Oculto en las montañas.

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Sin perder más tiempo, se disponían a continuar cuando vieron un pequeño establo justo al pie de la montaña.

-Saludos viajeras-les dijo una mujer desde la puerta-soy Lucy, la dueña del establo. ¿Pensáis subir las montañas?

-Así es-respondió Violet.

-Entondes yo podría seros de gran ayuda. Aquí podréis alquilar cabras montesas. Son fuertes y están listas para llevaros hasta lo más alto de esta sierra. Podéis dejar aquí a vuestro caballo si gustáis.

Las hermanas aceptaron, sería más rápido y seguro escalar con las cabras que con Tommy. Dejaron a su corcel allí y alquilaron una cabra para cada una.

-Yo cuidaré de vuestro compañero-les gritó Lucy saludando con la mano mientras ellas se alejaban.

La sierra de las Rocas Negras se componía de cinco montañas y se sabía que solo las dos más altas tenían una cueva en la cima, la segunda y la tercera. Las otras tres eran simples rocas enormes. Avanzaron sin bajar el ritmo hasta la cima más cercana, la segunda montaña. A medida que se iban acercando, empezaron a escuchar unos gritos estridentes que lograron poner nerviosas a las muchachas. Cuando se acercaron lo suficiente, pudieron ver a un gran dragón rosado rugiendo a las puertas de la cueva. Decidieron bajarse de sus monturas y acercarse caminando. Podían observar que la bestia amenazaba a seis grandes orcos que tenían apresada a su cría, un pequeño dragoncito rosa que lloraba desde el interior de la cueva.

-No podremos investigar la zona ni cruzar hacia la siguiente montaña mientras esta situación nos obstaculice-dijo Louie en voz baja-tendremos que entrar y deshacernos de los orcos.

-Estoy de acuerdo, esperemos que la dragona agradezca nuestra ayuda y no nos ataque.

Las hermanas se arrastraron silenciosamente por un extremo de la entrada y se adentraron en aquella cueva. Desde el suelo, Violet disparó a un orco con su ballesta logrando impactar en su estómago y así fueron descubiertas. Una vez allí, pudieron apreciar que dos de aquellos orcos eran notablemente más grandes que los demás e iban armados con unas grandes hachas mientras que, los otros cuatro, eran de tamaño normal y empuñaban unas espadas.

-Levantémonos, es hora de luchar-dijo Louie sacándo sus armas.

Los dos enemigos más grandes se quedaron junto a la cría mientras los otros cuatro rodearon a las hermanas y atacaron a la vez. Ellas fueron lo suficientemente ágiles para esquivar los golpes y pudieron contraatacar. Louie hundió sus armas en el estómago del orco que aún llevaba la flecha clavada acabando con su vida mientras Violet golpeó con fuerza al que tenia detrás. El orco simplemente bloqueó el golpe con el antebrazo y retrocedió, sin embargo ése fue su error. Se acercó demasiado a la entrada y la dragona lo agarró con sus mandíbulas partiéndolo en dos.
Los dos enemigos restantes se enfocaron en Louie y la golpearon con éxito provocándole dos profundas heridas en la espalda mientras todavía se oían los agonizantes gritos del orco cercenado. Violet golpeó las costillas de uno de los atacantes haciéndole retroceder y alejarse de su hermana, quien rápidamente se puso en pie lista para seguir el combate. Los orcos siguieron atacando y ganándole terreno a las hermanas sin embargo, con un ágil movimiento sincronizado,  lograron zafarse de ellos y atacarles por la espalda. Violet derribó a su contricante mientras que Louie cortó los tendones de ambas piernas al suyo. Cuando ambos se encontraban en el suelo, fue sencillo para ellas acabar con sus vidas de forma rápida y precisa.

-Eran muy resistentes-dijo Violet recobrando el aliento ignorando que el combate no había terminado.

Uno de los grandes orcos restantes, se acercó y agarró a Violet por su larga trenza para luego lanzarla contra la pared de la cueva.

-¡No!-gritó Louie enfurecida cargando contra él.

Logró hacerle un pequeño corte en la rodilla antes de ser tumbada de un puñetazo. Desde el suelo, pudo ver como el último enemigo se acercaba a Violet pero no podría llegar hasta ella sin antes vencer a su actual contrincante. Decidió fingir una guardia baja para recibir el ataque y en el último momento hacerle una finta. Logró hundir su daga en el tobillo del enemigo, que retrocedió un poco y le dio el tiempo suficiente a Louie para levantarse y rebanarle el cuello rápidamente. Violet retrocedió huyendo de su enemigo y tropezó en el momento justo en que la dragona decidió atacar. Desde el suelo, observó la magnífica imagen del cuello de aquel inmenso reptil sobrevolando a la indefensa aventurera hasta topar de lleno con el último orco. Sin pensarlo ni un segundo, la dragona agarró a la vil criatura mordiéndole las piernas y lo lanzó montaña abajo.

-¿Te encuentras bien?-preguntó Louie al llegar junto a su hermana.

-Sí, tranquila.

Ambas se quedaron inmóviles pensando en qué pasaría ahora con ellas. En si la dragona las vería como una amenaza más; pues estaban atrapadas dentro de su guarida.
La criatura avanzó por la estrecha cueva ignorando a las dos intrusas hasta llegar con su pequeña cría y, una vez corroborada la seguridad de su bebé, se dirigió hacia ellas dos.
La dragona bajó la cabeza en señal de respeto y agradecimiento hacia ambas chicas y se volvió de nuevo con su cría.

-Debemos continuar-afirmó Louie sacando la daga del cadáver del orco.

Ambas continuaron su camino hacia la siguiente montaña y se dispusieron a entrar en la última de las cuevas. Lo que encontraron allí les sorprendería gratamente

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