Capítulo VI

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Un día para la boda, me había logrado aprender todo el baile, e imaginarme a Keelan de traje me hacía fantasear con el.

Seguía enojada, y no le hablaba.

Los días de ensayo habían sido el mismísimo infierno.

Y novedad: Keelan y Malroi habían tenido una fuerte pelea justo después del segundo ensayo luego de que Keelan me abrazara y por... No se cuantas veces más, nos había encontrado en un abrazo.

Keelan brincaba la baranda de mi casa y trepaba hasta mi balcón ágilmente, eso desde antier, y con tan solo pensarlo lo veía llegar. Pero solo él hablaba y yo asentía o negaba, me expresaba con mi rostro, el sabía que no le hablaría.

Me dolía que se marchara.

Llévame contigo, amore mio.

Me cepillo mi cabello luego de salir de la ducha, son las 11:57 p.m y sigo pensando en sus ojos grises, sé que Keelan llegara, de un tiempo para acá se me estaba haciendo costumbre pensar en una persona y que la viera, él venía a contarme cómo han estado sus días.

Exactamente escucho unos golpes sutiles en las puertas del balcón y asiento dándole permiso de entrar. Su cabello está apuntando hacia todos lados, totalmente desordenado, como si se hubiera pasado la mano un millón de veces, sus ojos están rojos y las lágrimas salen de ellos, ha dejado de llover hace un par de minutos, por lo cual está un poco empapado, lleva una sudadera amarilla y un short negro. Aquellos ojos grises que me volvían loca estaban llorosos.

—Malori. Hemos terminado.

¿Por qué mierda no me sorprendía? Sabía lo que iba a decir luego.

—Me confesó que me engaño —dice desconsolado, ¿lo ven? —. La he terminado.  ¿Por qué no me lo dijo antes?

Y como vil niño de siete años apoya su cabeza en mi hombro, lo abrazo y su nariz rozar contra la piel de mi cuello hace que me den escalofríos.
Me alegraba y me entristecía verlo así, Keelan era un buen chico, con sus múltiples facetas, pero bueno.

—No estás solo, Keelan —digo contra su cabello.

Hemos escalado hasta el techo, el cielo azul marino comienza a despejarse, dejando ver las estrellas y la luna en cuarto menguante, sostiene un cigarrillo entre sus dedos, el cual fuma.

Hay Annabell, eres una idiota, claro que sí tiene un cigarrillo lo está fumando, tonta.

Suelta el humo de una forma tan excitante y este se dispersa por el viento que hace. Está más calmado pero su semblante sigue serio. 

Se comienza a sacar su sudadera amarilla llamando mi atención, —Se que estás casi congelada —dice, la sudadera le levanta su camiseta dejándome verla V debajo de sus abdominales. Mierda, pero que caliente.

No dudo en tomarla cuando me la tiende y ponérmela, esta cálida y huele a él, oh santo Dios, con solo olerla me iba a dar un orgasmo.

Esta desconsolado porque ha terminado con su novia y tú te pones caliente por verlo y olerlo, tonta Ann.

—Siento haber sido tan grosero, Annabell, de verdad, perdóname —pide mirándome.

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⏰ Última actualización: Jul 10, 2020 ⏰

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