Prólogo

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Jasmine canturreaba dando saltitos sobre el camino enlosado que daba hasta la pequeña capilla del convento.

Entró primero al patio principal de la  capilla, el atrio, y luego siguió saltarina hasta dentro de la hermosa estructura gótica.

Mientras lo hizo tarareaba la lírica y pronunciaba las letras en su mente.

¡Oh, pequeño capullo!

La planta está feliz

Porque ha nacido el capullo que la vuelve hermosa

Que le da color a su vida...

Tarareaba tan fuerte que los que estaban sentados en las bancas situadas en la nave de la capilla— frente al ábside majestuoso que se levanta con columnas de mármol uno a cada lado de ellas— notaron de inmediato su presencia. Pero no se dieron la vuelta para verla, ya acostumbrados a su ser infantil y risueño, algo loco y también algo divertido.

La planta está feliz ¡Oh muy feliz!
Porque su capullo es el más fuerte de todos y nace después del invierno...

Se sentó en la primera banca frente al altar y se giró para saludar a Lady Margaret con una sonrisa gatuna que es correspondida con la sonrisa cálida de la duquesa. Luego se agachó para besar sin decoro alguno su vientre abultado y hacerle pucheros haciéndola sonreír.  Se giró para saludar a la hermana Mary y esta le pidió que haciera silencio con la mirada fulminante y llena de reproche, en respuesta, Jasmine le sacó la lengua y siguió tarareando.

Es su capullo el que anuncia la primavera

Es su pequeño capullo el que florece —¡Oh florece!— y canta, destilando su delicioso aroma, que la primavera —¡Oh la primavera!— ha llegado…

Lo único que pudo escucharse fue su tarareo en aquel sepulcral vacío. Nadie más habló o se movió, más por la situación que les aquejaba, que por cualquier otra cosa.

Dos de sus mejores pupilas habían fallado en sus misiones garrafalmente.

Londres estaba hecho un caos tras las bambalinas de su teatro de recato y decencia. No solo con las muertes de burgueses y aristócratas que fueron expuestos con sus demonios antes de llegar al óbito, sino también por los escandalosos y macabros libros de un nuevo autor que no deja nada a la imaginación y despertaba las mentes de los que habían vivido dormidos en la ignorancia.

Londres era un completo desastre, el líder de la organización estaba enojado por diversas y obvias razones. Mientras, Jasmine tarareaba feliz y perdida en  su mundo.

Esperaba con ansias y emoción ver el rostro de la persona que está detrás de todo, pues aquello, lo usaría a su favor. Como todo, como cualquiera. También le divertía la situación pues, ahora todo quedaba en manos de ella, justo lo que la organización llevaba evitando desde hace mucho. Después de repudiarla e incluso casi expursarla, ahora debían rogarle por su ayuda. Eso le llenaba de alegría y regocijo.

Su tarareo se apagó tenuemente al escuchar los pasos de las botas del sujeto, no solo por estar atenta, también porque ya no era capaz de seguir el resto de la canción sin sucumbir a su oscuridad.

Observó con atención al hombre. No era necesario que la luz de las velas le pegasen de lleno en el rostro para reconocerlo, había acariciado y satisfecho ese cuerpo demasiadas veces, había visto cada parte de él y lo había besado hasta el cansancio.
Lo conoce, lo reconoce.

Cristoph caminó hasta el ambón y posó sus manos sobre él. Su mirada inmediatamente viajó hasta la pelirroja en espera de su reacción, sonrió burlón y maquiavélico.

Es él quien tiene el control de todo y no ella, siempre ha querido gritárselo mientras la hace suya, ha tenido el deseo de decirle quien manda demasiadas veces, tantas que no puede contar. De sólo pensar en tenerla sumisa, sin ese egocentrismo y sentimiento de superioridad cada vez que lo veía, se excitaba. Porque lo que más deseaba Cristoph, era tener a Jasmine dócil, a sus pies y a su entera dispocisión. Su capricho era domar a aquella fiera, rebajarla y enseñarle quién era la vagabunda y quién era el rey.

Para su sorpresa—y no del resto— Jasmine soltó una estruendosa carcajada a mandíbula batiente. Tuvo que sostenerse la barriga de tanto dolor que le causaban sus risotadas. Algunos blanquearon los ojos, otros se lamentaron y el resto simplemente negó con la cabeza con un atizbo de diversión en sus labios.

—Bueno, al menos mi fantasía sexual de follar en el confesionaro se hará realidad y nadie podrá decirme nada.

JASMINE: BELLADONA (SERIE FEMME FATALE #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora