orgullosa del mundo. Pero había sido la propia Jara quien con el tiempo había conseguido frenar aquellos impulsos. Aunque de vez en cuando se le escapaba alguno. Como aquella vez que una madre había acusado a Miguel de echarle arena a su hija. Acabo con Jara expulsada del recinto. Desde entonces no había vuelto a acompañarlos al parque.

"Estoy mejor. Ya casi no siento el impulso de asesinar a alguien"

Valle sonrío. Algunas cosas no cambiaban.

Miró a Miguel, quien jugaba con la arena junto a otros niños, con una gran sonrisa en los labios.

Vio por el rabillo del ojo como alguien se sentaba en el otro extremo del banco.

No tuvo que girarse para ver quién era.

Enzo.

Tomó aire y soltó un suspiro tembloroso.

—Hola Enzo.

Le miró.

Este también lo hizo, esbozando una sonrisa torcida.

Cada vez que le veía estaba más guapo. Sus ojos brillaban con la luz del sol, al igual que su pelo rubio, cuidadosamente peinado.

—Buenas tardes, Valle.

Esta volvió a girar la cabeza, dirigiendo esta hacia al frente. Era más fácil hablar si no le miraba.

—Gracias por venir.

—No tienes que darme las gracias. Sabes que puedes llamarme cuando quieras.

—Ya. Pero sé que eres un hombre muy ocupado—tuvo ganas de reír al decirlo—Así que gracias por hacerme un hueco.

BrumaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora