CAPÍTULO XXIV

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Unas cuantas palabras de Cristopher bastaron para que liberaran a Jasmine de prisión. La pelirroja no había musitado ni una sola palabra luego de haber salido.

—¿Cómo obtuviste el manuscrito? —interrogó, luego de un largo silencio puesto de forma intencional entre ambos—¿Qué le hiciste a Ivy?

Estaban en el despacho de Cristopher, ese que había sido el lugar de mucho de sus encuentros. Pero ya no podía sentirse la lujuria o la pasión desmedida que ambos se profesaban. Sólo había tensiones hostiles, dolor.

Arrepentimiento.

—No le hice nada. La señorita Ivy me dio el manuscrito de forma voluntaria— la perplejidad en las facciones de Jasmine no pasó desapercibido para Cristopher, muy a pesar de que ella se esforzó luego en disimularlo con una sonrisa.

—Patrañas.

—La señorita Ivy fue personalmente a mi despacho, me agradeció por ayudarlas y luego me entregó el manuscrito, pidiéndome que hiciera lo correcto esta vez—explicó Cristopher. Jasmine cerró los puños en la tela de su vestido, sus ojos se nublaron.

—Estás mintiendo... ¡Sigues siendo un ruin! —gritó enojada. Sintió un terrible nudo en la garganta—. Ivy jamás haría algo así...Ivy...jamás me haría algo así—se repitió una y otra vez.

—No sé qué relación puedan tener tú y la señorita Ivy, pero lo que hizo, fue sólo pensando en tu bienestar—Jasmine no lo escuchaba, sólo podía pensar que Ivy la había traicionado. La persona en la que más confiaba, la había entregado en bandeja de plata al hombre que había causado la infelicidad de ambas—. Violett...

—Vuelves a llamarme de esa forma y no dudaré en matarte—puntualizó, fuera de sí—. Partiré hoy mismo, es tu problema si vienes o no. Me llevaré a la niña—Jasmine caminó hasta la puerta y la azotó con furia. Ni siquiera le interesaba saber qué había sido de Ivy, ya no le interesaba nada ni nadie más que su venganza y a medida que esta se acercaba, el semblante de Jasmine se ensombrecía más, sus sonrisas ya no eran fingidas y la sed de sangre aumentaba.

Cristopher no pudo persuadirla, por más que quiso dejarla allí, protegerla, aislarla de todo lo malo como no pudo hacerlo hace años, comprendió que Jasmine ya no necesitaba de su protección. Ella haría las cosas a su manera, y si no, moriría en el intento.

Partieron a más de la media noche, junto con la pequeña. El coche volvió a sumirse en un gélido silencio, Cristopher no podía apartar la vista de la pelirroja. Estaba de perfil, mirando por la ventana, sosteniendo a la bebé que dormía plácidamente en sus brazos. Él había sido testigo de que aquella niña no se dormía en los brazos de ninguna de las hermanas o chicas, a excepción de Jasmine. Su mirada estaba perdida, vacía. No podía ver odio, dolor o furia. Solo determinación. La más fría de las determinaciones.

—¿Qué harás con la niña? Creí que la habías robado para hacer sufrir a lady Melania, no puse ningún impedimento con eso, yo también quería que la perra sufriera. Pero ahora que vas con ella a donde se encuentra su madre...

—Voy a matarla, junto con su madre— expuso con frialdad, sin mirarlo. Cristopher no se mostró sorprendido por su declaración.

—Es inocente de los pecados de su madre, Jasmine.

—Ya me sé ese sermón, no eres el primero que se opone. Y te responderé lo mismo de siempre; yo también era inocente—lo miró con firmeza. Cristopher no se inmutó.

—Y confiaste en que un miserable te salvaría, pusiste en él todas tus esperanzas. Así como esta pequeña niña las pone en ti—el semblante de Jasmine se descompuso al oírlo.

JASMINE: BELLADONA (SERIE FEMME FATALE #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora