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sobre como nada me detendría a intentar llegar a él


Mis manos estaban apoyadas en el mostrador, y mis ojos fijos en él. Busqué frenéticamente la arrugada hoja dentro de mi bolsillo. En cuanto la encontré repase cada uno de los puntos, imaginando cada escena en mi cabeza. Había pasado toda la noche escribiendo diferentes ideas para llamar su atención y esperaba que alguna de ellas funcionara.

Respire hondo y fui hacia el cuarto de atrás. Agarre un vaso de la mesa, lo llené con agua, y volví a salir. Mis manos temblaban,  dirigí mis pies hacia aquella mesa intentando no llamar la atención de las demás personas allí. Podía verlo leyendo al igual que siempre mientras me acercaba cada vez más.

Toqué levemente su hombro.

—¿T-te apetece un poco de agua?— el se tensó ante el toque y lo único que obtuve como respuesta fue un movimiento de cabeza en negación. 

No una palabra, no una mirada, sino un frió movimiento que me hizo dar la vuelta  y volver al mostrador, sacando la hoja nuevamente para tachar el primer reglón de la lista.

A veces me preguntaba si él no tendría alguna dificultad para relacionarse con las personas, o sólo era un problema conmigo. Ninguna de las dos opciones me gustaba.

Debía haber alguna razón por la que él no se atreviera siquiera a mirarme, y no me quedaba satisfecho con la idea de que podría ser tímido, porque eso era algo más que timidez, era rechazo. Una palabra que se había incrustado en mi corazón como una piedra. 

Después de media hora lo que había hecho ya comenzaba a parecerme ridículo. Lo que debía hacer era ir y hablar con él apropiadamente, dejarme de pensamientos estúpidos y noches de insomnio. Pero, ¿Era esa en verdad la forma en la que aquella obsesión terminaría, o viviría así para toda la vida?

Me estaba hundiendo en un gran hoyo y lo podía sentir. Mis días se basaban en el chico en silla de ruedas que venia todos los días a las tres, y no sabia con certeza si eso estaba del todo correcto. Aun así, no podía hacer nada, si dejaba de trabajar en la biblioteca él seguiría allí en mi mente, y eso lo sabia muy bien, porque aun estando en mi casa en lo único que podía pensar era en él. 

Cuando leía un buen libro me preguntaba si él lo habría leído, cuando cocinaba me preguntaba si a él le gustaría cocinar y cuando salia a caminar pensaba en lo agradable que seria tenerlo a mi lado. Cuando no lo estaba viendo, me preguntaba donde estaría y  que hacia.  Si existiera algún tipo de relación entre nosotros dos, mi vida sería mucho más fácil, y no tendría problema en asegurarme que la suya también.

Él me ponía nervioso, él me frustraba, él me intrigaba; él hacia que todo lo demás perdiera importancia.



limerencia • mukeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora