CAPÍTULO I

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Sor.presa.

—Milord, me temo que le traigo malas noticias sobre su hermano.
El hombre robusto de cabello negro miró a su sirviente desde el asiento. El escudo familiar guindaba en la pared inmensa a sus espaldas, alumbrado por la chimenea.

—¿Qué ocurrió con Patrick?— inquirió con voz grave.

—El marqués de Aldrich ha muerto.
El líder del clan Beamount se levantó de inmediato, al igual que su heredero, ambos con los ojos muy abiertos y conmocionados.

—¿Cómo murió?— preguntó el hombre joven.

—Edwin, necesito que me dejes a sola con Anderson— su hijo lo observó confuso. ¿Por qué quería quedarse solo con el hombre? ¿Tenía algo que ocultarle?—. Ahora— le ordenó su padre.

A regañadientes y enojado porque nunca se tomara en cuenta su opinión a pesar de ser el futuro líder del clan, salió de allí hecho una furia, resuelto a escribirle a su hermano Erick para que le diera detalles del fallecimiento de su tío.

Al quedar solos, el hombre movió su abrigo de piel para caminar hasta su sirviente y mirarlo severo.

—¿Seguro que murió?.

—Así es, milord. Incluso su hijo, Lord Bari Beamount ha renunciado al título y lo ha pasado a su hijo, Lord Erick Beamount.

—Vaya… las cosas salieron mejor de lo planeado. Procura que ni mi hijo ni Lord Bari se inmiscuyan más en este tema y trata de encontrar al marqués de Aldrich para matarlo, ese infeliz sabe demasiadas cosas— ordenó.

El sirviente asintió saliendo del castillo. El hombre se quedó pensativo. Lamentaba la muerte de su hermano pero desde que el marqués de Aldrich le había enviado la noticia de que su hermano sabía una parte de la verdad, no quiso arriesgarse. La causa era más importante que los sentimientos, la casa Hannover estaba ganando poder desde la muerte de la muerte de la princesa de Mónaco y su padre, quienes eran con los que había llegado al acuerdo de contener a la casa Hannover. Sin ellos, perdieron influencias notablemente y la unión con Inglaterra se volvía cada vez más irrompible ante tanto poder. Esperaba que las cosas no pasaran a mayores y que los secretos se mantuviesen ocultos, como llevaban haciéndolo desde hace años.

Debía encontrar a la hija perdida de los Hannover para reclamar su derecho de compromiso y así tener más poder, debía hacerlo antes de que ellos lo hicieran y la ocultasen. Al menos, ya tenía la influencia del título de su hermano en manos de su hijo. No tenían una buena relación, pero esperaba lealtad de él.

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—No puedo creer que me hagas esto. Primero te expones a todos curando a Lady  Agnes, luego renuncias a tu título y ahora me privas de las piedras de oro.

Bari esquivó a Cristoph quien no dejaba de atravesársele en el camino y reclamarle. Caminó hasta la mesa metálica que estaba en medio de su taller para tomar unos frascos y guardarlos.

—No te estoy privando del oro, estoy enviándoselo directamente a tu padre. Ya no confío en ti.

Cristoph frunció los labios enojado. Todo sus planes se estaban saliendo de control.

La puerta se abrió, una hermosa Úrsula entraba sonriente con su hija en brazos, ambas ansiosas por ver a Bari. Al verlas, el vizconde sonrió embelesado, ellas eran el motivo de su felicidad.

Por otro lado el pelirrojo trataba de ocultar su enojo. Gracias a ese maldito amor era que todo lo que llevaba planeando por años se había ido a la borda, específicamente por esa mujer rubia.

JASMINE: BELLADONA (SERIE FEMME FATALE #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora