Capítulo III

26 11 10
                                    

El reloj marco rápidamente la una de la mañana, el vino se me había subido un poco, y por un poco me refiero a mucho, estaba totalmente ebria.

Era una suerte que supiera disimular tan bien.

—¿Y Keelan? —pregunta mamá un poco adormilada saliendo de su habitación cuando ha escuchado mis pasos.

—Se ha ido por detrás, tengo muchísimo sueño, te amo mamá, descansa —digo fingiendo tener sueño.

Si claro, Ann, buenísima.

—Descansa cariño, mañana me contaras detalles. Te amo —dice antes de volver a entrar a su cuarto y cerrar la puerta.

Salgo corriendo a mi habitación y entre risas ahogadas abro finalmente las puertas de mi balcón.

Un Keelan ebrio suelta una pequeñas risas y entra completamente empapado.

—Basta —digo arrastrando la palabra.

—Shh. Abrázame —dice atrayendome a su trso desnudo y frío.

—Te amo, Keelan —digo contra su pecho.

Por alguna razón mis labios estan sobre su pecho desnudo y el no me detiene.

—Yo también a ti, Ann —besa mi cabello.

Levantó mi rostro para observarlo detenidamente, la luz de la luna nos ilumina y las pupilas de sus ojos grises estan dilatadas.

—Nunca me había puesto ebrio con vino, de verdad, ¿quién es su sano juicio se emborracha con vino dulce? —dice haciéndome reír, ebrio era muy gracioso.

—Bueno, te has tomado una botella y media —digo obvia.

Sus grandes brazos me rodean, ni siquiera me había dado cuenta de que no había correspondido mi abrazo.

Me sorprende que me eleve de suelo y su nariz roce la mía.

—Te deseo, Annabell —dice arrastrando nuevamente las palabras con su voz mas ronca de lo normal.

No espero lo que hace.

Pega sus labios a los míos ferozmente, sabe demasiado a vino y mueve sus labios rápidamente, intento torpemente tomar su ritmo pero es casi imposible.

—Estas con Malori —digo entre el beso y me retiro.

Me bajo de su agarre y el me mira. Era mi debilidad, luego no podría detenerme y ese sería el fin para mí.

—Estoy con ella porque tus ojos nunca se posaron en mi.

—Mis ojos se posaron en ti desde el primer verano que pisaste Paradise Park —confieso.

—Te observe cada verano. Te desee cada verano.

Vuelve a acercarse a mi y esta vez me eleva y hace que mis piernas cortas rodeen su cintura.

Esta vez no me alejo, nos besamos apresuradamente y su lengua se abre paso entre mis labios.

Me coloca sobre la alfombra peluda blanca que esta al costado de mi cama y se coloca entre mis piernas.

Siento su gran erección en mi parte intima.

—Oh mierda, sabes tan bien —dice contra mis labios. —. ¿Esto es un sueño?

—Un sueño hecho realidad, al menos para mí.

Joder, cierra el puto hocico de una vez, Annabell.

De un momento a otro deja de moverse, sus labios abandonan los míos, sus manos quedan en mi cintura y su rostro enterrado en mi cuello.

Keelan Bouisseu se había quedado dormido. Keelan me había quitado el sueño que comenzaba a darme.

V O U SDonde viven las historias. Descúbrelo ahora