Lo sucedido significó un cambio de mentalidad radical para Emmanuel Cross. El sonido del disparo y la imagen de la cual fue testigo, recordó la bala destruyendo la cabeza de aquella persona inocente que estaba quebrada por dentro. Esa persona a la cual él con su "consejo" llevó a la muerte. El broche de oro fue aquel niño observando la escena, ¿Qué habrá pasado por su prematura mente? desde ese día era la pregunta que bailaba en su cabeza.
La culpa lo llevó a investigar a esa familia y tratar de adoptar a ese niño. Lo que se encontró no fue del todo esperanzador. El chico Ángel estaba solo en el mundo. La idea de Samantha en la misma situación lo llevó a tomar una decisión: adoptar a Ángel y darle una familia digna. La madre del niño no estaba se había ido dejándolos solos, eso hizo suponer a Emmanuel que el padre del niño ya pasaba por un momento difícil antes de lo ocurrido.
Mientras luchaba por tener a su niño a su lado había otra batalla que necesitaba ganar y era la de la justicia por haber ocasionado el suicidio de un hombre enfrente de su pequeño niño, tenía pleno conocimiento de que lo que ocasionó podía crear traumas en aquel niño si no era que ya estaban en medio camino por lo que le tocó vivir. Sabía que era improbable librarse de la ley y mucho más aún adoptar a un niño al cual indirectamente dejó huérfano de padre.
Emmanuel Cross tenía un contacto fiable para ayudarle a lograr las dos cosas, el momento de llamarlo había llegado. No sabía cómo iba a reaccionar ya que llevaba unos cuantos meses sin conversar con él y aparecerse así de la nada daba pista sobre sus intenciones. La última vez que conversaron fue cuando su esposa murió y en una llamada rápida lo llamo para dar sus sentido pésame. Buscó el número y lo marcó.
—Señor Hamilton. ¿Sabe quién le habla?
—Déjame pensar... no me llega a la cabeza.
—Olvidaste a los amigos —Cross intentaba ser divertido antes de hacer su petición.
—No me conoces...
—...Yo no tengo amigos —Terminó su frase.
—Ya te recuerdo. Emmanuel Cross. ¿Cómo llevas lo de tu esposa?
—No ha sido fácil señor Hamilton.
—Te deseo todo el bien del mundo ¿A qué debo el motivo de su llamada? ¿Cómo está la pequeña Samantha?
Emmanuel sintió como que Hamilton estaba esperando su llamada por alguna razón.
—La niña está de lo mejor. Lo llamaba por que necesito un favor muy grande.
—Debe ser grande para que llames —Se rió— Debo irme, pero ven a mi oficina y lo hablamos. ¿A las 5 es posible?
—Claro ahí estaré con Samantha.
Emmanuel colgó esperanzado en que este hombre con grandes poderes y respetado pudiera ayudarlo a conseguir lo que tanto deseaba. Alistó a la pequeña Samantha y se dirigió a la oficina. Al entrar la recepcionista le dijo que debía esperar.
—¿Papi a quién vamos a ver?
—A un señor importante Sami... debes comportarte ¿Me lo prometes?
—Claro.
—Bueno. ¿Promesa de dedito? —Ambos cruzaron su dedo meñique.
La recepcionista les aviso que podían entrar. La oficina de Hamilton era hermosa, una obra de arte. El hombre era calvo, bajito con un poco de sobrepeso debido a la mala alimentación cosa que lo tenía sin cuidado. Al ver a Samantha la alzó y le halago lo grande que estaba felicitando a Cross por su labor. Una vez sentados Cross le pasó un papel con la historia que le había sucedido con el padre de Ángel.
—Lo siento mi hija está aquí. Esperaré a que la lea.
Hamilton comenzó a leer y conforme lo hacía su cara iba cambiando a un tono más neutro hasta que se llevó la mano a la boca, ahí Cross entendió que había llegado a la catástrofe.
—¡Wow! Cross...
—Termina de leer por favor.
Samantha estaba sentada a su lado abrazando su peluche favorito viendo a todos lados quería levantarse e ir a andar por todo el edificio pero las palabras de su padre fueron claras y contundentes.
Hamilton puso la carta en la mesa y se masajeó el puente de la nariz en señal de desconcierto.
—Esto es grave. El niño... ¿Dónde está?
—Lo tiene el gobierno. Te juro que yo no lo hice con intención no creí crear esa reacción en el y ahora necesito que me ayudes es lo menos que puedo hacer. Mueve tus hilos.
—Cross, haré lo mejor que pueda... pero, ¿Estás seguro que puedes lidiar con dos infantes tú solo?
—Si tú me prometes lograrlo yo te prometeré lo mismo.
—Promesa de dedito papi —Samantha levantó su meñique. Los dos hombres se rieron.
Luego de unos cuantos meses, Hamilton lo había logrado. Cross no quería saber lo que hizo para llegar a librarlo de la justicia y conseguir la adopción de Ángel, no le interesaba en lo absoluto. Estaba listo para darle a Ángel la mejor vida posible.
Ángel se adaptó bien a su nueva familia. Creció junto a Samantha, eran inseparables. Cross los llevó al parque para que jugaran y disfrutaran del aire fresco de la tarde. Se sentía feliz con sus dos niños pero empezó a notar algo extraño en Ángel, algo que lo desconcertaba, ¿Se debía a lo que había visto aquel día? No quería sacar conclusiones tan rápido. Estaban en el césped jugando cuando Samantha dijo:
—Ángel ¿Has pensado en matar a alguien alguna vez?
—No lo sé. Tal vez... ¿Tú sí?
—¿Y si lo intentamos con un animal o algo así?
Los dos inspeccionaban la banca donde estaba Cross para evitar ser encontrados hablando de temas como esos. Ellos sabían de lo que hablaban y no habían llegado a la adolescencia.
—Esta bien Sami pero solo una vez.
—Sí
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Universidad de Asesinos II
Novela JuvenilLuego de un tiempo un ángel quiere recuperar su alma para sentirse completo, la forma que usa para atraer su atención no es divina en lo más mínimo.