1

2.5K 174 54
                                    

Habían pasado 4 meses.

Desde... Aquel día.

Y casi 6 meses desde que llegó a este pueblito, que aunque parecía inofensivo por fuera, le trajo drama, acción y amigos inesperados.

Ya era la rutina diaria para Rubius levantarse con el sonido de las gallinas avisando de un nuevo día, o, si prefería vaguear y dormir un rato más, cuando Vegetta llame a la puerta preguntando por él. Como siempre, ese hombre llegaba a resultar una molestia. "Que no hagas esto tontito", "no andes por ahí que te vas a caer", joder. Es ciego, no estúpido.

Acto seguido, buscaba su máscara característica de osito. Era indispensable para él. Era extraño pero le daba seguridad, en cierta manera. No le gustaba que lo miraran a sus ojos, a su herida causada por una tontería.

Conocía muy bien su casa, la ubicación de sus cofres, su comida, su ropa. Alexby o Fargan solían bromear con él y cambiarle las cosas de lugar. Resultaba molesto, pero al final del día se le escapaba una risa. Hay cosas que nunca cambian.

Las cosas solían ser normales. Al menos, cuando llegó a Karmaland, Rubius tenía grandes planes para darse a conocer en todo el lugar. Quería ser conocido como un guerrero, un protector del pueblo. Alguien respetable.

Ahora, todos cuidan de él como si fuera un niño pequeño. Le parecía una situación penosa, por lo que decidió tomar su debilidad como una fortaleza y empezó a retar al resto de sus compañeros de Karmaland. Le dijeron que no debería asistir a las misiones y a la acción por el riesgo que conllevaba. Pero él, siendo tan terco como siempre, lograba escabullirse y ser incluido como el resto. Incluso logró salir ileso en más de una. Llegaba a hacer movidas que consideraban peligrosas. Pero nadie lo podía detener.

Mientras tomaba tranquilamente su desayuno, alguien toca a la puerta. Antes de que pudiera preguntar por su nombre, entra sin avisar.

—¿Buenos días, ya estamos para la misión de hoy?— dice el invitado inesperado, Vegetta. Con su voz aguda, su entusiasmo. Llegaba a caerle mal, pero era su amigo.

—Joder macho, déjame terminar de comer primero — responde Rubius de mala gana.

—Hoy tendrás que ayudarme con la puerta de mi casa —le menciona el mayor. —Como siempre, un tontito la ha explotado. Realmente no los entiendo, dos veces en una semana ya.

—Sí, me pregunto quiénes serán —le responde para salir del paso. —Bueno, terminé. Salgamos.

Ambos salen de la casa de Rubius en pocos segundos, en dirección ahora a la casa de Vegetta. El mayor suele guiar a Rubius en caso de dar un mal paso, pero el de máscara conoce bien el camino. Usando su bastón metálico, no le es difícil esquivar piedras y bloques mal puestos.

Llegados al sitio, empiezan a trabajar. La verdad Rubius le debía un favor a Vegetta, pero si fuera por él, se iría a cualquier otro sitio y mandaría al diablo la puerta de la casa de su compañero.

—Bueno, te encargo de buscar materiales en mis cofres. Yo iré rellenando este hueco que ha quedado espantoso la verdad. Es el último a la derecha.

El peliblanco decide buscar esos materiales, en la casa gigantesca de su amigo. No fue difícil localizar el salón de cofres, ni tampoco encontrar los bloques. Pero bajando las escaleras dentro de la casa, dio un mal paso y terminó cayéndose fuertemente contra el suelo, perdiendo su bastón y dejándolo un poco aturdido por el golpe.

—Mierda… ahora dónde estará esa barra de metal —balbuceaba mientras tocaba el suelo a su alrededor, sin éxito encontrándolo.

De pronto, una mano toca su hombro y siente como le devuelven el bastón a sus manos.

En mis ojos (Fanfic Rubegetta AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora