VII: i want a meaning from the back of my broken hand.

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Debió haberlo sabido. 

Cuando el ángel se le acercó, debió haberlo sabido. 

Él le sonreía con malicia, con una chispa de travesura en sus joviales ojos dorados; hablaba con la sabiduría de un viejo filósofo, con la confianza de quien lo había visto todo. Su toque era dulce como un pecado, y las palabras que susurraba contra sus labios sabían amargas. 

Pero Dabi lo dejaba envolver los brazos alrededor de su cuello, enredar los dedos en su cabello, revolotear las pestañas rubias en su dirección cada vez que quisiera hacerlo. 

Debió haberlo sabido. 

Cuando estaban a la orilla de aquel lago, debió haberlo sabido. 

—¿No tienes miedo? —Dabi le preguntó.

—¿A qué? —él ladeó la cabeza, con la punta de los pies descalzos sumergida en el agua. 

—A que ellos sepan. 

Keigo había mirado al cielo, a las nubes blancas que lo cubrían parcialmente, y encogido los hombros. 

—Sólo espero mi castigo. 

Dabi debió haberlo sabido, cuando él comenzó a abrazarlo con más fuerza y a besarlo con más pasión. Cuando comenzó a vaciarse sobre su hombro, derramando tantas lágrimas que podría haber creado un río. A pesar de las veces que le preguntó si quería hablar del por qué, Keigo siempre sacudía la cabeza y volvía a unir sus bocas. 

Sabía que estaba siendo un tonto por confiar ciegamente en su enemigo. 

Pero él delineaba su rostro sin una pizca de desagrado. Trazaba sus párpados cerrados, la curva de su nariz, la de sus labios. Trazaba las cicatrices de sus heridas con suavidad, con amabilidad. Cuando Dabi lo miraba a los ojos, Keigo le sonreía. 

—Puedes ser bueno —él le decía en un susurro.

—¿Si le preguntas a un mortal cómo piensa que se ven los demonios, qué crees que responderá?

—¿Importa? Tienes una vida, puedes ser lo que quieras.

—Eso es demasiado ingenuo. Estoy atrapado aquí —susurraba de regreso. —Ellos no nos ven por nuestra apariencia; somos lo que hacemos, somos los pecados que cometemos.

Y Keigo no parecía querer oír más, porque siempre se marchaba cuando Dabi le decía la verdad. 

Puedes ser bueno. 

Oh, debió haberlo sabido cuando cayó dormido en el bosque junto a él y despertó solo. 

El dolor se sintió como una bala en la espalda. Dabi se llevó una mano a la frente, suplicándole al hombre en el Infierno que no fuera lo que estaba pensando; sus dedos se retiraron manchados en un líquido carmín que no veía en años. Su respiración se aceleró mientras las lágrimas llenaban sus ojos. El grito horrorizado que dejó escapar desde el fondo de su garganta espantó a todo pájaro en los árboles. 

Se recostó contra un tronco, con las rodillas contra el pecho, y lloró como no lo hacía en siglos. 

La próxima vez que vio a Keigo, fue en el mismo bosque.

Él se paró de la tierra con piernas temblorosas, siseando de dolor por las nuevas heridas en su espalda. Sin las inmensas alas que alguna vez cargó con orgullo, parecía pequeño —de la misma forma que un niño asustado lo era, con la mirada lejana y rastros de lágrimas en sus pálidas mejillas. 

—Debiste haberlo sabido —Dabi le dijo, sintiendo la satisfacción ronroneando en su pecho.

Keigo levantó la mirada de los pies descalzos. Ahora estaban sucios, al igual que sus manos. Si entrecerraba los ojos, Dabi creía poder ver la sangre debajo de las uñas. 

—Te lo dije, ¿no? —él respondió con la voz ronca. —Mi castigo llegaría tarde o temprano. 


DabiHawks Week 2020 - BNHA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora