Capítulo II

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Llegue a mi casa casi volando.

No intentaba quitarle el novio a Malori, nunca lo haría, él la quería y yo podía notarlo, no iba a lograr nada con verlo, ni con arreglarme.

Igual me sentía como una zorra.

No perdí el tiempo, corte y pinte con esmalte blanco con cuidado las uñas de mis pies, me depile, elegí un lindo bikini y salí corriendo de casa, iba tarde a mi cita para mis uñas.

Cambie de uñas de rosa pastel a blancas, no tan largas, se veían lindas.

Cuando salí del centro comercial eran exactas las dos de la tarde.

Mi mamá y yo pusimos la mesa, hoy vendria a comer toda la familia.

Con Josh y mamá nomas vivíamos mi hermano menor Dago, y yo, Abel vivía con su prometida y Bianca con su esposo y sus tres hijos.

—Me preocupa que te vayas a meter en problemas —dice mamá.

Le he contado todo.

—¿Con Malori? Me quito al chico que iba a ser mi futuro esposo, no creo que le moleste que yo se lo robe una noche —me encojo de hombros.

Tal vez si estaba bastante resentida con Malori, y con bastante me refiero a BASTANTE, ella sabía bien lo que yo sentía por el, y yo sabía bien lo que ella también sentia por el, nunca fuimos amigos, pero me sorprendió ver a Malori coquetearle a Keelan cuando mi familia y los Monreau habían organizado una parrillada en nuestra casa, ¿el problema?Apenas teníamos trece. Habíamos hecho una única regla: ninguna podía meterse con Keelan. Ella la había roto. Cualquiera en mi lugar se enojaría.

—Daesun —advierte mamá.

—No me llames así, mamá —giro mis ojos.

¿Quieren saber mi nombre completo? Pues aquí lo tienen:

Daesung Annabell Seon-Park Bennett.

Mis ojos grandes como los de mamá pero rasgados como papá delataban mi descendencia coreana-japonesa-mexicana-francesa, y aquí viene la explicación: abuelo coreano y abuela japonesa por parte paterna, abuelo francés y abuela mexicana por parte materna. No hay explicación mas clara que esa.

Yo era todo lo contrario a Malori.

Yo no pasaba del metro sesenta, cabello corto, castaño y quebrado, delgada, curvas marcadas como las de mamá, trasero decente y pechos medianos, facciones afiladas, nariz pequeña, labios proporcionados y unos ojos mieles enmarcados por pestañas largas y rizadas y sobre estas unas cejas definidas. Realmente no me consideraba fea, no me gustaba compararme, pero me sorprendía a mi misma comparandome con Malori.

Pero era totalmente distinta a mis hermanos. Bianca era alta, ojos azules y levemente rasgados, cabello azabache, delgada como papá y sonrisa encantadora; Abel pasaba el metro ochenta, ojos verdes, cabello claro, delgado, cuerpo trabajado y todo un rompecorazones, nah mentira, se iba a casar con Ana, su primer amor desde los quince años; Diego pasaba el metro setenta, era delgado y era una copia identica de Abel, solo que con el cabello castaño oscuro y ojos marrones. Ninguno tenía sus rasgos coreanos/japoneses como los míos.

Ninguno de mis hermanos tenía un feo nombre coreano, pero papá le había rogado a mamá para probar que tal quedaba, se arrepintieron cuando vieron el nombre larguísimo, de ahí en adelante decidieron nunca más ponerle un nombre extra a los proximos hijos.

—Annabell, sal de tu burbuja, vuelve a la tierra y ayudame a sacar la lasaña del horno —dice mi mamá.

Le ayudo y cuando todo esta listo se ve precioso, hemos usado el comedor grande, normalmente comemos en la isla de la comida, pero que venga todos merece que usemos el lindo comedor de cristal.

V O U SDonde viven las historias. Descúbrelo ahora