III: honey, you're familiar like my mirror years ago.

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Dabi reconoce un caso perdido cuando lo ve.

Hay un caso perdido en su espejo, todas las mañanas y todas las noches. Lo ha observado por incontables horas, esperando una reacción; esperando una chispa en sus ojos muertos. Nunca pasa. Sólo hay heridas y una torcida sonrisa apagada —sostenida con metales y costuras como la de un pobre muñeco de trapo— que le da escalofríos.

Arden sus interiores con lágrimas que no caerán. Los labios le tiemblan con sollozos que no dejará salir. Así que los muerde; muerde sobre las cicatrices y se traga el veneno, dejándolo quemar su garganta y todo el recorrido hasta el estómago, también. Toma aire por la nariz y continúa con su día, salvando vidas que no son la suya.

Los espejos en el departamento de Dabi están cubiertos con telas blancas, porque verse reflejado en ellos duele. Porque reconocer que es un caso perdido, duele.

Dabi mira a Hawks y ve muchas cosas a la misma vez.

Hawks es- Él es cobre. Tiene un brillo opaco en sus ojos mieles, ojos rojizos; una mirada oscura, tan burlona como perspicaz. Examina a través de sus pestañas rubias y sonríe como si tuviera el mundo a sus pies. Quizás no lo tiene, pero Dabi estaría dispuesto a dárselo si se lo pide.

Se mueve con la gracia de un tornado. Bate esas- Oh, esas alas, del mismo color que la sangre en sus manos y entre sus dientes —Carmín. Las arrastra, con el peso de los pecados en su espalda, como un ángel en exilio, y pelea como un demonio en guerra. Aunque duela, aunque las heridas en su cuerpo ardan y quemen y lo desgarren, él se mantiene de pie.

Hawks no es frágil. Es un soldado. Un enemigo. Un villano, al que Dabi no puede evitar sentirse atraído como un imán de polo contrario. De alguna forma u otra, él siempre está ahí. Y ambos se miran por lo que parece una eternidad, y Dabi presencia el momento exacto en el que los ojos de Hawks abandonan la batalla.

No lo muestra en su expresión, pero Dabi reconoce un caso perdido cuando lo ve.

Hawks le pide una sola noche, aún con ese tono travieso en su voz. Aún con su máscara ocultando lo que realmente siente, lo que realmente piensa. Cuando Dabi lo toma entre sus brazos y alivia el peso en su espalda, cargando la mitad en sus propios hombros, él se desploma. Se rinde por una noche.

Eso no pasa siempre, así que Dabi lo aprovecha. Tira abajo sus barreras y las quema hasta que no quedan más que cenizas. Los labios de un villano contra los suyos no deberían saber a dulce ámbar, pero en parte lo hacen. Sin embargo, hay algo más picante; más tóxico; más adictivo. Su garganta quema como vodka puro. Sus manos lo tocan sin miedo, sin repulsión ante las heridas en su piel.

Hawks lo desarma y vuelve a armar, entre murmullos, bajo la luz plateada de una luna llena. Cuando la última pieza está en su lugar, presiona sus labios envenenados contra el cuello de Dabi y susurra dulces, dulces, dulces mentiras.

Dabi lo deja, solo por esa noche.

—¿Por qué siempre tienes que ser tú? —su voz se quiebra bajo el peso de la verdad. —Tal vez estamos destinados a sufrir, a perseguirnos hasta que uno acabe muerto —una de sus garras traza patrones sobre la piel sana en su pecho. —¿Crees que haya otra realidad donde podamos ser felices? ¿Dónde podamos escupir todo lo que nos atormenta sin retenernos? ¿Dónde no existan héroes ni villanos, y las personas tengan todo el tiempo del mundo para hacer lo que desean?

—No creo que exista una realidad así de buena —le responde de la misma forma, con voz ronca.

—¿Por qué no? Hay millones de realidades.

—Bien, supongamos que sí. ¿Cómo querrías que fuera?

Ojos mieles, ojos rojizos, se levantan para unirse con los suyos. Uno de ellos es ligeramente más claro que el otro, una cicatriz lo atraviesa.

—Pacífica. No me molestaría un poco de aburrimiento, tampoco.

Bien —murmura. Uno de sus dedos repasa la cicatriz y las pestañas de Hawks revolotean antes de cerrarse. —Entonces, pretendamos por esta noche, ¿te parece?

—Es mi juego favorito, héroe —respira contra sus labios.

Se vuelven a perder entre las sábanas.

Hawks se marcha antes de que el sol salga, cuando el azul del cielo comienza a aclararse. Se despide con una genuina sonrisa, más pequeña que todas las demás y menos histérica. Un hoyuelo se forma en su mejilla izquierda, y a Dabi le hubiese gustado saberlo antes. Pero no puede decirle nada en la nueva claridad del día; sólo lo observa marcharse.

Se vuelven a encontrar días después, en una de las tantas noches que a Dabi le toca patrullar. Hawks lo recibe en un oscuro callejón, con sus ojos brillando en la oscuridad y la sombra de sus enormes alas detrás de su espalda —y con una afilada pluma al cuello.

Y ese es el curso que las cosas deben seguir para que todo esté bien. Así que Dabi hace su trabajo y le sigue el juego, incluso cuando Hawks deja en claro que no es un juego para él.

—Es bueno volver —ríe, enseñando sus dientes apretados.

Dabi sólo esboza esa sonrisa torcida que ha visto en el espejo mil veces y dispara una llamarada turquesa.

Él reconoce a un caso perdido cuando lo ve. Hawks sólo es una bomba de tiempo apunto de estallar.


DabiHawks Week 2020 - BNHA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora