CAPÍTULO III

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VolvíiiIIIiiIIii. Corazones de melón, esta será una historia llena de la hermosa melodía del violín. En este capítulo, justo en el momento en que nuestra  violinista tome el instrumento, las invito(de corazoncito) a escuchar “Campanella” tocada por David Garret, ¡mi modelo para mi Niccolo!.

¡Empecemos!.

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Las carcajadas de la pequeña niña se escuchaba por todo el jardín llenándolo de alegría.

La pequeña pelirroja se escabullía entre las flores mientras veía divertida a su hermano mayor quien le sonreí con la misma picardía.

—Voy a atraparte Violett— dijo moviéndose de un lado a otro para no dejarle escapatoria.

Sin embargo, la niña traviesa fue más inteligente que su hermano y se agachó para pasar por debajo de sus piernas.

—¡Milady!— gritó escandalizada su institutriz al ver la jugarreta indecorosa y poco femenina de la niña.

La pequeña corrió por todo el jardín sin parar de reír.

Hace mucho tiempo que sus padres habían muerto, ella estaba muy pequeña como para recordar o entender la situación. Su hermano mayor había logrado a desaparecer todo rastro de posible dolor para su pequeña hermana, eran como uña y mugre.  Su hermana eran sus ojos y viceversa.

La pelirroja le guardaba una profunda admiración y amor al que se había convertido en su padre a pesar de llevarle tan sólo ocho años de diferencia.

—¡Te tengo!— gritó el castaño tomándola de la cintura y dándole vueltas.

—¡Ludovic!— gritó entre risas. El castaño la tiró sobre el pasto y comenzó a hacerle cosquillas—. ¡Ya basta!.

—Promete que no volverás a escaparte al pueblo, Violett.

—No— dijo entre risas. Sus cosquillas se afianzaron—. ¡De acuerdo, está bien!. ¡No me escaparé más pero detente!.

Ludovic se detuvo y la miró con gravedad. Bastantes veces le había prometido lo mismo y siempre faltaba a su palabra. La sonrisa pícara de su hermana le hizo ver que aquella no sería la excepción.

—No te creo— volvió a hacerle cosquillas.

Las institutriz y los sirvientes veían la escena entre la diversión y el cansancio. Milady era una jovencita  demasiado quisquillosa y la falta de disciplina por parte del Archiduque sólo empeoraba su actitud irreverente.

Era evidente que aquella hermandad era más fuerte que el diamante. Cuando se juntaban el resto del mundo dejaba de existir.

Ludovic ayudó a su hermana a levantarse y limpió su vestido con sumo cuidado.

—Estoy hablando en serio en cuanto tus escapes al pueblo, Violett— dijo luciendo más severo. Violett sonrió sabiendo que un sólo puchero suyo quel gesto de reproche desapareciera.

—Lo sé, no iré más. Aunque a veces es inevitable, me gusta jugar con los niños.

—Eres la hermana de el Archiduque de Austria, príncipe de Mónaco y Jefe de Estado— expuso todos sus títulos con el orgullo que conllevaban. Ludovic de Austria le llevaba varias cabezas a su hermana menor, así que tuvo que agacharse para verla fijamente a los ojos—. Sabes que no tengo problema alguno con que te integres con nuestra gente. Cómo decía papá…

—“La mejor fortaleza que un príncipe puede poseer es el afecto de su gente”. Padre tenía una ligera fascinación por Maquiavelo— sonrió risueña.

JASMINE: BELLADONA (SERIE FEMME FATALE #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora